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Reportaje:EXCURSIONES: ARROYO PRADILLO

Curso acelerado

Un regato de Siete Picos ofrece una lección de ecología serrana en 500 metros de caída vertiginosa

Los apologistas de lo urbano se carcajean como hienas. citando a Oscar Wilde, quien de forma infame, observó que la, vida en el campo envilece, envejece y embrutece (curioso dictamen, viniendo de alguien que sólo probó las capitales de la llanura, la cárcel y la muerte, sin honra, a los cuarenta y tantos). Los apologistas de lo urbano se creen jóvenes aunque sobradamente preparados, pero no saben distinguir un fresno de un poste telefónico. Y, a la hora de la verdad, en lugar de Séneca u Oscar Wilde citan a Ricardito Bofill.Estos pájaros de ciudad necesitan una lección. Un curso sobre la ecología del Guadarrama, por ejemplo, les vendría al pelo. Un curso que podría. ser el del arroyo Pradillo: curso de agua, mas curso al fin y al cabo. Y es que, desde su nacimiento en las llambrias desoladas de Siete Picos hasta su decadencia en los arrabales de Cercedilla, este regato imparte tantas clases magistrales sobre el asunto como cascadas hay en sus 500 metros de caída a pico. Un curso, pues, acelerado. Tal parece ser el signo de los tiempos.

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Pan y agua

Los civilizados que deseen iniciarse en los rudimentos de la naturaleza serrana deberán llegarse hasta el polideportivo municipal de Cercedilla -donde hay aparcamiento ad hoc- para echarse a andar entre hotelitos por el camino de tierra que sale a mano izquierda unos metros más adelante. En cinco minutos se plantarán junto al arroyo Pradillo, lo vadearán y comenzarán a remontarlo.

Canteras, escombros y material de construcción vario ofrecerán a los excursionistas la primera enseñanza de la jornada: la sierra necesita más años para asimilar los derechos generados durante la erección de, un chalé que sus dueños para cancelar la hipoteca, que ya es decir. Pero el Guadarráma (y ésta es la segunda enseñanza) tiene más moral que el Alcoyano, y antes de que se cumpla el primer kilómetro de esta andadura, deslumbrará a los caminantes con un brinco de agua de cinco metros de altura, que ya es brincar.

Nuevas cascadas, de diversos tamaños y hechuras (sifones, toboganes, colas de caballo, "cabellos de ángel ... ), jalonarán el resto de la paseata por la vera del Pradillo. Nuevas cascadas y nuevas lecciones. Así, poco después de atravesar una pista y una zona de prados -entre ellos, el de la granja an Río Pradillo, donde elabor, unos yogures y unos quesos ecológicos que causan furor en Cercedilla-, hasta los excursionistas más cegatos advertirán que se produce una-brusea transición de formaciones arbóreas. Del bosque de roble melojo (Quercus pyrenaica), con sus características hojas lobuladas del color del oro viejo en invierno, se pasa al de pino albar o de Valsaín (Pinus sylvestris), de luengo fuste asalmonado.

Tal mudanza -típica del Guadarrama- será indicio de que los caminantes andan frisando la cota de los 1.500 metros. Otro indicio, pero éste probatorio, será el puente por el que el tren eléctrico Cercedilla-Cotos salva las aguas del Pradillo. Aquí se entuba parte de su caudal para que los vecinosde la colonia de Camorritos se refresquen el gaznate. Y aquí principia, montaña arriba, el tramo más bronco, encajonado e ignoto de su recorrido.

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Pocas lecciones sobre fauna puede dar ya esta sierra maltratada a los visitantes primerizos, pero las pocas que aún sabe dar, se las reserva para recovecos como éstos, donde bebe el corzo momentáneo o carpintea el pito real, Ambos huyen al primer atisbo de humanidad. Por algo será... Y tan precaria como la vida animal es ahora la corriente del recién nacido Pradillo, cuyo manantial reconocerán los excursionistas por la presencia de un grupo de acebos, árbol insólito a estas alturas (1.700 metros) y más en plena solana.

Arriba, una nube eterna se enreda en los siete garfios de Siete Picos. En realidad, no es una sola nube sino muchas sucesivas, que se forman al enfriarse el aire en su ascenso por la ladera norte y se desvanecen al asomarse a mediodía. Otra lección del Guadarrama.

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