La pasividad nos hace cómplices
Hace unos meses se celebraba en Pekín la Conferencia Internacional sobre la Mujer. Mientras se hacían discursos, en ese mismo país, unas niñas indefensas tardaban cuatro días en morir, atadas de pies, y manos, en medio de un terrible sufrimiento. Su delito haber nacido y haber nacido mujeres.Simultáneamente, el mundo continuaba negociando y China fue uno de los principales países beneficiarios de los créditos concedidos por el Fondo de Ayuda al Desarrollo del Estado español en el año 1994. Una vez más, los derechos humanos y la economía siguen caminos hipócritamente dispares.
Sin ir más lejos, el pasado mes de marzo se intentó aprobar una resolución ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas reunida en Ginebra, condenando a China por la violación de los derechos humanos en relación a las leyes discriminatorias con respecto a las mujeres o a la invasión de Tíbet, por poner dos ejemplos. No pudo aprobarse esta condena, ante la sorpresa de los asistentes a la reunión, por un solo voto.
Ésta y otras contradicciones, flagrantes y acuciantes no, deben dejarnos indiferentes. La pasividad y el olvido consciente nos hacen cómplices: podemos y debemos actuar o estaremos incurriendo todos en un quasidelito universal de denegación de auxilio
Es necesario que la sociedad civil admita los hechos y la necesidad de encontrar soluciones. Todos tenemos el derecho y el deber moral de exigir a nuestras representaciones gubernamentales, en este semestre que España ostenta la presidencia de la Unión Europea, que se posicionen claramente a favor de los derechos humanos en China.
Asimismo, la Comisión Interministerial del Fondo de Ayuda al Desarrollo y el Consejo de Ministros deberían estar claramente informados de la necesidad de que la ayuda al desarrollo debe condicionarse al estricto cumplimiento de los derechos humanos.-
Grupo de Juristas Roda Ventura.
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