La paz sirio-israelí, un camino lleno de obstáculos
El asesinato del primer ministro israelí Isaac Rabin fue como una terapia de choque para el presidente sirio, Hafez el Assad. Antes consideraba que las afirmaciones de los líderes israelíes de que no había apoyo nacional mayoritario para el intercambio de territorios por paz eran una mera treta negociadora. Pero las circunstancias de la muerte de Rabin convencieron a Assad de que había que plantearse, como dijo a los líderes occidentales en privado, una renovación de las conversaciones de paz con creatividad y flexibilidad.Consciente de que también él es mortal (su salud no es buena) y del poco tiempo que queda antes de las elecciones israelíes, que pueden llevar al poder a un Gobierno que no esté dispuesto a retirarse de los altos del Golán, Assad ha decidido poner a prueba el compromiso, del Gobierno de Simón Peres con la paz.
La última ronda de conversaciones entre los dos países, que empezó el miércoles cerca de Washington, mostrará también el grado de iniciativa y maniobrabilidad que Assad ha permitido a sus negociadores.
Al asumir el cargo de primer ministro, Peres ofreció a Assad la elección del foro negociador: conversaciones secretas, conversaciones entre líderes, equipos negociadores grandes o reducidos, conversaciones con mediación de Estados Unidos o estrictamente bilaterales. Era una oferta difícil de rechazar. Las conversaciones en EE UU, que implicarán cierta mediación norteamericana, establecerán el calendario de posteriores conversaciones y los métodos para tratar los numerosos asuntos entrelazados que comportaría un tratado de paz entre Siria e Israel.
El truco será encontrar un formato que garantice que todas los grandes temas pueden discutirse simultáneamente. Ello evitaría que un punto muerto en determinado asunto bloquee las negociaciones sobre los otros, y facilitaría: el avance hacia un acuerdo global que incorpore compromisos en todas las áreas tratadas.
Hay cinco grandes problemas que resolver que enumeraré en orden ascendente de dificultad. negociadora:
-El primero es el problema de la frontera. Es probable que los israelíes insistan en que, en caso de una retirada total de los altos del Golán, las fronteras definitivas deberán ser las "fronteras internacionales", una línea trazada en 1923 durante el dominio británico de Palestina y ligeramente diferente de la línea del armisticio de 1949. Por su parte, los siris querrán que las fronteras sean las del 4 de junio de 1967, es decir, la zona que Siria controlaba antes de que Israel ocupara el Golán. Como respuesta, Israel argumentará que esa frontera no lo es realmente, porque nunca fue delimitada.
Por tanto, volver al statu quo anterior a la Guerra de los Seis Días de 1967 requerirá conversaciones detalladas sobre el territorio, puesto que algunas de las zonas que Siria controlaba en aquel tiempo fueron ganadas en escaramuzas entre israelíes y sirios en los años cincuenta y sesenta. Éste es un hecho que, para irritación de los sirios, los israelíes utilizarán afirmando que, si se quiere respetar el espíritu de las negociaciones, el territorio conseguido mediante el uso de la fuerza no debería contar a favor del que lo reclama.
-Para Assad, lo importante será poder decir que ha "recuperado todo el territorio sirio". Para los israelíes, la cuestión de las fronteras va estrechamente ligada al segundo problema, el del agua. Querrán un arreglo que no deje a los sirios el control total de las aguas del lago Tiberiades. En todo caso, los israelíes temen que, sea cual sea la frontera real, el establecimiento de muchas más personas y animales en una zona de control sirio reciente pueda llevar a la contaminación del agua o a que los sirios cojan más de "lo que en justicia les corresponde". Por consiguiente, el agua requerirá también una negociación cuidadosa y quizá algún tipo de garantía internacional.
-La cuestión de la seguridad es aún más compleja. Gran parte de la atención se ha centrado en la exigencia israelí de una estación de alerta en el Golán. Las conversaciones anteriores se fueron a pique en este punto. Puede que los sirios acepten ahora dicha estación, pero con guarnición, estadounidense, aunque el miedo tradicional de los israelíes a hipotecar la seguridad del país en una tercera potencia, por muy de su parte que esté, y la reticencia estadounidense a que soldados de Estados Unidos desempeñen funciones de alerta, pueden dificultar este compromiso.
-Más importante será el acuerdo sobre equilibro real de fuerzas. Los israelíes querrán que se prohíba el despliegue de fuerzas sirias cerca del Golán y propondrán no sólo su retirada hacia el norte, sino su reestructuración, de forma que tengan mucho menos armamento pesado susceptible de ser trasladado a la nueva frontera. Pero el argumento israelí de que, dado que la frontera sirio-israelí es sólo un 3% de las fronteras de Siria, las fuerzas armadas sirias desplegadas en ella deberán ser equivalentes, no tendrá buena acogida. Los sirios se mostrarán susceptibles respecto a una cuestión de soberanía como sería una reconfiguración de su Ejército "ordenada por Israel".
- El ritmo de una eventual retirada puede ser más fácil de negociar. Antes los sirios parecían querer una retirada total en un año. Pero, aunque los israelíes podrían acceder ahora a una retirada rápida, para Siria sería aceptable un plazo de dos años o incluso dos años y medio. Sobre todo porque existe el acuerdo tácito de coordinar el ritmo de la retirada con el grado de normalización de las relaciones, y a los sirios no les entusiasma ver pronto una bandera israelí ondeando en Damasco ni a hordas de turistas israelíes acercándose a Alepo y Palmira. Los israelíes, sobre todo ahora, con su visionario primer ministro actual, no se contentarán con una paz fría que no les dé confianza en los nuevos acuerdos. Definir la normalización será un gran reto.
-En última instancia, el desafío más difícil será incluir a los libaneses en las conversaciones. Los libaneses, cuya política exterior en la zona no es sino un eco de la de Siria, quieren la retirada de las fuerzas israelíes de su tierra de acuerdo con la resolución 425 de la ONU. Israel sólo se retirará cuando esté seguro de no correr el riesgo de sufrir ataques de Hezbolá, y los sirios son la clave para asegurar el desarme de Hezbolá a cambio de la paz. Siria tiene 40.000 soldados en Líbano y desea mantener al país dentro de su área de influencia. La principal condición de Israel es la seguridad. Puede que se retire del sur y acepte un protectorado sirio continuado en Líbano.
¿Pero sería bueno para Israel alcanzar su propia seguridad a costa de la independencia de Líbano? ¿Y cuál sería el valor, en lo que a seguridad se refiere, de un acuerdo sobre el Golán que permitiera implícitamente a Siria una libertad total de movimientos en Líbano? Este puede ser el elemento más delicado de las negociaciones, porque Siria se considera una gran potencia árabe con intereses en Líbano y la nación que ha ayudado a devolver a ese país cierta normalidad. Israel no podrá, y puede que no quiera, poner demasiadas condiciones a la actividad de Siria en Líbano. Por estas razones, a los libaneses, que no pueden negociar directa y públicamente con los israelíes por temor a la censura de Siria, les preocupa que, en las conversaciones de paz, su país esté sobre la mesa de negociaciones pero no sentado alrededor de ella.
Tanto Siria como Israel han hecho una elección estratégica a favor de la paz. Puede que sus negociaciones no sean tan complejas como las mantenidas entre Israel y los palestinos que culminaron en los acuerdos de Oslo. Sin embargo, en mayo de 1996 estará ocupado en las negociaciones con los palestinos para determinar el "status final"; el ritmo de las negociaciones con Siria tendrá que ser rápido para que el acuerdo que se alcance no se vea atrapado en la red de las intensas y delicadas negociaciones con los palestinos.
En las próximas semanas, el mundo sabrá si el presidente Assad es capaz de dar a su equipo negociador la autoridad y flexibilidad necesarias para llegar a una paz general. Quiere un acuerdo mejor que el logrado por Egipto en Camp David y que el conseguido por los palestinos. Pero necesita un equipo de negociadores expertos y tiene que darles poder. Si micronegocia la paz, puede que no la consiga y, si abusa de su conocida virtud de la paciencia, puede que se le acabe el tiempo.
En cuanto a Israel, necesita sacar el máximo provecho de las negociaciones que ha ofrecido a los sirios si quiere vender una paz que va a exigir duras concesiones a una opinión pública todavía escéptica.
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