El hombre como caníbal
La selva es la pareja. Más bien, el explorador o el misionero de esa selva es la mujer, y el caníbal que calienta la olla, o el tigre, o la pequeña mosca tsé-tsé, es el marido. O el amante. O el pianista del bar. No es experiencia propia de la autora, Elvira Lindo, que parece excelentemente unida a Muñoz Molina -prologuista de esta obra que vio hacerse día a día-, sino de lo oído, leído o conocido. Sobre el hombre imaginario, esa bestia de indiferencia y opresión, bien mostrenco de las humoristas, autoras y actrices, de la que hay en este momento varias muestras en la cartelera de Madrid. Menos mal, porque las mujeres son las salvadoras económicas del teatro: y sus maridos las escoltan, a veces cierran los ojos por el sueño de su vida de trabajos forzados, pero se despiertan un poco por las carcajadas agudas y los aplausos, para contribuir rápidamente al éxito.Elvira Lindo: ésta es su primera obra de teatro,pero tiene experiencias de escritora, incluso de representante o intérpete. El personaje de Manolito Gafotas, tan popular, es de ella, y trasciende de la radio al audio-libro, y al libro silencioso. Ella ha hecho los diálogos para las representaciones de Valladares y María Teresa Campos. Se puede considerar que este trabajo para dos actores forma parte, aún, del aprendizaje, del hacerse la mano.
La ley de la selva
De Elvira Lindo. Intérpretes: Laura Cepeda y Joaquín Climent. Dirección: Manuel Canseco. Teatro Alfil, 14 de diciembre de 1995.
Da risa. Sobre todo, el primer cuarto de hora: luego la situación se eterniza. De los otros tres o cuatro cuartos de hora se encarga Laura Cepeda, que defiende el personaje con toda la sabiduría que ella sí tiene, del teatro; con encanto, artimañas, oficio y el buen juego de peloteo con el actor Joaquín Climent, que representa a los tres hombres en la vida de la cuarentona (ELvira Lindo es bastante más joven): no se disfraza demasiado, no cambia mucho su trabajo, porque de lo que se trata de de mostrar es que "todos los hombres son iguales", como quería la revolución francesa, pero al revés: la igualdad se hace por abajo, por eldespotismo y la estupidez.
Tras el estreno
He visto la obra después de un estreno brillante y concurrido de pequeñas y grandes glorias. Quiero decir que la he visto con un público ralo y tranquilo, que sin embargo rió y aplaudió con ganas. Además de la seguridad de los actores y de la certeza de la dirección de Canseco, veo en este espectáculo, para el que estoy usando excesivamente la palabra "obra", la soltura de diálogo, el sentido del humor y la afición que harán de la joven escritora (Cádiz, 1962) una buena autora.
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