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Clinton encuentra la gloria lejos de Washington

Haití, Oriente Próximo, Bosnia e Irlanda del Norte son los principales éxitos del presidente de EE UU

Antonio Caño

Tenía razones Bill Clinton para decir el jueves pasado en Belfast que ése había sido "uno de los días más memorables" de su vida. Decenas de miles de personas lo habían aclamado en la capital de Irlanda del Norte de una forma comparable al recibimiento que tuvo Kennedy en Berlín. Su principal contrincante político, el senador republicano Bob Dole, había anunciado en Washington su respaldo al plan del Gobierno de enviar 20.000 soldados a Bosnia. Por primera vez en más de un año, Clinton imponía su opinión a la del Congreso norteamericano y, al mismo tiempo, recibía en la calle el trato reservado a los presidentes que hacen historia.Ambos hechos marcan el mejor momento de Bill Clinton desde que accedió a la Casa Blanca, en enero de 1993. Ambos son, por cierto, acontecimientos relacionados con la política exterior, una materia en la que a Clinton se le suponía inexperto y desinteresado, pero que, a la larga, se ha convertido en el mayor éxito de su Administración. Con tardía pero frenética dedicación, Bill Clinton está en camino de convertir una presidencia nacida bajo la sombra del aislacionismo en una de las más decisivas en la solución de los problemas mundiales.

A 11 meses de las próximas elecciones, son sus logros en ese campo, y no las prometidas transformaciones económicas y sociales dentro de Estados Unidos, el principal argumento con el que Clinton ha ganado, por fin, estatura presidencial y el que le ha ayudado a establecer una considerable ventaja en las encuestas sobre Bob Dole. "La política exterior", opina R.W. Apple, corresponsal en Washington del diario The New York Times, "no suele resultar determinante en las elecciones presidenciales, pero sí es un elemento importante en el proceso por el que el electorado toma la medida de un presidente".

Haití, Oriente Próximo, Bosnia e Irlanda del Norte han sido, por orden cronológico, los principales éxitos de la Administración de Bill Clinton en el último año. Se puede argumentar que se trata de éxitos aislados -a veces encauzados por anteriores administraciones- que no responden todavía a una estrategia global. Pero eso no reduce el mérito de haber triunfado en problemas donde otros habían fracasado antes y en los que parecía imposible una solución. A esos éxitos hay que unir algunos más en el terreno de la economía internacional, como la ratificación del Tratado de Libre Comercio (TLC) y del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), el plan de salvamento a México y la honorable resolución de sendas crisis comerciales con Japón y China. Las tensiones con este último país y la incertidumbre permanente en las relaciones con Rusia -en gran parte por culpa de esas mismas naciones- son dos de los puntos oscuros de la actividad externa del Gobierno norteamericano, que los ha compensado con una decidida actuación para establecer plenos lazos diplomáticos con Vietnam. El balance, según opinión bastante generalizada, es positivo. El semanario The Economist reconocía esta semana que, después de haber pedido la destitución del secretario de Estado, Warren Christopher, por incompetente, los últimos resultados obligaban a "quitarse el sombrero ante él". La contumacia de Christopher en los procesos de negociación ha sido fundamental en Oriente Próximo, y más aún en Bosnia. También ha sido fundamental, sin duda, la necesidad de la Administración de pisar el acelerador en la arena internacional, a la vista de que el balance que Clinton puede presentar al electorado en el campo doméstico es pobre. Funcionarios de la Casa Blanca aseguran que el último y más influyente de los asesores de Clinton, Dick Morris, no está particularmente implicado en asuntos internacionales, pero otras fuentes independientes creen que Morris influyó personalmente para que los responsables de la política exterior se apresuraran a obtener resultados en Bosnia. En una reciente entrevista, el propio Clinton explicó que una de las razones de sus éxitos en el mundo es que el trabajo en la Casa Blanca sobre esa materia es ahora "más disciplinado". Las reuniones que antes celebraba con sus consejeros de seguridad sólo una vez por semana han sido sustituidas por sesiones diarias de 45 minutos. La otra razón del éxito, según Clinton, es que ahora explica mejor su trabajo. "En un momento", declaró en octubre al semanario Time, "en el que el marco internacional es confuso y en el que la gente está bombardeada de información, creo que un presidente tiene que hacer un esfuerzo continuado, no sólo para construir un nuevo mundo, sino para explicarle ese mundo al pueblo norteamericano". En ninguno de los procesos de paz conducidos por Estados Unidos se puede, sin embargo, cantar definitivamente victoria y ninguno de ellos está exento del riesgo de que acaben volviéndose en contra del presidente. Haití es el ejemplo más claro. Poco más de un año después de una impecable intervención militar que restauró un Gobierno democrático sin el menor derramamiento de sangre, la tensión política ha vuelto a Puerto Príncipe, y con ella, las sospechas sobre las intenciones de Jean Bertrand Aristide. Si las elecciones próximas -en marzo- no se celebran en paz y democracia -lo que no es fácil-, el castillo de naipes de la política exterior norteamericana puede empezar a descomponerse en ese país del Caribe.

Bosnia, obviamente, podría seguirle. La presencia de tropas norteamericanas en un territorio en el que la paz no es un hecho definitivamente asumido por todos los bandos puede dar lugar a escenas como las ocurridas en Somalia. La paz en Oriente Próximo está todavía pendiente de un acuerdo con Siria y de la culminación de la retirada israelí de Cisjordania. Y en Irlanda del Norte, las negociaciones de paz ni siquiera han empezado todavía formalmente. No es por las iniciativas desarrolladas estos meses por la Casa Blanca por las que el electorado va a juzgar a Clinton en noviembre de 1996; es por el resultado final de esas iniciativas. Y éste es todavía una incógnita.

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