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Miércoles negro

La escalada de contradictorias y arbitrarias resoluciones adoptadas hace ocho días por el juez Moreiras en relación con la transferencia de 600 millones ordenada por Mano Conde a la firma Argentia Trust sigue envuelta en el misterio. A medida que se conocen nuevos detalles del miércoles negro vivido la semana pasada por la Audiencia Nacional, las irregularidades procesales y los despropósitos jurídicos cobran mayor gravedad; la revocación en pocas horas del injustificado auto de prisión dictado contra el e¡ banquero por otra nueva resolución que le dejaba en libertad y escamoteaba de paso el delito de apropiación indebida fue un auténtico festival de casualidades, extrañas, defectos de forma y conversaciones extrasumariales.El pintoresco magistrado difundió el pasado sábado un varapalo contra los medios de comunicación, acusándoles de enjuiciar sus resoluciones en vez de limitarse a informar sobre los hechos; sorprende que un magistrado ingresado en la carrera en 1976 ignore la sostenida jurisprudencia constitucional sobre el derecho de los ciudadanos a criticar autos y sentencias. Al día siguiente Moreiras echaba gasolina al fuego y proseguía su juicio paralelo contra la prensa con unas declaraciones al diario Abc; sus, respuestas introducen, nuevas dudas y entran en colisión frontal con los testimonios de la fiscalía: y de la policía: alguien miente como un bellaco en este asunto. No es fácil, en cualquier caso, adivinar los móviles de esa extravagante conducta. El diario El Mundo, vehículo utilizado para gotear los' papeles secretos del Cesid con que Mario Conde y Perote intentan chantajear al Gobierno, se ha volcado en una militante campaña para forzar la sustitución de García-Castellón por Moreiras como instructor del caso Banesto; algunos redactores de ese periódico sensacionalista que. trabajan también para el ex banquero mantienen. la divertida tesis según la cual el ingenuo Moreiras habría caído en una astuta trampa tendida por el sistema a través de la fiscalía para desprestigiarle por su doblé decisión y para intimidar a Conde con la prisión sin necesidad de encarcelarle.

Pero el historial del errático juez no parece dominado por la candidez, sino por otros rasgos de carácter bastante más inquietantes. En 1981 Moreiras fue sancionado con un apercibimiento cuando era juez en Ronda por descuidar su trabajo; en 1983 quedó. suspendido de empleo y sueldo durante un año por otorgar indultos cuando era titular de un juzgado de vigilancia penitenciaria madrileño; al poco tiempo sería sancionado de nuevo por falsificar un certificado médico para alargar sus vacaciones cuando era juez de lo Social en Ciudad Real. En mayo de 1991, sin embargo, Moreiras accedió al Juzgado número 3 de la Audiencia Nacional, presidida entonces por Rafael Mendizábal. Desde entonces sus extravagantes y versátiles decisiones (desde el rechazo de la querella de KIO contra De la Rosa hasta el encarcelamiento de un infórmático por un delito inexistente, pasando por las fianzas fijadas a los responsables del Banco Santander, PSV y Brokeryal) han confirmádo el aire caprichoso e inestable de sus criterios.

La pregunta ¿quién vigila a los vigilantes? resulta especialmente pertinente referida a los jueces, amparados por un fuero procesal y sometidos al veredicto, de sus pares cuando delinquen. Parece improbable que los miembros de cualquier otra profesión (salvo quizás el periodismo) mostrasen la misma benevolencia que los magistrados con aquellos compañeros suyos acusados de incumplir reiterada y gravemente las reglas deontológicas y técnicas de su oficio; es inimaginable que un candidato a pilotar un jumbo o a realizar una intervención quirúrgica llegase a desempeñar la responsabilidad de esas tareas con un historial equivalente a la ejecutoria de Moreiras. El corporativismo de la magistratura, sin embargo, no sólo ha permitido el acceso de Moreiras a la Audiencia Nacional, sino que parece dispuesto a mantenerle indefinidamente en sus filas.

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