Paredón
Al parecer hay señores que están soliviantados ante la falta de revanchismo de Ruiz-Gallardón. Aún quedan técnicos de la anterior legislatura que permanecen en sus cargos, y algunos sectores de la derecha han puesto el grito en el cielo. El delito de estos cargos no es, por lo visto, ineptitud, falta de honradez o negligencia, sino la sospecha o confirmación de pertenecer a una ideología diferente de la que gobierna.La derecha española siempre ha sostenido que este país se arregla con una buena gestión, lo cual es cierto, lo contrario es imposible; y debe ser que de tanto repetir esta verdad de Perogrullo han llegado a la conclusión de que para ser un buen gestor es imprescindible tener el carnet del Partido, Popular. En tal caso, habría que reescribir algunas consignas y aceptar que "ser español es ser portador de gestiones externas". Pero lo malo no es sólo que se considere suficiente el carné del partido para acceder a determinados puestos, sino que además se considere necesario, imprescindible. En ese caso, al Partido Popular le puede ocurrir como le ocurrió al partido socialista en el año 82, que se le llene el partido de individuos que sólo buscan el enriquecimiento personal, y de esos ya va sobrado. Aunque sólo tuviera uno.
La política se parece cada vez más a las bandas de los barrios o a los ultras que siguen a los equipos de fútbol. Se es malo o bueno en función del color de la camiseta que se viste. Así, mientras que se cuestiona todo lo que dice el adversario, sea lo que sea, se consiente al propio cualquier barbaridad. En la euforia de la victoria, a la hora de adjudicar un cargo se perdonan esos pequeños pecadillos, que todos hemos cometido alguna vez, y se pondera hasta el infinito la fidelidad, por encima de cualquier otra virtud. Se corre el riesgo de volver a los tiempos en los que se hablaba de "adictos al régimen", término que siempre me ha gustado mucho porque define perfectamente una actitud política: la de aquellos que ante la ausencia "de los mejores" se desvían de las rutas imperiales, y ante actitudes contrarias a su ideología sufren convulsiones epilépticas.
Yo pediría a esos señores que a través de publicaciones gremiales reivindican la segregación de los que no les resultan ideológicamente afines, que reflexionen, porque sin querer estarán luchando contra sí mismos, si es que realmente aspiran a una buena gestión. El carnetismo es intrínsecamente perverso e indecente. Priva a los Gobiernos de buenos profesionales que por honestidad se niegan a sacar un carné en el que no creen y, a cambio, nutre las Aministraciones de golfos que se apuntan a cualquier carro con tal de que les lleve a puertos de abundancia.
También podríamos argumentar que la esencia de la democracia está en el hecho de que cada uno pueda opinar lo que le dé la gana, y pertenecer al partido o sindicato que desee sin ser represaliado por ello, pero no viene a cuento hablar de democracia en estos días en los que ha quedado claro que tres o cuatro delincuentes pueden tener más poder que todo un pueblo soberano, porque cogen como punto de apoyo las normas de esa democracia contra la que luchan, para hacer palanca y desestabilizar las instituciones que, paradójicamente, les amparan.
Pero, mientras, hay que seguir insistiendo en la cosa de la democracia, a ver si a fuerza de repetir se les pega algo.
Por cierto, tampoco estaría mal que tuvieran cuidado con las formas. Aunque, sabemos que todo da igual y que el personal, al parecer, no se entera de nada (o, por lo menos, no reacciona), no está bien que pongan en un cargo de responsabilidad a ese señor que dice que sólo está en política para forrarse. Es que desmoraliza mucho. Si hacen eso ahora que son oposición y tienen que dar buen ejemplo, ¿qué será si algún día llegan a regir los destinos de esa España que tanto aman y tan buenos dividendos produce?.
Aprovechando el derribo del muro de Berlín hay que convencer a esos señores que tanto se quejan de los carnés que portan los demás de que no estaría mal que ellos derribaran de una vez, para siempre, su recurrido y particular paredón.
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