'La Bohéme' en tono menor
Una inauguración de temporada con La Bohéme, de Puccini, tiene, garantizado el lleno y, a poco que se haga, el éxito. No en vano se trata de uno de los títulos más populares de todo el repertorio; recuerdo que, hace años, el entonces director de la Ricordi, Guido Valcarenghi, me decía que no había un solo día del año en el que La Bohéme no se representara en uno o más teatros.La versión musical de las Escenas de la vida bohemia, de Murger, cumple el día 1 de febrero 100 años de existencia y sigue ahí, desafiando al tiempo, rozagante, viva y sentimental, gozando del inquebrantable favor de los públicos, incluso ante versiones de discutible categoría como la de ahora.
Se trata de la producción del teatro de la Zarzuela, estrenada en 1986, con dirección escénica de Horacio Rodríguez de Aragón y escenarios y figurines adecuados, de Hugo de Ana. Cantó un grupo de artistas jóvenes, entre los que destacó la manfuana, Fiorella Burato, no sólo por el atractivo de sus medios vocales y teatrales, sino también por la bella musicalidad de su línea; dio respuesta a tan impactante Mimí el tenor mexicano Fernando de Mora, de voz brillante, gallardos acentos y buenos agudos. Los otros tres bohemios fueron el madrileño Carlos-Bergasa, el pamplonés Iñaqui Fresán y el ovetense Miguel Angel Zapater y la verdad es que cumplieron como buenos tanto individualmente como en el trabajo de conjunto. Menos interesante, aunque ya avezada, resultó Paola Antonuccik, que exageró notablemente los perfiles de Musetta, por otra parte un vulgar personaje.
Temporada de ópera de Madrid
La Bohéme, de Giacosa e Illica.Música de Puccini. Dirección musical: E. Herrera. Escenarios y trajes: H. de Ana. Coro: A. Fauró. Escolanía: C. Sánchez. Iluminación: E. Bravo. Dirección escénica: H. R. de Aragón. Teatro de la Zarzuela, 21 de enero.
Si a pesar de lo escrito el resultado global no alcanzó niveles de primer orden, se debe, en buena parte, a la falta de imaginación y a la corta expresividad de la directora cubana Elena Herrera, atenta a la conjunción -tantas veces comprometida en esta obra-, pero sin crear ambientes ni establecer ese toque poético que anima toda la ópera. Otro factor enfrió al respetable: los tres intermedios entre actos que no son de excesiva longitud y, en algún caso, evidentemente corto.
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