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ANTOLÓGICA DE MUÑOZ DEGRAIN

Recuperado un artista poderosamente original

La Caja de Madrid sigue su ciclo historicista con la presentación de la antológica de Antonio Muñoz Degraín, uno de los maestros paisajistas de finales del siglo XIX y principios del XX. Director de la Escuela de Pintura de Madrid y profesor en la de Málaga, donde fue maestro de dibujo de Pablo Ruiz Picasso, la muestra agrupa obras, algunas nunca expuestas en España, de distintos museos.

Una exposición antológica de Antonio Muñoz Degraín (Valencia, 1840-Málaga, 1924), sin duda uno de los valores más notables de la pintura española del siglo XIX, permanecerá abierta, en la Sala de las Alhajas, de la Caja de Madrid (plaza de San Martín, 1), hasta el 18 de diciembre. La muestra, que reúne 47 cuadros, la mayor parte de tamaño considerable, y entre los que hay bastantes que no se había tenido la oportunidad de conocer ni siquiera a través de fotografías, ha estado bajo la responsabilidad de Ramón García Alcaraz, que ha hecho un trabajo verdaderamente notable.En principio, podríamos señalar que esta exposición se inscribe dentro de la corriente de recuperación de nuestro arte decimonónico, algo muy necesario y que se viene haciendo desde hace un par de décadas, tras muchas más de incuria y olvido. No obstante, en el caso de Muñoz Degraín hace falta poner un mayor énfasis en la recuperación de su figura, aún hoy poco conocida del gran público, porque la extraordinaria calidad y originalidad de su obra « desborda el interés genérico por una época. Muñoz Degrain, en efecto, es, sin duda , uno de los mejores pintores de nuestro país de la segunda mitad del XIX y comienzos del XX, un momento apasionante y todavía confuso por la abundancia de corrientes y personalidades.

Calidad sostenida

Pues bien, lo primero que se despeja en la actual muestra es la calidad sostenida, desde el comienzo de su actividad, por Muñoz Degraín, del que se exponen un par de paisajes de hacia 1859, cuando el artista contaba unos 19 años, dignos de Martín Rico y en sintonía con la labor modernizadora del género que, por aquellos años, emprendía en Madrid el hispano-belga Carlos de Haes. De hecho, un verdadero superdotado en esta materia, Muñoz Degraín demostró una capacidad portentosa para tratar todos los temas de moda, desde la pintura de historia -de la que, por cierto, se presenta un descubrimiento soberbio en la muestra, Otelo y Desdémona (1880), del Museo de Chiado de Lisboa- hasta las fortunyanas escenas de género o los densos y literarios cuadros de orientación simbolista.En todo caso, haga lo que haga, Muñoz Degraín, que fue uno de los primeros maestros del adolescente Picasso en Málaga, siempre resulta poderosamente original, empezando por su transición desde el realismo casi directamente a un expresionismo de aliento cercano a la fauye, y continuando por sus audaces formas de composición, que buscan puntos de vista forzados.

El instinto pictórico de Muñoz Degraín es, además, de tal índole que la prolijidad narrativa, que asfixiaba a la mayor parte de los artistas de su generación en un anecdotario que hoy nos resulta insustancial, en él siempre atesora sorprendentes efectos plásticos, como en ese paisaje de la Sierra del Guadarrama. Torrente de los Lirios (1904-1908), donde confluyen simultáneamente todos los efectos atmosféricos posibles. Colorista excepcional, que sacó matices insólitos a la artificiosa gama de los simbolistas mediante hermosos toques de azules, malvas y amarillos, su caligrafía pictórica, rotunda y atrevida, no tiene parangón, como tampoco parece tener límite su atrevida imaginación.

Esta exposición abierta en Madrid pone en evidencia estas y otras cualidades del pintor valenciano, que, a partir de ahora, probablemente será mirado de otra manera por nuestro público aficionado.

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