Tierno Galván y la memoria histórica
"Recuperar la memoria de Tierno es ahondar en los años difíciles y temerosos de nuestra posguerra; en penalizaciones y cárceles", dice Raúl Morodo al remernorar al viejo profesor
A Encarnita Tierno
El mes pasado, en vísperas navideñas, tiempo fecundo para la nostalgia, José Vidal-Beneyto, desde su voluntario semiexilio, parisiense y universal (ay, vera Europa), nos reiteraba a un grupo de amigos, de diferentes actitudes políticas, una vieja idea suya y ahora, ya, con convocatoria incluida en un hotel madrileño de añoranzas conspiratorias: iniciar la recuperación testimonial de la memoria demócrática española. Concretamente, de aquélla que fue precursora y que asentó las bases de nuestra actual convivencia social y política.
Para Vidal-Beneyto, adolescente tardío que combina afanosamente aventura e imaginación gnósticas, entusiasino viajero y libertario (ay, el 68), don de lenguas y lucidez crítica, este proyecto -entre centenares de proyectos, operaciones y discursos- le es muy especialmente gratificante. En Madrid y en París, en Estrasburgo y en Lisboa, me lo ha contado y lo hemos discutido y, en otros lugares del mundo, lo habrá comentado también con compañeros de viaje y adversarios cordiales. Y, además, este tema lo ha dejado impreso en un libro excelente y polémico. La idea / proyecto es buena y dará salud y virtud a la república cívica. Frente a tergiversaciones y mitificaciones, frente a olvidos involuntarios, y ocultamientos taimados, frente a escepticismos decadentes y pasotismos escapistas, esta clarificación cultural-política heterogénea y, desde la primacía testimonial, puede permitir un mayor conocimiento, sin excluir justicia histórica, de varias décadas en la lucha por las libertades.
La transición, tan debatida mediáticamente, puede, desde luego, entenderse como el dato objetivo más importante que simbolizó el cambio hacia la dernocracia: tesis generalizada (que yo comparto y mantuve en su día), pero que no es unánime (así, el propio Vidal-Beneyto o, con más radicalidad, Antonio García-Trevijano). Pero, sin duda, también, la transición no fue sólo un acto de gran ingeniería política (Adolfo Suárez), sino el resultado de un largo proceso, complejo y difícil, con muchos y diversos actores. Estudiantes, trabajadores y profesionales liberales, en efecto, fueron precursores de la vida democrática actual. Recuperar esta memoria predemocrática, menos expuesta, es útil y necesaria.
Coincide la salida de este proyecto animador con el aniversario, en estos días, de una personalidad excepcional y singular y que mucho ha jugado en esta dilatada aventura: el profesor Enrique Tierno Galván. En efecto, hace 10 años, un republicano que racional y tempranamente asumió la monarquía, moría en Madrid como alcalde en ejercicio y como presidente de una non nata III República Española. Recuperar la memoria de Tierno, intelectual y político, es, como personificación y referente simbólicos, ahondar en los años duros, difíciles y temerosos de nuestra posguerra, en la presencia de una cultura de hibernación oscurantista y teocrática, en el obligado barroquismo críptico para la supervivencia, en la importación ideológica de los años sesenta, en conspiraciones barojianas, en arbitrarios confinamientos, en penalizaciones y cárceles.
Todo ello, ahora en la distancia, puede ser contado serena y pacíficamente; incluso las frustraciones, reales o imaginarias, pueden contemplarse sin dramatismos. Ni como arma política ni como arma ideológica este pasado tiene vigencia bélica o electoral: la historia, con errores y aciertos, ha sido mayoritariamente asumida por una nueva sociedad civil, beligerante, en todo caso, con otros temas de la propia dinámica pluralista y de la mitificación del mercado.
El viejo profesor, en este sentido, exponente cualificado de una burguesía progresista e ilustrada, que podía haber sido Azaña, pero prefirió intentar ser Allende: terminó como buen alcalde, patriarcal e irónico. Entendió -de igual modo el partido comunista, y especialmente Santiago Carrillo- que la recuperación de la memoria histórica, en aquellos años, podía enturbiar la imprescindible y prioritaria reconciliación nacional. No eran tiempos de revisiones. Los fantasmas polarizadores y bélicos seguían vigentes: y así, en el caso de Tierno, la movida cultural, revolución devaluada, fue una evasión consciente, secularizadora y trivializadora, en espera del afianzamiento democrático.
En época franquista, frente al silencio y a la complicidad, mantuvo una digna contestación. En los primeros 10 años de una democracia incipiente, sin consolidar, ejerció de pacificador krausista. Desde su perspectiva tolerante y sosegada, tal vez hoy Tierno volvería su mirada al maestro Hegel: ver la realidad actual y ver el pasado como "un domingo en la vida, que todo lo nivela y aleja lo malo".
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