Los toros no se tenían en pie
La cosa empezó mal. Un inválido detrás de otro. La casa González había enviado a esta feria unos animalillos que no se tenían en pie y, por si fuera poco, algún sobrero de otra ganadería tampoco. Total, tres animales llamados toros, que fueron devueltos a los corrales y ello a pesar de las reticencias de la presidencia, que a uno, ¡sí que tardó en ver su invalidez!, no ordenó que fuese retirado hasta que le colocaron dos puyazos, o algo parecido, y tres pares de banderillas. Un bochorno, pues, difícilmente digerible.Menos mal que, después de que Ortega Cano estuviera dubitativo y precavido con el probón y mirón primero, Juan Mora le plantó cara a su nada fácil primero, que llegó a la muleta con genio, descompuesto y con un pitón izquierdo imposible. Mora aguantó tarascadas en una faena de mucho mérito, en la que se jugó la vida de verdad y que coronó con una estocada. Se había corrido turno y en quinto lugar salió el primer sobrero, que por lo menos no se caía, pero que se revolvía con peligro y la cara alta. Mora sólo consiguió templarlo en algún momento y hubo series de mérito, aunque dentro de un trasteo de brillo desigual.
Ortega Cano hizo un esfuerzo en el cuarto, que teníal viaje poco franco. El, cartagenero hasta lo brindó al público, ejecutando muletazos de clase, aunque de forma intermitente. La estocada, atravesada le privó de mayor premio.
Al corral el tercero y el sobrero de El Pilar, Pedrito de Portugal se las entendió, finalmente, con un tercer sobrero de Martín Arranz, también flojo y paradote. El portugués lo muleteó con suavidad y ligazón, pero allí había muy poca emoción, por falta de enemigo y la cosa acabó un poco fría. El que cerró plaza, reservón y que gazapeó, fue recibido por Pedrito con cuatro largas de rodillas y después le hizo un excelente quite por chicuelinas, rematado con serpentina. Con la muleta estuvo importante pero, sin duda, lo destacando las series con la diestra, de una suavidad y un temple poco comunes.
Babelia
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