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El nuevo Gobierno de Juppé recibe una fría acogida de los parlamentarios conservadores

Enric González

El nuevo Gobierno francés fue bien acogido ayer en los mercados financieros, y subieron moderadamente el franco y la Bolsa de París. Entre los parlamentarios de la gran mayoría conservadora, sin embargo, no se observó el menor entusiasmo. El segundo Gabinete de la presidencia de Jacques Chirac se presentó sin otra promesa que la del surimiento. El presidente Chirac reiteró ayer ante el Consejo de Ministros que la prioridad absoluta era reducir gastos. "Es difícil, es impopular, lo sé, pero es necesario", dijo a su vez el primer ministro, Alain Juppé.

Finalmente, la campaña presidencial francesa habrá durado 11 meses. Desde el 4 de diciembre de 1994, cuando Chirac presentó su candidatura, hasta el 7 de noviembre de 1995, cuando bajo las ruinas del primer Gobierno quedaron enterradas las promesas electorales. "Hay que salir ya de la campaña electoral", dijo el presidente a sus ministros.En un breve Consejo de Ministros de apenas 90 minutos de duración, aprovechado para tomar la fotografía del grupo del Gobierno, Jacques Chirac pidió que nadie cayera en personalismos y se primara "la acción colectiva". Sobre todo, el presidente ordenó rigor en la disminución de' todos los gastos. "Sin reducción del déficit no podrá crearse empleo", dijo.

La nueva tarea de Alain Juppe es, más clara que la de los seis meses anteriores, en que se solaparon dos prioridades mutuamente excluyentes, la -financiera y la social. Pero el trabajo de Juppé, aunque más claro, no se ha hecho más fácil. El lema del nuevo Ejecutivo, "dos años de sacrificio", repetido hasta la saciedad por el presidente y el primer ministro, es muy poco atractivo para los franceses.

Uno de los nuevos ministros, el tibiamente balladurista Jean-Claude Gaudin, alcalde de Marsella y a cargo de la cartera de Equipamiento Territorial, Ciudad e Integración, reconoció que se partía de "una situación muy difícil". "Habrá que sobreponerse al desánimo y recuperarse", dijo. El día antes, en su mensaje televisado a los franceses, Alain Juppé señaló que lo más necesario era "recuperar la moral".

Además de nacer bajo el signo del dolor y de la urgencia, el del nuevo Gobierno ha sido un parto parecido al de los montes. Toda una dimisión colectiva por sorpresa no produjo más que la incorporación de cuatro nombres de segunda fila y 13 bajas de tercera Fila. "Tras el anuncio espectacular de la dimisión del Gobierno, el cambio limitado a algunos ministros nuevos no es el gran cambio que esperan los franceses", comentó el diputado gaullista Jacques Baumel

Sin 'pesos pesados'

Este equipo", añadió Baumel, "apenas reforzado, ¿tendrá la autoridad y la firmeza necesarias para afrontar las terribles dificultades que le esperan?". Otro parlamentario gaullisia, Etienne Pinte, lamentó que no se hubieran incorporado al Gabinete "balladuristas de peso como Charles Pasqua o François Léotard, porque ése habría. sido el golpe de acelerador que le hacía falta a Juppé". El liberal Gilles de Robien se preguntó, a su vez, si "era realmente el momento de organizar una dramatización tan importante para, finalmente, efectuar una modificación relativamente menor".

Ni Édouard Balladur ni sus hombres de confianza expresaron directamente su- opinión sobre el minicambio de Gobierno. Se limitaron a desearle buena suerte. Fueron los acólitos quienes se encargaron de propagar que los balladuristas no se sentían representados en el segundo Gobierno de Juppé. Para toda la izquierda, el minicambio sólo fue interpretado como "síntoma de una profunda crisis en la derecha", en palabras coincidentes del socialista Lionel Jospin y del comunista Robert Hue.

El diario Le Monde señaló que "el paso del Gobierno Juppé I al Gobierno Juppé II no ha tenido, hasta el momento, el impacto político esperado", subrayando la falta de pesos pesados" y deduciendo que "la fractura de la derecha [a raíz del enfrentamiento Chirac-Balladur] no ha sido reducida".

En los mercados financieros, la promesa de reducir los déficits y mantener a, toda costa la paridad del franco fue bien recibida. Y, sin embargo, el cambio de Gobierno coincidió con la publicación de informaciones sin fuente identificada sobre la posibilidad de un aplazamiento sine die de la Unión Económica y Monetaria europea por voluntad del Gobierno alemán. En el propio Gobierno de Juppé se cree, según pudo saber este periódico, que el calendario fijado en Maastricht para 1997 y 1999 será difícilmente realizable.

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