El azote del imperio pujolista
Aleix Vidal-Quadras se pone estupendo cuando transforma sus cejas en acentos circunflejos y propaga algún efecto de azufre para equiparar la idiosincrasia de un sardanista con el fundamentalismo hirsuto de un ayatolá. Bajo los trajes oscuros del tribuno de adjetivación truculenta, el físico atómico vende sus secretos al doctor No para, que destruya el imperio del pujolismo. Luego, Mr. Hyde regresa a la palidez del muchacho en larga convalecencia, con Las aventuras de Arthur Gordon Pym en el regazo y el tirachinas para espantar al gato de la casa. El catedrático Aleix Vidal-Quádras se aupó al cartel de enemigo público número uno cargándose de espaldas, para dójicamente, por lo mismo que en el fútbol americano se usan gruesas hombreras. Ya le han tirado huevos y monedas en días'señalados. El candidato busca el consuelo de algún pase popperia . no y vuelve a la carga, con ademán mefistofélico, para exasperación constante del es tablishment nacionalista, que le acusa de atentar contra la cohesión y el consenso lingüístico.Usa una voz cascadísima que parece a punto. de abandonarle pero finalmente sobrevive a los largos vericuetos de su expresión, especialmente cuando clama contra los males del pujolismo intervencionista y las incontables lacras del pacto PSOE-CiU. También se crece al confudir los ritos más inofensivos del catalanismo con un aquelarre de herederos de Jomeini. Tanta afonía contrasta con las dimensiones de aquella inmoderación intelectual que al plantear los términos para la solución de un conflicto a veces no duda en crear otros conflictos.
Sus enemigos le ven como un ogro capaz de desayunarse con un monje de Montserrat todas las mañanas, pero más bien pertenecería a la categoría política del profesor excéntrico más fácilmente asimilable en sociedades como la británica. Aquí, en una comunidad con tantos políticos de letras, el científico Vidal-Quadras parece haber creado su propio autómata y lo contempla con cierto hastío de la inteligencia, entre chisporroteos de alta tensión y humos de laboratorio. Nada tipológicamente más lejos de don Alejandro Lerroux.
, Seguramente ha dedicado más tiempo a subrayar las contradicciones del pujolismo que a explicarse a sí mismo. En más de un sentido, Vidal-Quadras nace como político en función de Jordi Pujol, al modo de esas avecillas juguetonas que pasan el día sobre el lomo del hipopótamo. A fuerza de precisar su búsqueda del adjetivo más contundente, alcanza una cierta incontinencia expresiva, aunque generalmente razone desde un sólido interés por las ideas, no muy habitual.
Con ojos algo achinados y la, sombra de algún problema de hígado, pudiera ser un predicador de Cuaresma que llega para amenazar a los pecadores del lugar con el fuego eterno y luego pasa sus veladas leyendo el epistolario de Voltaire en la posada, a la luz de un candil. Por lo demás, la mirada algo indefensa o fatigada combina con una silueta desgalichada que a veces parece salirse a zancadas de unavieja viñeta del dibujante Coll, en las páginas del TBO Se le achaca una capacidad inmensa para desestabilizar naciones y desarraigar idiomas. Flaco, escaso de hombros, de constitución fibrosa, tiene apariencia de saltamontes, presumiblemente dispuesto a saltar sobre cualquiera de aquellos boticarios entusiastas que en plan amateur redactaron las beneméritas bases de Manresa. Por lo visto, a veces le cuesta callarse oportunamente incluso sabiendo que muchas de las cosas estúpidas que podemos encontrar en las páginas de la historia fueron hechas con la mejor de las intenciones.
También ha representado el papel del alumno travieso que en horas de clase lanza con un canuto granos de arroz contra el maestro, pero a final de curso quien viene poniendo las notas es el prefecto Jordi Pujol. Incluso. así, se diría que Vidal-Quadras no tiene muchas ganas de regresar a los laboratorios de física de la radiación. A pesar de los campos minados que tan frecuentes son en su propio partido, se ve que a Vidal-Qudras la política le gusta mucho.
Desde luego, no van a faltar quienes para después de las elecciones autonómicas le auguren un destino político similar al de un tal Hiparco que estrenó en sus carnes la práctica del ostracismo en la Atenas de los buenos tiempos. Claro está que, según dice la historia, el ostracismo sirvió de poco cuando fue utilizado para mediar en la rivalidad entre Nicias y Alcibíades.
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