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El Gobierno francés se prepara a resistir una larga batalla social

Enric González

El Gobierno francés sigue bajo presión. Los trabajadores ferroviarios decidieron ayer encadenar la huelga del viernes con un nuevo paro general convocado para el martes,- los estudiantes mantienen cerradas la mayoría de las aulas universitarias y todo indica que la batalla social será larga. El plan de reforma de la Seguridad Social y del sistema de pensiones se ha convertido en catalizador del malestar general, mientras los indicadores señalan una pérdida de pulso en la actividad económica del país.El primer ministro, Alain Juppé, y su superministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jacques Barrot, insisten en que las líneas básicas del plan de reforma del Estado del bienestar son innegociables. "Hay que adaptar el sistema, y a eso no hay alternativa", declaró ayer Barrot. No tienen otra opción, por tanto, que fomentarlas divisiones existentes entre los sindicatos. El Gobierno se ve obligado a resistir la tempestad social y esperar a que amaine o, por el contrario, arrecie hasta el naufragio de Juppé y su segundo Gabinete. La oposición política de izquierda, el Partido Socialista y el Partido Comunista, se ve por su parte arrastrada por los sindicatos y desempeña un papel muy secundario en las movilizaciones.

La huelga general del sector público realizada el viernes enlazará, en la práctica, con otra prevista para el martes. Muy mayoritaria en la compañía ferroviaria nacional, SNCF, la Confederación General del Trabajo aprobó ayer la prolongación de la huelga de ferrocarriles al me. os hasta el lunes, dejando abierta la posibilidad de una huelga indefinida. Los trenes seguirán detenidos todo el fin de semana y el lunes se les unirán los transportes urbanos, especialmente los de París.

La SNCF y las universidades se han convertido en las puntas de lanza de la protesta social por razones muy específicas. Entre los estudiantes aflora el malestar por la masificación de la universidad francesa, en la que no existe ningún tipo de selectividad, y por las magras perspectivas de empleo de los recién licenciados.Los empleados de la SNCF, por su parte, temen un desmantelamiento parcial de la red ferroviaria y una pérdida progresiva de sus beneficios salariales y sociales. La deuda total de la SNCF ronda los cinco billones de pesetas, a pesar de que las distintas administraciones públicas aportan anualmente unos 50.000 millones de francos (1,2 billones de pesetas) a la compañía.

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