_
_
_
_
NEUROLOGÍA: DISTONÍAS

La mortal toxina botulínica se aplica contra los tics nerviosos

Es como el veneno de las serpientes, dicen los expertos Una sustancia letal que, aplicada en dosis mínimas, adquiere propiedades curativas o al menos paliativas. La toxina botulínica, de reciente comercialización en España, garantiza en estos momentos un 80% de éxito en ciertos tipos de distonías. Las personas que sufren tortícolis o cierre involuntario de los ojos, incluso aquellas afectadas por el hemiespasmo facial, ya no tienen que tirar la toalla. Una inyección cada tres meses puede poner fin a sus complejos. Los más optimistas auguran un futuro prometedor a la toxina en el campo de la hemiplejía y la esclerosis múltiple."Una vez tuve una paciente con blefaroespasmo que se echó por encima una cacerola de agua hirviendo", comenta el doctor Juan Andrés Burguera, neurólogo del hospital La Fe de Valencia y experto en el tratamiento con toxina botulínica, que ha aplicado ya a más de doscientas personas. Lo que padecía esa mujer es uno de los casos más frecuentes de distonía, caracterizado por el cierre involuntario de los ojos -parpadeo violento y constante-, que le hacía vivir situaciones de peligro como aquélla.

Más información
El calambre del escribiente

Es difícil saber cuántas personas padecen ahora mismo algún tipo de distonía -un trastorno neurológico del movimiento que provoca posturas anormales-, ya que pueden transcurrir entre cuatro y ocho años desde el inicio de los síntomas hasta su diagnóstico. Lo cierto es que la mayoría de los pacientes (casi todos superan los 40 años) se sienten avergonzados por las expresiones faciales o los movimientos extraños que les causa su estado.

Una persona que tuerce la cabeza hacia el hombro o cierra violentamente los párpados no puede leer ni conducir con normalidad, y las posibilidades de que encuentre empleo son muy limitadas. En casos extremos, el paciente acaba aislado.

Hasta la aparición de la toxina (fruto de las investigaciones del doctor Allan Scott, de California), las distonías se trataban con tranquilizantes y antiepilépticos, sin demasiado éxito -sólo en casos muy concretos se recurre a la cirugía-. Como ocurre con los venenos animales, el doctor Scott pensó en aprovechar las propiedades paralizantes de la bacteria Clostridium botulinum -la famosa de las latas de conserva en malas condiciones- para inmovilizar el músculo afectado. Diluyéndola en proporciones adecuadas en suero fisiológico, la toxina logró plantar cara inicialmente al estrabismo.

El doctor Tolosa, neurólogo del hospital Clínico de Barcelona, se interesó por la criatura de Allan Scott y la introdujo en España hace unos ocho años -hasta el año pasado había que importarla de EE UU y del Reino Unido-, "En estos momentos tengo aproximadamente trescientos pacientes distónicos y los resultados del tratamiento son excelentes", comenta.

Los efectos secundarios son irrelevantes -en ocasiones se produce una leve caída del párpado en pacientes con blefaroespasmo o problemas de deglución en los casos de distonía cervical- y sólo hay una precaución sobre la que inciden los médicos: "Nunca un paciente se autoadministrará la toxina". La razón es evidente: sólo un experto sabe la dosis exacta. El tope máximo sobre el que existe garantía de seguridad para los humanos son 300 unidades de toxina, sin olvidar que es letal en cantidades elevadas. El inconveniente: es cara (cerca de 50.000 pesetas la ampolla) y requiere un tratamiento continuado.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_