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Las palabras y las balas

A Isaac Rabin lo estuvieron tachando de traidor y nazi durante mas de dos años en pancartas, manifestaciones televisivas de la oposición derechista, pegatinas en los coches y panfletos de los colonos ultraortodoxos. El sábado día 4, un estudiante acudió consecuente a cumplir con la llamada de aquellas manifestaciones de odio. Un nazi entre judíos merece morir. Y Rabin, un soldado dedicado toda su vida primero a crear y después a defender el Estado de Israel, cayó bajo las balas del joven envenenado. Por palabras. La historia está llena de precedentes. Sembrar odio, criminalizar, despersonalizar o animalizar al adversario. Alguien recoje el mensaje para hacer física la violencia verbal. Unas veces es un simple idiota; otras, pueblos enteros.No es esto un alegato en favor del lenguaje políticamente correcto aunque tenga éste sentido en. los casos en que quita la carga de agresión a términos y giros, viejos y nuevos. El consenso en la retórica civil en Israel había quedado roto tras la firma del acuerdo. de Washington. El adversario político -Rabin a la cabeza- se había convertido en enemigo, despojado de su condición judía, de su condición humana. Era "el enemigo del pueblo" a ojos de los ultraortodoxos como Yigal.

Son muchos los países europeos en los que cualquier político que ose romper un, mínimo denominador común de respeto verbal al adversario puede considerarse políticamente acabado. España no está hoy entre ellos. Después de años de insólito respeto mutuo entre adversarios políticos durante la transición, el insulto, la descalificación personal, la criminalización global y la amenaza vuelven a ser recurso favorito de algunos políticos y celosa labor bien remunerado de algún escribidor.

En Euskadi por supuesto. Allí todos están amenazados menos aquellos que cumplen fielmente las consignas de los portavoces de quienes matan, es decir, aquí sin desmesura ni eufemismos, de los asesinos de ETA. Pero ellos jamás han pretendido participar en un debate- político propiamente dicho. Se han arrogado siempre el derecho al crimen. Por eso las amenazas y calumnias de la mesa de Herri Batasuna o Jarra¡ a periodistas, políticos, empresarios o bertsolaris insumisos no son sino parte (le esa lógica de la perversión del crimen que nada tiene que- ver con el debate de ideas, ni siquiera con la política en sí.

Más peligroso para la cohesión democrática son las descalificaciones y exabruptos injuriosos convertidos en recurso literario cotidiano de algunos políticos y periodistas. Desde el "Pujol enano, habla en castellano" entonado frente a la calle de Génova tras la victoria del PP en las elecciones europeas a los calificativos vertidos contra Ruiz Gallardón -traidor, felón, miserable- por diversos columnistas, por cierto algunos de ellos mucho más independientes de todo juicio que de sus diversas fuentes de ingresos. Y pasando por las pintadas en Madrid de "Catalanes, recordad Sarajevo". O "Calleja, Atutxa,, estáis muertos". Las palabras se van . convirtiendo en algo peor que dardos. Primero en tuercas contra la "policía asesina" lanzadas por obreros de los astilleros. De la tuerca a la bala sólo hay un escalón en la ira, en el odio, en la desesperación.

Los skin heads dan palizas -y en ocasiones matan- a quienes tachan de maricones. Lectoras de diario con grapa tiran monedas al presidente de la Generalitat catalana de, visita en Madrid. Algún ulema de la izquierda enarbola guerracivilismo y lucha de clases para taparse las miserias de su inane discurso político parvulario. Cuidado con las palabras. En Israel" en los Balcanes, labraron la tierra a regar con sangre. Sin la voluntad de abstenernos del uso de algunas, puede que no esté lejos el día en que alguien insospechado deje de usarlas para recurrir -como Yigal, como ETA- a otras armas arrojadizas, éstas ya letales.

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