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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Permanente vitalidad

Entre la voz del neófito Paco del Pozo y la magistral guitarra de José María Pardo, ambos madrileños y no gitanos, han transcurrido más de cuarenta años de la historia del flamenco. Sin embargo, entre esas dos épocas separadas existe un nexo, un hilo conductor que nos hace reconocer un mismo soplo de vitalidad artística.Con sus 20 años recién cumplidos, el joven cantaor -revelación de las dos últimas ediciones del Concurso de las Minas de La Unión- mostró una fuerza y una rabia realmente encomiables, no siempre evidentes en otros compañeros de su misma edad; Del Pozo cantó cuatro palos a garganta y corazón abiertos, sin economizarse, sin guardarse una sola bocanada del aire de sus potentes pulmones. No tuvo la habilidad de jugar con el sentimiento particular de cada estilo, pero eso ya vendrá con la experiencia.

VII Otoño Flamenco

Gabriel Moreno, Mariana Cornejo y Paco del Pozo, cante; José María Pardo, Pascual de Lorca y Pucherete hijo, guitarras; Manuel Heredia y grupo, baile. Casa de Cultura de Fuenlabrada (Madrid), 25 de noviembre.

Ganas de cantar

La experiencia que posee Gabriel Moreno no le impidió entregarse de forma vehemente en su larga intervención con la que cerró el festival. Tal vez tanto coraje y ganas de cantar le restaron la dulzura y la maestría que le caracterizan; a pesar de todo, por taranta y siguiriyas, más la temible cabal de Silverio, alcanzó una notable altura. Y qué belleza el toque de su acompañante ya citado. Con su guitarra-orquesta,. José María Pardo, uno de los pocos supervivientes de la época clásica del flamenco, inundó nuestros oídos con la mejor música que se puede soñar.Las dos representantes femeninas rayaron a diferentes niveles: la gracia gaditana de Maríana Cornejo no fue suficiente en esta ocasión para ocultar su tendencia folclórica, que quita profundidad y jondura a sus indudables facultades de cantaora; la madrileña Manuela Heredia, en cambio, no hizo ninguna concesión a la ligereza.

Sus dos bailes por siguiriyas y soleares fueron una lección de rigor y seriedad. Lo que no excluyó que todos los componentes de su, grupo, con Montoyita a los mandos, derrocharan imaginación y variedad en sus intervenciones de cante y de toque.

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