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'La otra América' trae algo de vida e imaginación a un concurso bastante apagado

La semana de cine vallisoletana, como de costumbre, está llena de buen cine, pero este año no tanto en el concurso, que estáresultando de escasos vuelos y que hasta ahora sólo ha dado a conocer dos películas de, altura: la excelente Nelly..., de Claude Sautet, y, ayer, La otra América, una coproducción europea dirigida por Goran Pascalievic, que nos embarca en una emotiva metáfora sobre las negruras de emigración de europeos pobres a EE UU.

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Una inocencia sin perjuicios

La visión mágica y lírica de este doloroso asunto se aparta de lo convenido y sorprende por su originalidad. Nacido hace al o menos de medio siglo en Belgrado, Goran Pascalievic pertenece, como el célebre Emir Kusturica, a la llamada "escuela de Praga", corriente que fue una de las fuentes del esplendor del cine en la antigua Yugoslavia.En aquel desaparecido laboratorio praguense surgió una especie de toque unificador, que distingue todavía los estilos, por diferenciados que sean, de muchos de los que se forjaron en aquella fábrica de gentes de cine y de teatro. Es una marca un estigma de origen que ahora puede, sin embargo, conducir a algunas confusiones, como por ejemplo deducir, viendo La otra América, que su director, Pascalievic, es un discípulo de Kusturica.

No es exacto: éste es un condiscípulo y no un maestro de aquél. La cercanía, el parentesco entre sus respectivas maneras de enfocar, desarrollar y resolver una historia en imágenes, se origina en una educación común, de esas que imprimen carácter, y no en una relación de dependencia o de derivación de un artista respecto del otro.

De aquel pequeño volcán hoy apagado de la imaginación del cine europeo, procede probablemente también en parte la singularidad con que Pascalievic destruye -junto con el guionista Gordan Mihic y los extraordinarios intérpretes, entre los que están Tom Conti, Lazar Kalmic y la española María Casares- un tópico. Es el tópico de la emigración europea a Estados Unidos. La otra América convierte los escombros de las docenas de películas que abordan este dramático asunto en materia inédita para una película muy sencilla, emotiva y llena de ternura, que representa un suceso negro y trágico, y que por ello crea dolor, pero un dolor envuelto en sonrisas y en amables despuntes de lágrimas: esa humedad reconfortante que despide la pantalla cuando es transparente, libre y solidaria.

La otra América, sin ser excepcional, se eleva por encima de la media de esta Seminci, que hasta el momento sólo alcanza una nota nada más que aceptable, pues junto a un par de obras de gran calado contiene algunas insignificantes. Una es la holandesa Antonia, un divertido y duro esperpento, mezcla de comedia de época, sainete rural y dramón surrealista, que se dispersa interiormente. Algo parecido le ocurre a la comedia independiente neoyorquina Denise te llama.

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