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París se contempla en su mejor retratista

El Museo Carnavalet dedica una gran exposición homenaje a Robert Doisneau

Las grandes ciudades necesitan de los artistas para existir. Nueva York sin el cine, Londres sin Dickens o París sin los impresionistas serían ciudades distintas, que veríamos de otra manera. Robert Doisneau, (1.912-1994) es uno de los creadores del París popular del siglo XX. Su cámara, su rolleiflex, nos ha legado una imagen precisa, humanista, de la ciudad y sus habitantes.En el Musée Carnavalet, que es el de la historia de París, se ha abierto, hasta el próximo 11 de febrero, una exposición-homenaje a Robert Doisneau, "pescador de imágenes", tal y como él mismo se autodefinía.

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Mucho más que un beso

Esas imágenes pescadas (él siempre se quiso diferenciar de los "cazadores de imágenes") por Robert Doisneau han acabado por convertirse en referencia obligada de la visualización de París, de un París popular que él retrató desde finales de los años 30 hasta el París social y étnicamente explosionado de los años 80, cuando los suburbios han dejado de poder evocarse con la suave ternura con que él lo hacía.Robert Doisneau era un ojo paciente y atento, un paseante curioso que sabía ver la poesía de la realidad allá donde se encontrara. "París es un teatro en el que la butaca se paga perdiendo tiempo", decía a modo de explicación de su trabajo.

Los 325.000 negativos que Doisneau ha dejado tras de sí están, en su mayoría, dedicados a la capital francesa y sus suburbios. Doisneau era poco viajero y, en cualquier caso, incluso cuando visitó la URSS, siguió viendo niños, ancianos, trabajadores, gente humilde que sabe buscarse motivos para seguir viviendo. Las casi 500 imágenes escogidas por el Carnavalet han sido agrupadas bajo seis leyendas: Infancia y aprendizaje (1912-1929); La formación (1930-1939); La guerra (1940-1944); La fotografía humanista (1945-1960); Reportajes y bricolajes (1960-1978); Retorno al suburbio (19781993). Y todo ese recorrido va salpicado también de rostros amigos, de retratos geniales de tipos no menos geniales: Picasso, Jean Arp, Simone de Beauvoir, Jacques Prevert, Alberto Giacometti, Georges Braque, Le Corbusier, Jean Cocteau, Blaise Cendrars, Sabine Azema, Raymond Queneau o Eugene Ionesco son algunos de los privilegiados por el objetivo cariñoso de Doisneau, un objetivo que prefería a los enamorados, los noctámbulos, los niños o, simplemente, a los individuos anónimos que tomaban el metro o que participan en las barricadas en el momento de la sublevación de París contra la ocupación alemana.

Los estilos y las obsesiones temáticas se suceden, pero el conjunto, como el de la obra de Eugéne Atget o la de Brassai, es coherente y, sobre todo, acaba por configurar una ciudad y un mundo. Los clichés célebres son muchos: Les deuz femmes au diable (1932); La sonnette (1934); Llavion de papa (1934); L'amour sous VOccupation (1943); Le cheval tombé (1942); Barricade, rue de la Huchette (1944); Monsieur Barabé et son rosier (1946); La stricte íntímité (1945); la serie de baisers hecha para Life en 1950; M11e Vavin, danseuse au Concert Mayol (1953); Mlle Anita à la Boule-Rouge (1950); reportaje para Simca (1959); L'épouvantail (1962); Venus prise à la gorge (1964); la serie sobre los suburbios modernos encargada por la DATAR; L'ex-bon coin (1987); Sandrine Bonnaire sous le peripherique (1990).

Doisneau había nacido en Gentilly y vivió de 1937 hasta su muerte en Montrouge, en el, llamado cinturón rojo de París, telón de fondo y argumento de su andadura de artista. Se le ha acusado de sentimental, se ha dicho que su obra no recogía la dureza de la vida, que los momentos de mayor enfrentamiento de la sociedad no desfilaron ante sus objetivos. Lo cierto es que Doisneau, pareciendo interesarse por lo trivial y anecdótico, por los personajes y los actos marginales, ha conseguido dejamos el testimonio de un paisaje y una manera de vivir que se desvanece, que desaparece.

Robert Doisneau es, sin duda, un cronista en el sentido noble de la palabra, alguien que, guarda para los demás el tiempo que pasa para poder restituírnoslo luego. La exposición que ahora se puede contemplar en París ha sido concebida por Peter Hamilton, biógrafo de Doisneau, y da a conocer un centenar de clichés inéditos, así como nos permite percibir cómo trabajaba el fotógrafo en su laboratorio, sobre todo los criterios que seguía a la hora de recuadrar las imágenes pescadas.

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