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Major discute en Bukingham Palace el futuro papel de Diana de Gales

El Gobierno conservador británico y el grupo parlamentario tory se hallan profundamente divididos en tomo al futuro papel de la princesa de Gales como embajadora oficial del Reino Unido. Ayer, durante el despacho semanal con la reina, Isabel II, el primer ministro, John Major, abordó la cuestión, de considerable importancia para el Gabinete, sin que trascendiera la decisión tomada. La princesa, separada del príncipe de Gales en diciembre de 1992, confesó en su primera entrevista en solitario transmitida el pasado, 20 de noviembre por la BBC, su deseo de convertirse en una embajadora extraordinaria de su país.El propio Major se ha mostrado en varias ocasiones partidario de no desaprovechar el potencial diplomático natural de la princesa, auténtica estrella de los medios de comunicación. Por otra parte, cualquier decisión que contraríe los deseos de Diana de Gales se arriesga a ser impopular habida cuenta de la enorme atracción que ejerce sobre el pueblo británico.

La prensa nacional aseguraba el lunes, citando fuentes próximas a Diana de Gales, que la princesa, quiere no un mero acuerdo protocolario, sino un contrato en regla y por escrito. Con la mirada puesta en los, Presupuestos del Estado, una parte de los diputados tories se muestra reticente a otorgar un papel de tanta relevancia política, y que conlleva tantos gastos, a la esposa separada del príncipe heredero.

Tener oficio

La campaña en contra de que la princesa de Gales mantenga una alta posición representativa la apoya en parte el diario Conservador The Daily Telegraph, donde ayer, en primera página, se recogían las dudas tories sobre la capacidad real de la princesa de desempeñar un papel de más peso que el de sus meras visitas a hospitales o su asistencia a cenas de caridad. El periódico reproducía a este respecto una venenosa frase pronunciada por Jill Knight, vicepresidenta del Comité de diputados conservadores 1922: "No basta con sonreír y darle a la gente una palmadita en la cabeza. Es muy fácil ofender a cualquiera aunque uno no lo pretenda, o decir cualquier cosa indebida aunque uno no quiera".

Una carta de un lector en el diario Independent abundaba en esta idea. Al parecer, durante su visita a un café de oriundos de Gales en la Patagonia argentina, la princesa se negó a tomar lo que le ofrecieron y sólo aceptó un sorbo de te. "Ofrecer algo para tomar es un acto de hospítalidad en todo el mundo y rechazarlo es un insulto", decía el comunicante. "La princesa tendrá que aprender a probar toda clase de comida y bebida exóticas si aspira a ser diplomática".

Entre los partidarios de la princesa figura, sin embargo, el ex ministro de Asuntos Exteriores, Douglas Hurd, un hombre todavía muy influyente en la política británica, quien hace un par de semanas dedicó un largo artículo a las hostilidades entre los Gales y pídió un papel representativo de relieve para los dos.

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