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Tribuna:Elecciones legislativas en Rusia
Tribuna
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La ruleta rusa

En las primeras elecciones a la Cámara baja del Parlamento ruso, la Estatal, celebradas el 12 de diciembre de 1993, participó el apreciable número de 13 partidos. Sobraban porque la mayoría no representaba a nadie fuera de los límites del centro de Moscú. Para evitarlo, esta vez ha aumentado de 100.000 a 200.000 el mínimo de firmas que necesita un partido para ir a las elecciones. Cuando en vísperas de los nuevos comicios, previstos para el próximo 17 de diciembre, acababan de registrar el bloque electoral número 43 (para colmo, se trataba de la Alianza de Trabajadores de los Servicios Comunales y de Vivienda) cundió el pánico y la depresión.La barrera de cientos de miles de firmas no ha servido para nada y ha caído vergonzosamente debido también a la agilidad de los equipos que aparecieron últimamente: son capaces de recoger autógrafos con urgencia y a un precio conveniente.

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Como resultado, el votante recibirá una papeleta del tamaño de un diario de los tiempos soviéticos, que no será más in formativa de lo que eran éstos. El número correspondiente de la lista, los tres prime ros candidatos y el nombre del bloque electoral, que a veces es tan largo que ocupa varias líneas, ésta será toda la información disponible sobre los candidatos casi desconocidos para los electores.

No sólo el resultado de los comicios, sino también el destino de la mayoría de los partidos políticos, dependerá esta vez de muchas circunstancias, incluso de la simple distracción de los electores. Los que no alcancen el 5% de los votos exigido por la ley no entrarán en la Duma y tendrán que abandonar el escenario político, tal vez para siempre, como les sucedió a algunos partidos hace dos años. En cambio, si logran el 5% tendrán una fracción de 12 diputados como mínimo, cosa nada desdeñable en vísperas de las elecciones presidenciales.

Quizá la barrera del 5% sea una cosa buena, pero en la Rusia actual aumenta in conmensurablemente el precio del azar, porque el grueso de los partidos más conocidos se acerca a esta zona de peligro. Es obvio que la mitad de la Duma Estatal (225 diputados), elegible según el sistema proporcional, no reflejará adecuadamente en su composición el resultado de los comicios.

También presentará problemas la otra mitad de los diputados que serán elegidos en una ronda en circunscripciones de un escaño. Cada circunscripción tiene un promedio de 12 candidatos, y algunas, hasta 30, de los cuales muchos son candidatos independientes. En teoría puede ganar un timador con mucho dinero, que se impondrá porque el electorado serio queda desmembrado.

Si los resultados son demasiado absurdos (por ejemplo, que por las listas ganen sólo uno o dos partidos, o dos o tres, pero del mismo color, o se desperdicien más de la mitad de los votos por haber sido entregados a los partidos que no han superado el 5%, etcétera) podrá intervenir el Tribunal Constitucional, que hasta ahora se ha negado a comentar la ley electoral. El fallo de su inconstitucionalidad y la anulación de los comicios podría provocar una grave crisis política nacional.

Pero semejante guión no resulta demasiado probable. Pese a la incertidumbre que aporta la malograda ley electoral, muchos comentaristas opinan que el juego ya está hecho, y de una manera más o menos pasable.

Unos 10 bloques pueden pretender realmente a ocupar escaños en la Cámara baja del Parlamento por la circunscripción federal, elegida por sistema proporcional, y es muy probable que también ellos sean líderes en las circunscripciones de un escaño por sistema mayoritario. En estas últimas ganarán también candidatos de otros partidos y algunos independientes. Quizá no serán pocos, pero en todo caso, formarán un grupo demasiado variopinto, y en su mayoría no tardarán en incorporarse a las fracciones más importantes. El único bloque que ha ido ganando indeclinablemente en popularidad es el Partido Comunista encabezado por Guennadi Ziugánov. Según las encuestas, su influencia aumentó del 11% de los que respondieron (poco más de la mitad de los encuestados) en primavera al 17% en noviembre. En la recta final, los comunistas aventajan en más del doble a cualquiera de sus rivales. Lo único que puede impedir el triunfo de este partido es su propio dirigente: el comunismo con el rostro humano de Guennadi Ziugánov parece algo soso a los ojos de los bolcheviques ortodoxos y hasta aterrador a los ojos de los cavilantes.

Muy a la zaga del Partido Comunista, llega a la última etapa de la carrera Yábloko, encabezado por el economista liberal Grigori Yavlinski, al que sigue un grupo nutrido de los que pueden superar la barrera del 5%: Opción Democrática de Rusia, de Yegor Gaidar; el Congreso de las Comunidades Rusas, de Yuri Skókov y el general Alexandr Lébed; Nuestra Casa es Rusia, del jefe de Gobierno Víktor Chernomirdin; el partido de VIadímir Zhirinovski, y el bloque de las Mujeres de Rusia.

En el grupo que cierra la lista de los líderes potenciales están aquellos que han de esforzarse en estos últimos días para entrar en la Duma: el Partido Agrario y el Partido del Autogobierno de los Trabajadores, del cirujano ocular Sviatoslav Fiódorov. Añadamos, para tener la conciencia limpia, el movimiento ¡Adelante, Rusia!, que encabeza el impredecible Borís Fiódorov.

Si las elecciones siguen este guión bastante probable, el 17 de enero -el primer día de la nueva legislatura- veremos una Duma que será más de izquierda que la anterior, pero al mismo tiempo multipolar; no muy ágil, pero tampoco muy agresiva. De hecho será casi igual a la de ahora... Podríamos considerar en este caso que el país ha ganado a la ruleta rusa. Lo malo es que, durante los próximos cuatro años, nadie se ocupará de la ley electoral.

Alexéi Salmin es miembro del Consejo Presidencial de Borís Yeltsin.

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