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Perdón a las monjas jerónimas de Cáceres

Juan Arias

Nuestro diario ha tenido un desliz imperdonable con el monasterio de las monjas de clausura de Santa María de Jesús, de Cáceres, al haber publicado el pasado 21 de octubre, sin permiso y sin venir a cuento, la fotografía de la hermana Jacinta de Fátima, una monja india de 33 años, en el reportaje titulado El Vaticano denuncia el tráfico de jóvenes indias a conventos de clausura españoles.

Con todo el derecho del mundo, la priora del convento, sor Eustaquia de la Encarnación, se ha dirigido al Defensor del Lector quejándose de lo ocurrido: "Le envío estas letras", escribe con una bella caligrafía, "para decirle que estamos disgustadas por la fotografía publicada en su periódico. Nuestras primeras jóvenes vocaciones indias vinieron a nuestro convento de Sevilla el año 71. Exactamente 14, y todas ellas continúan en su vocación. Vinieron por petición propia a una comunidad de 60 monjas y sin escasez de vocaciones, así que, ¡por favor!, no nos ponga a nosotras para justificar un reportaje al que somos ajenas. Esperando que no vuelvan al publicar unas fotografías nuestras sin nuestro consentimiento, le queda afectísima en el Señor Jesús, la priora".

Que la hermana Jacinta, aparecida en el diario, no tenía que ver, ni hipotéticamente, con el reportaje queda claro porque en él se habla del supuesto tráfico de jóvenes indias "desde hace un año", mientras la monjita india de Cáceres ingresó en el convento de las jerónimas de Sevilla en 1980, donde ya estaba una hermana suya.

Pero hay más. Precisamente fue este Defensor del Lector quien, el 21 de agosto del año pasado, siendo entonces corresponsal de Cultura del diario, publicó un largo reportaje sobre la vida religiosa de clausura titulado El silencio de Dios, para el cual había visitado, junto con el compañero fotógrafo Cristóbal Manuel, el convento de las jerónimas de Cáceres, donde pasamos casi todo el día dentro de la clausura, tras haber recibido, por cierto, las máximas facilidades de la madre priora.

Allí pudimos conocer, junto con las otras monjas, a la hermana Jacinta, india, que nos sorprendió por su simpatía y profunda espiritualidad y a la que se mencionaba cariñosamente en el artículo. De aquel convento se escribió en el reportaje con aprecio: "Cuando la mano blanca de la priora te entrega, a través del torno, la llave para que tú mismo abras la puerta de la clausura se tiene la sensación de violar algo sagrado. Y no sabes si estás abriendo la puerta de una cárcel, donde se han encerrado para siempre aquellas mujeres que han escogido un mundo de silencio, o si, al revés, eres tú el que sales de una prisión para entrar en un mundo de libertad interior, donde lo que nosotros tanto buscamos ellas lo han encontrado ya, y sin comprarlo con dinero".

¿Por qué apareció, pues, la foto de la hermana Jacinta en el artículo en el que se desvelaba un supuesto tráfico de jóvenes indias a conventos de clausura españoles? Por un descuido que nos duele, y que Gabriela Cañas, jefa de sección de Sociedad, en la que apareció el reportaje de Miguel Bayón, explica así, en ausencia de la redactora jefe, Malén Aznárez:

"Esa foto nunca se debía haber publicado en el contexto que se hizo. La utilización de las fotografías de archivo es un método utilizado cada día en la redacción de un periódico para ilustrar, precisamente, noticias en las que los protagonistas no quieren aparecer o son de difícil localización, como fue este caso. Pero las afectadas por el uso de esta foto no merecen una confusa explicación del proceso que los periodistas deben realizar diariamente para poner en página las noticias que manejan, sino, sencillamente, que se les pida perdón por lo ocurrido y que acepten la más sincera disculpa por parte de la sección de Sociedad, en la que, por otra parte, nunca se consideró que el hecho relatado dejara en mal lugar al mundo religioso de clausura".

Es cierto que una de las faltas en las que suele recaer este diario es la de la publicación de fotos sin permiso de los interesados o que habían sido permitidas para una finalidad diversa a la que después se destinan. Y, sin embargo, el Libro de estilo es muy explícito en este tema cuando afirma: "Debe extremarse el cuidado con la publicación de fotos de archivo utilizadas como simple ilustración de contenidos de actualidad. Los periodistas han de velar por que tal inserción de ilustraciones, al ser extraídas del entorno en que fueron tomadas, no dañe la imagen de las personas que aparezcan en ellas".

En este caso es indudable que se ha dañado la imagen, tanto de la hermana Jacinta como la de la comunidad del convento de las monjas jerónimas de Cáceres. De hecho, en un coloquio telefónico, la priora del convento, sor Eustaquia de la Encarnación, nos ha dicho que a la hermana Jacinta le ha dolido mucho ver su foto en dicho reportaje. Aunque con el espíritu pacífico que las anima, la priora ha querido subrayar que no quiere que "se castigue al periodista responsable". Y añadió con humor: "Échele sólo una riñita para que no vuelva a hacerlo y dígale que vamos a pedir todos por él para que su desliz no le cause perjuicios. Pero, ¡por favor!, no vuelvan a usar nuestras fotos sin nuestro permiso".

El Defensor del Lector ha preguntado al director adjunto, José María Izquierdo, cuál es el mecanismo que el diario usa para la publicación de las fotos de archivo y a qué se debe el que se tropiece con frecuencia en la misma piedra. En una palabra, quién es el responsable último de estos deslices. Izquierdo ha respondido así:

"Es evidente que la responsabilidad última es de la dirección. En cuanto al mecanismo, es tan sencillo como -a lo que se ve- peligroso. Las secciones de información escrita recurren a la de fotografía para solucionar los casos en los que, como aquí ocurría, y que ya explica Gaby Cañas, era imposible la obtención de foto de las directamente implicadas. La asociacion mental fue obvia: en el archivo se buscan monjas, y no sólo se encontraron monjas, sino además se halló una india. Alguien, que se merece algo más que la 'riñita' que nos sugiere la priora, debió creerse que había logrado un gran hallazgo periodístico. Sólo dedicar al tema un poco de reflexión hubiera evitado el disparate. Quizá nos sirva esta demostración de la contumacia en el error para intentar, de una vez por todas, acabar con este mecanismo envenenado al que no logramos poner fin. La hermana Jacinta ha sido generosa, pero quizá otros afectados lo sean menos. Procuraremos evitar nuevos errores en la selección de fotografías".

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