Padrino, papa y, tal vez, Dios
La noche del 25 de septiembre de 1986, Frank Sinatra avanzó hacia el borde del escenario instalado en el estadio Santiago Bernabéu, miró a su alrededor y vio que unos miles de espectadores, muchos menos de la mitad del aforo, se apiñaban en torno a él. Vio las gradas vacías y, por un momento, quienes nos encontrábamos allí para escucharle devotamente sentirnos pavor: considerando su genio, lo más probable era que diera media vuelta y se alejara como un rey ofendido.No había sido una etapa fácil de su gira europea. Nada más llegar a Madrid, una serie de altercados entre sus implacables guardaespaldas y los periodistas habían convertido a Sinatra en la pieza a batir por toda la prensa local. Salieron a relucir sus vicios, sus matrimonios fallidos, sus relaciones con la Mafia y su supuesto declive. De hecho, era milagroso que no nos escupiera desde lo alto del escenario. No lo hizo. Se rindió a la cerrada ovación con que le recibimos. Y cantó como siempre.
Una cualidad
Fue Ava Gardner, su tumultuosa segunda mujer y el amor de su vida, quien mejor definió la forma de cantar de Frank Sinatra: "Tenía algo en su voz que sólo he escuchado en otras dos personas: Judy Garland y Maria Callas. Una cualidad que me hace querer llorar de felicidad, como un hermoso atardecer o un coro de niños cantando villancicos". Si lo dudan, escúchenle frasear "Fairy tales can come true, it can happen to you if you're younger at heart...".Como anuncia en esta canción, Sinatra se ha sobrevivido en numerosas ocasiones desde que nació como cantante tras haber mamado las epseñanzas de Tommy Darsey y Billie Holiday, aunque su resurrección más sonada fue la que le convirtió en un actor dramático memorable a partir de su intervención en De aquí a la eternidad, de Fred Zinnemann.
Existen varias versiones acerca de cómo consiguió el papel, incluida la referencia de Mario Puzo en El padrino -sería el gánster Lucky Luciano, amigo suyo, el encargado de hacerle al productor Harry Cohn "una, oferta que no podía rechazar" a cambio de colocarle en la película-, pero lo más probable es que Frank se ganara el papel por la sencilla razón de ofrecerse a Cohn, un reputado tacaño, por sólo 8.000 dólares, Ia mitad de lo que Eli Wallach, el actor elegido pretendía Cobrar.
Angelo Maggio era un fastuoso personaje por el que valía la pena matar, y le supuso a Sinatra el Oscar al mejor actor secundario en 1953, un año en que Marlon Brando fue nominado como protagonista por Julio César, y no lo obtuvo. Dos años más tarde, ambos actores, que ya se detestaban, coincidieron en el set de Ellos y ellas, a las órdenes de Joe Mankiewicz.
Un error de reparto había colocado a Marlon Brando en el papel de galán cantante, y a Frank Sinatra en el de Nathan Dettoit, un desastrado corredor de apuestas, escrito inicialmente para un cómico. Eláctor Marlon Brando, con su vocecilla vaciIante, vio con impotencia cómo su compañero Sinatra convertía su parte en galán...
"Es el tipo de insoportable que, cuando se muera, irá al cielo a reprocharle a Dios que se le haya caído el pelo", dijo una vez Marlon de él.
Sinatra, para compensar, le llamaba Mr. Murmullos. "Odio a esos jodidos actores de Nueva York, con el método", decía. Él fue siempre un intuitivo, inmejorable, cuando estaba en vena, en la primera toma.
Amigo de los padrinos, leal a morir con los amigos su cuadrilla, compuesta, entre otros, por Sammy Davis jr., Dean Martin, Peter Lawford y Shirley MacLaine, solía referirse a él como The Pope, el Papa, y es bien cierto que nunca les faltó su protección y fiel exponente del libertinaje egocentrista pasado por el filtro del catolicismo italiano más conservador, Frank Sinatra, el hombre que la noche del 25 de septiembre de 1986 quiso cantar, pese a todo, en el estadio Santiago Bernabéu, llega a su 80 cumpleaños.
¿Alguien mejor que él para cantarse Happy birthday?
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