Hablan de paz
EL AÑO a punto de llegar, ¿será nuevo también en Próximo Oriente? No faltan datos para aventurar que es posible. La muerte del primer ministro Isaac Rabin, pérdida indiscutible para el proceso de paz israelo-palestino, ha contribuido a crear, sin embargo, un impulso nuevo. El próximo día 27 se van a reanudar las conversaciones entre Israel y Siria. El primer ministro Simón Peres sabe que durante un cierto lapso de tiempo la emoción causada por el asesinato de Rabin crea una oportunidad diplomática que es preciso aprovechar. Y el siguiente paso para mantener en movimiento todo el proceso negociador es un acuerdo con Siria.En lo sustancial, la idea de que Israel ha de abandonar todo el Golán a cambio de un reconocimiento pleno de Damasco, hace ya tiempo que ha sido aceptada por ambas partes. Falta todavía un acuerdo blindado sobre los pormenores, como el plazo de esta retirada, y las garantías a Israel de que el Golán no vaya a convertirse en una plataforma para la agresión árabe. Israel parece estar dispuesto a hacer una declaración general de reconocimiento de la soberanía plena de Siria sobre las colinas y, lo que es más importante, podría renunciar también a mantener una presencia militar sobre el terreno para verificar en todo momento la buena voluntad de Damasco. Sería Israel, por tanto, quien haría lo esencial de las concesiones, si todos estos apuntes se confirman.
A la luz de esas previsiones parece mucho menos ominoso el anuncio de Hamás, formulado ayer, de que no va a participar en las elecciones autonómicas palestinas del 20 de enero, y que, de igual forma, no está dispuesta a abjurar del recurso a la violencia contra el ocupante. La Autoridad Nacional Palestina había ofrecido a Hamás una coalición electoral que le garantizara un 20% de los 83 escaños en disputa, lo que debía ir unido a esa renuncia a la violencia. Es la propia Siria, en la medida en que sea capaz de alguna influencia sobre los radicales palestinos, quien no tiene ningún interés en quemar todas las cartas en la misma operación. Hamás no va a las elecciones porque no parece tener muchas probabilidades contra el poder in situ, pero, aunque no renuncia a la violencia, ha dado garantías a Arafat de que no atentará contra los comicios. Pero si la negociación sirio-israelí va adelante, Hamás se verá más aislada y su capacidad de terror perderá cobertura política.
El juego de este cambio de año en Oriente Próximo es el de una cierta espera y mirada de reojo de las partes. Siria puede que quiera ahora negociar en serio porque pronto habrá una Autoridad Palestina democráticamente elegida y no quiere quedar descolgada del proceso de paz; Arafat puede ganar sus elecciones más confortablemente si Damasco camina hacia un acuerdo con Israel; y Hamás, finalmente, puede asistir a todo el proceso sin hacer concesiones, pero, en la práctica, extrayendo las conclusiones de todo lo que ocurra a su alrededor.
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