Un modernista frustrado
El escritor Harold Brodkey murió en su casa de Nueva York ayer, tras una larga lucha contra el sida. Cuando Brodkey reveló públicamente que padecía sida dijo que quería vivir dos años más. Consiguió casi tres. Su mujer, la novelista Ellen Schwamm, me dijo: "Murió exhalando un fuerte suspiro. Su último aliento fue firme. No habrá funeral. Ni discursos. Ni conmemoración. Harold odiaba los finales".Aliento, lenguaje, pérdida, espera y vida y muerte era lo que preocupaba a Brodkey. Su madre, una judeo-americana de origen ruso que hablaba yiddish, murió en 1932, cuando Harold Brodkey, entonces llamado Aaron, tenía dos años. Su padre era un alcohólico. Uno de los parientes de clase media de su madre reclamó a Aaron, le llamó Harold y le crió como a su propio hijo. Cuando el padre de Brodkey hizo un pequeño intento de recuperar a su hijo, un, Harold aterrorizado cayó en una enfermedad casi fatal y literalmente tuvo que ser arrancado de las garras de la muerte. Desde entonces Harold permaneció junto a los parientes de su madre. Su madre adoptiva murió de cáncer justo cuando Brodkey iba a ingresar en Harvard con una beca, donde descubriría el mundo elitista de Cambridge. Inmediatamente, alto, aristocrático y guapo, el joven Brodkey se Convirtió en una figura.
En 1958, Brodkey irrumpió en la escena literaria con su primera publicación de una colección de historias cortas, Primer amor y otros pesares. En ellas comenzó a dar forma, al territorio literario que le obsesionaría durante el resto de su vida. Me dijo en una de nuestras largas conversaciones -todas las conversaciones con Harold eran proustianas-: "Creo que es maravilloso ser cotidiano, y vicioso y vigoroso". Lo que quería decir por cotidiano era que él era el novelista de la familia, del espacio y del esfuerzo del momento íntimo. Era un turista huérfano de buen gusto, abandonado en un mundo que estaba decidido a modelar y conservar, a través del lenguaje, el extraordinario lenguaje de Harold Brodkey. Freud, Proust, Emily Dickinson y Jane Aus ten, acerca de la que escribió antes que nadie, fueron sus precursores.
Brodkey odiaba entregar sus historías. Su siguiente recopilación, Relatos a la manera casi clásica, no apareció hasta 1988. Largely and oral history of my mother, Innocence, y His son, in his arms, in light, aloft se encuentra entre lo mejor de la narrativa norteamericana del siglo XX. A finales de los setenta, Brodkey conoció a su segunda mujer, Ellen Schwamm. Con el característico romanticismo de Brodkey, se enamoró al instante de Schwamm, cuya belleza era legendaria. De inmediato la persuadió para que huyera con él, cosa que hizo, sin llevar consigo más que una maleta. Se convirtieron en un famoso dúo. Ellen era toda la vida para Brodkey: escribía su prosa para ella, ella negociaba con el mundo por él.
La novela de Brodkey Alma fugitiva apareció con malas críticas en 1991. Gangsta rap, el dinero fácil y los grandes éxitos de ventas eran la moda de entonces. Harold me comentó: "Nuestro país se fundó sobre un -contrato lingüístico, y una vez que se descubrió y se explicó a sí mismo, dejó atrás la posibilidad lingüística. En Emily Dickinson, primero habrá un insecto cantando bajo la luz del sol, y entonces llega la formulación lingüística que incluye un momento de tremenda complejidad. La cultura pop ofrece, en cambio, una ultramoderna novedad personal. Pero la gente como nosotros necesita la cultura para funcionar, la llamada de arriba, ese encanto y esa civilización", suspiró. "En el fondo de mi corazón soy un modernista frustrado". Cuando el escritor Mark Mirsky conoció la muerte de Brodkey, exclamó, "Oh, ese lenguaje, ese lenguaje".
Babelia
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