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2.500 ovejas buscan las cañadas bajo el asfalto

Los madrileños hicieron ayer pasillo a 2.500 ovejas merinas. Por segundo año consecutivo, el asustadizo rebaño se paseó coreando su propia voz repetidamente. Todo un desfile, tanto festivo como reivindicativo. Las ovejas pedían lo que en tiempo fue suyo: las vías pecuarias selladas ahora por el asfalto. Y centenares de personas se embelesaron durante la mañana del domingo con el séquito ovino, que perfumó la ciudad de un aroma rural, repleto de mugre y cagarrutas.

El ganado que ayer llegó a Madrid salió hace un mes de Portilla de la Reina (León), muy cerca de los Picos de Europa. "Queremos la recuperación de la trashumancia", decía ayer uno de los pastores. Con esta marcha pretenden rememorar la trashumancia milenaria de ganado entre el norte y el sur de España, manteniendo las dehesas y la cultura popular.Las ovejas afrontaron su escala más difícil al abandonar la Casa de Campo a las ocho de la mañana: cambiaban la tierra por el asfalto. Al principio se sumergieron en la ciudad sobrecogidas y apretadas. Encabezaba la expedición Cesáreo Rey, propietario de los animales, de 61 años. El mayoral dirigió el ganado con un fastuoso bastón de mando. Le seguían cinco pastores, tres ayudantes, tres caballos, siete perros y un burro. Y las ambulancias del Samur, provistas de médicos, que no de veterinarios.

Al llegar a la Puerta del Sol, el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, se unió al séquito de carneros. El regidor, ausente siempre de actos reivindicativos, decidió guiar a los borregos por la ciudad. El alcalde explicó por qué lo hacía: "Por una vez, que Madrid recuerde su pasado bucólico y que la ciudad se acerque un poquito a la naturaleza". El año pasado, la foto del rebaño en Madrid dio la vuelta al mundo.

Al llegar a Cibeles, algunos corderos, sedientos, intentaron beber de la fuente. Un pastor les cortó el paso con una vara y a la voz de "Yaaa". Carlos Aguilera, uno de los pastores, explicó: "Es que tienen ya sed y beber las puede descontrolar".

"Desgraciadamente, lo peor de la ruta es que el campo está abandonado", decía otro ovejero. Para todos ellos su paso por Madrid sólo perseguía un objetivo: "Que sepa la gente que hay que recuperar los corredores verdes y los espacios naturales, que poco a poco se están perdiendo".

Entre el público abundaban personas con pelo cano y niños. Muchos de éstos nunca habían visto un borrego. Así, una pequeña intentó en la Puerta de Alcalá tocar su lana. Andrea, de ocho años, se echó a llorar cuando el animal le respondió con un "iBeee!". Al tiempo, dos ancianos discutían en la acera por el valor de una cabeza de ganado. "Cada una de estas ovejas no vale más de 5.000 pesetas", decía uno. El otro le respondía: "Que no, que éstas no tienen la lana blanca y valen menos". Domingo Cañadas, otro, pastor, puso fin a la discordia: "Se trata de ovejas merinas, y cada una vale 10.000 pesetas".

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A las 12.30, las ovejas terminaron de recorrer la calle de Alcalá, la antigua vía pecuaria de Madrid. Finalizaba así su recorrido más audaz hasta Extremadura. José María, uno de los pastores, decía enojado: "La gente se ha echado demasiado encima de los animales. De todas formas, no estaban muy agitadas porque esta mañana se les ha dado poco de comer".

Las ovejas dejaron un rastro de mugre que limpiaban dos vehículos municipales y ocho operarios. Uno de los empleados indicó: "Menos mal que este año iban más en fila y hemos tardado menos en asearlo todo". Emilio, de 83 años, agudizaba sus sentidos: "Hacía mucho tiempo que no olía tan bien en Madrid".

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