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México inicia la privatización parcial de Pemex ante la necesidad acuciante de nuevas inversiones

Javier Moreno

La Empresa Estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), símbolo durante décadas del nacionalismo de México y de su esperanza de bienestar económico, renunció el lunes por la noche a su sueño histórico. Acuciada por la falta de dinero, su Consejo de Administración dio el visto bueno a la decisión del Gobierno de privatizar sin restricción alguna 61 de sus plantas petroquímicas. Los representantes sindicales se abstuvieron. Con el dinero que obtenga, Pemex tratará de mantener a flote el único sector que queda exclusivamente en manos mexicanas y estatales: la extracción de crudo.

Con toda la carga simbólica que contiene, el anuncio no llega por sorpresa. A lo largo de este año, tanto miembros del Gobierno como el director de Pemex, Adrián Lajous, han insistido en la necesidad de privatizar la industria petroquímica, un tema extremadamente delicado en términos políticos en México y que incluso ha requerido de cambios en la Constitución. El lunes se hizo la lista de las 10 plantas con las que comienza la operación. Cosoleacaque, en Veracruz, sobre el golfo de México, será la primera en caer. Pemex confía en colocar en el mercado el resto antes de 1997, según aseguró al hacer pública la noticia.Las más importantes multinacionales del sector ya han expresado su interés. Pero al mismo tiempo, algunos de sus directivos se han quejado también de la falta de información por parte del Gobierno mexicano, en especial sobre el estado en que se encuentran las plantas, y su futuro régimen de funcionamiento. De momento, se sabe que los complejos no serán directamente vendidos sino que se crearán empresas para gestionarlos y después se venderán los paquetes mayoritarios de acciones de estas sociedades a los ganadores de la licitación.

El precio es otro punto de fricción. Aunque el Gobierno mexicano se ha negado hasta ahora a ofrecer una estimación de lo que espera recaudar, los expertos calculan que no superará los 1.300 millones de dólares (cerca de 160.000 millones de pesetas). Los activos que se ponen a la venta representan, según Pemex, el 90% de la producción petroquímica mexicana.

Pemex necesita con urgencia ese dinero para mantener sus niveles de producción de petróleo. Tras el acuerdo, el secretario (ministro) de Industria, Ignacio Pichardo, indicó que la venta permitirá a Pemex "dirigir sus esfuerzos a [...] la exploración y explotación" de crudo. Históricamente, la empresa ha entregado el 70% de sus ingresos brutos al Estado mexicano vía impuestos especiales, lo que le ha dejado escaso margen para reinvertir y modernizar sus instalaciones. La mayoría de ellas no puede hoy luchar de forma competitiva.

De hecho, un primer intento de privatizar algunas de las plantas (las más antiguadas y menos atractivas) fracasó en 1993, en medio de un declive mundial en el mercado de productos petroquímicos. Esta vez, las perspectivas son mejores. La aventura nacionalista, iniciada en 1938 con la estatalización del petróleo por parte del general Lázaro Cárdenas, se encamina así a su final sin apenas oposición.

Ni siquiera los otrora poderosos sindicatos petroleros, tradicionalmente contrarios a la privatización, han armado gran alharaca. Su representante en el consejo de administración de Pemex, Carlos Romero, se abstuvo el lunes en la votación, aduciendo "responsabilidad" ante el país. A Cosoleacaque le seguirán los complejos de La Cangrejera, Pajaritos, Morelos, y así hasta 10, situados principalmente en los estados de Tabasco y Veracruz. La venta de Pemex se inscribe en una amplia ola de privatizaciones, por las que el Gobierno confía en obtener 14.000 millones de dólares en los próximos tres años, según fuentes oficiales.

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