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ELECCIONES PALESTINAS

"Maldita árabe, te vamos a quemar"

Hannan Abu Heikei constató salvajemente ayer en el corazón de Hebrón que la democracia palestina exige coraje y que no siempre es un ejercicio completo. Colonos judíos armados la arrancaron del volante de su destartalado coche amarillo y comenzaron a dispararle puntapiés en el estómago al grito de "¡Maldita árabe, te vamos a quemar". Sus dos hijas pequeñas contemplaron aterrorizadas la paliza hasta que la llegada de policías israelíes asustó a los matones. Eran siete. Ninguno fue detenido. La señora Heikel no pudo votar.En Hebrón, donde 400 judíos fanáticos viven atrincherados en medio de más de 120.000 palestinos, los colonos dieron rienda suelta al racismo y a su desenfrenado espíritu provocador. Encabezados por el temible rabino Moshe Levinger, más de un centenar de judíos salieron a la calle principal del casco viejo ondeando banderas israelíes y coreando

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¡Ésta es nuestra tierra, nos la ha dado Dios!". Se enfilaron hacia la casa de Baruj Marzel, el dirigente del proscrito movimiento racista Kach haciendo gestos obscenos a los palestinos que les miraban desde esquinas y balcones y, muchos de ellos, haciendo malabarismos para mantener a sus niños en vilo sin que se les cayeran sus ametralladoras, pistolas y cargadores.

¿Era necesaria la manifestación? "No le puedo contestar a su pregunta. Hoy es shabbath y no se trabaja. ¿Acaso usted no sabe que los sábados son días sagrados?", dijo el barbudo rabino Levinger flanqueado por tres atléticos jóvenes pistoleros. Levinger y Marzel son admiradores declarados de Baruj Goldstein, el colono judío que masacró a una treintena de palestinos que oraban en la mezquita de Ibrahim en febrero de 1994.

Si bien Marzel se esmeró como anfitrión del ágape de fanáticos -ofrecía limonadas y galletitas a los colonos- fue mucho menos considerado con dos miembros del cuerpo internacional de observadores. Eran parlamentarios de la vecina Jordania. Uno de los seguidores de Marzel recurrió a una carretilla llena de desperdicios para empujar a Mohamed Daudieh, que se había presentado para preguntar por qué los colonos habían bloqueado la vía de acceso a la escuela palestina de Kurtaba, donde debía funcionar un colegio electoral. "¡Fuera árabes!", gritó alguien.

Daudieh estaba pálido de indignación. "Mi país ha hecho la paz con Israel, pero esta gente me da mucho que pensar".

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