A contracorriente
Manifestar críticas públicamente contra el Gobierno y el partido que lo sustenta, cuando no insultos o indecentes mofas, no es unacto de gallardía o arrojo, como en épocas no tan lejanas, y sí más propio de los tiempos que corren, cuyos tonos de exacerbación y vilipendio generalizados, amplificados diariamente por tertulias y toda suerte de tribunas escritas, sirven de amparo prepotente y arrogancia infinita a parte de los que ansían un inmediato cambio político. Y lo desean legítimamente unos y de forma harto torticera otros muchos.
Aquellos que no nos situamos en la arrebatada coral vociferante y que, por el contrario, formamos parte de esa otra ciudadanía que, en su derecho no participa de los citados escarnios públicos que conoce en gran medida -porque lo percibe- lo mucho que ha cambiado España, a pesar de los Roldanes y otros golfos de similar pelaje, y limita sus dosis informativas a algún telediario y poco más; aquellos que ante la provocación y el insulto generalizado debemos, casi siempre, callar por prudencia e incluso prevención física allá donde uno tenga a bien encontrarse, ya sea en la cola de la pescadería, en la de un cine o en el propio seno familiar; aquellos, en fin, que no estamos de moda, debemos congratularnos por la aparición del libro de Ramón Cotarelo titulado La conspiración. El golpe de Estado- difuso, cuyo autor, a contracorriente, pone la nota disonante en el coro inquisidor y un pequeño muro de contención al aluvión demagógico de tanto manos sucias, lo que queda de España, espías y un largo etcétera de oportunistas diatribas sobre los males que aquejan a nuestro país y que niegan el pan y la sal, como no podía ser de otra forma, a los responsables de 13 años de gobierno.
El contenido de este libro debería ser, por raro y osado espécimen, razón suficiente para que ocupara en las estanterías de las librerías un lugar parejo al resto de las publicaciones editadas.-
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