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La maquina de hacer dinero

Los Beatles han convertido su legado en una industria implacable

Diego A. Manrique

Veinticinco años después de su separación, los Beatles se han decidido a vender la versión oficial de su extraordinaria historia. Se trata de The Beatles anthology, un documental que Canal + está emitiendo la noche de los domingos, cuya versión ampliada se editará en ocho cintas de vídeo en 1996. En su edición discográfica salen con tres compactos dobles, cuyo primer volumen ya está en las listas de venta. Es la crónica de siete años que cambiaron el mundo.A principios de los setenta, cuando los cuatro ex Beatles se comunicaban principalmente vía demandas, entrevistas acusatorias y canciones insultantes, uno de sus empleados empezó discretamente a preparar una historia audiovisual del grupo. Neil Aspinall iba para contable, pero Peter Best, el batería original, le convenció para que condujera, la furgoneta que transportaba a los chicos de Liverpool. Aspinall se dedicó a acumular fotos, filmaciones y cintas de audio de sus cuatro jefes. Su celo coleccionista, su dedicación total al cuarteto y su obsesión por la cuenta de resultados le convertirían en el director efectivo de Apple Corps, la empresa que controla los derechos de los Beatles. En 1984 puso en marcha el proyecto de una serie televisiva que contara la aventura del grupo. Un equipo mínimo, encabezado por el realizador Geoff Wonfor, el guionista Bob Smeaton y él productor Chipps Chipperfield, se encontró en 1991 con unas 2.500 latas de filmaciones y el encargo de elaborar un relato coherente y honesto.

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El modelo Lennon

The Beatles Anthology, la serie y los tres discos compactos complementarios, ha sido finalmente posible por un cúmulo de circunstancias, algunas difíciles de reconocer, como la relativa ruina de George Harrison. El guitarrista, que siempre consideró como necrofilia cualquier intento de resucitar a los Beatles, ha debido tragarse su orgullo: su carrera como solista ha sido escasa en producción y extensa en juicios que ha perdido; ahora ha llevado a los tribunales a su asesor financiero al que responsabiliza de la desaparición de buena parte de su fortuna, tras la desastrosa venta de su productora cinematográfica, HandMade Films. Ringo Starr, que actúa más que su antiguo compañero, también necesitaba una transfusión de dinero: recibe pocas :regalías como compositor y, como cualquier celebridad en decadencia, acepta participar en una campaña publicitaria como la de Pizza Hut. Por su parte, Paul McCartney tal vez ha escuchado finalmente los consejos del Sunday Times, que en su lista anual de las 500 personas más ricas del Reino Unido -actualmente está en el número 20- solía recriminarle "que no explotara a fondo el catálogo de los Beatles".

George Harrison tuvo que superar su animadversión respecto a McCartney, que siempre le trató paternalistamente y colaborar sin reticencias. A cambio, Harrison logró que la reunión virtual del cuarteto, sobre unas toscas maquetas de Lennon, fuera coproducida por su amigo Jeff Lynne. George Martin, el productor oficial, quedó marginado: no se le ha perdonado que siempre actuara movido por la creencia de que John y Paul eran los pilares de los Beatles y los otros dos unos meros compañeros de viaje.

Harrison también ha conseguido que se prescindiera del título primitivo, The long and winding road, alegando que era el de una canción de McCartney. Pero el largo y tortuoso camino de los Beatles queda reflejado en un vertiginoso recorrido por el corazón de los años sesenta. La magnitud de su hazaña todavía quita la respiración: venían de una ciudad en decadencia del Reino Unido, un país cuyos artistas eran esencialmente para consumo interno. Y triunfaron con una amalgama de estilos genuinamente estadounidenses, antes de iniciar las exploraciones que les convertirían en la locomotora de la evolución del pop.

Simultáneamente, fueron catalizadores y pregoneros de una revolución social que cambiaría usos y costumbres. Y sólo era un grupo musical, que sobrevivió a duras penas la deshumanizadora etapa de las giras internacionales, que creció bajo los focos y se abrió a todas las propuestas -drogas, misticismo, contestación política, estilos de vida alternativos- que sacudieron la bien llamada década prodigiosa.

Pero estamos en los noventa y ya no hay margen para idealismos. El número 3 de la calle londinense de Savile Row, que fue la base de Apple, es ahora la sede de una asociación de empresas de hipotecas. Una perfecta metáfora de la evolución de una companía que pretendía, según MacCartney, poner en práctica una especie de "comunismo occidental".

Los Beatles querían invertir sus ganancias en incentivar la creatividad, y aquel edificio recibió un desfile inacabable de visionarios, estafadores y chupones. En un año, los mecenas comprobaron que el experimento no funcionaba y que los fondos disminuían peligrosamente.

Hoy, Apple es un modelo de capitalismo despiadado, como si sus dueños quisieran resarcirse de antiguas ingenuidades y contratos nada previsores. Tiene poco personal y funciona como un negocio familiar: la promoción y la preparación de los discos de The Beatles Anthology han corrido a cargo de Derek Taylor y George Martin, antiguos compinches que han salido del retiro por la cosa de la lealtad y no por los honorarios, notablemente bajos. Para ellos y demás cómplices, no hay compensación extra: Peter Blake, el artista que confeccionó la célebre portada de Sgt. Pepper por 200 libras de 1967, vio rechazado su presupuesto para realizar la envoltura de Free as a bird.

Y pueden sentirse contentos de no haber sido llevados a los tribunales. Apple es una fábrica de querellas y emplea a un batallón de abogados belicosos. Aunque hayan fracasado, por ejemplo, en intentos de recuperar los negativos de sesiones fotográficas protagonizadas por los Beatles, han logrado ventajosas sentencias: unos 120 millones de dólares tras juicios contra Apple Computers, Capitol Records y el espectáculo teatral Beatlemania. Ellos se ocuparon de optimizar los beneficios generados por The Beatles Antoholgy, que la industria cifra en un mínimo de cien millones de dólares.

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