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Entrevista:

"España funcionará igual o mejor sin la moneda única"

Victoria Carvajal

Desde que le dieron el premio Nobel de Economía en 1992, Gary Becker ha viajado regularmente a España. Sus ataques frontales al sistema de pensiones, a la rigidez del mercado de trabajo y al excesivo peso del Estado en la economía, consiguen habitualmente grandes titulares. Esta vez, además de insistir en todo lo anterior, Becker ha criticado duramente el aumento de los impuestos sobre el tabaco y el -alcohol -que aplican cada año los Gobiernos occidentales para financiar sus déficit públicos-, y ha arremetido contra la moneda común europea. Profesor de la neoliberal escuela de Chicago, Gary Becker, de 64 años, fue galardonado con el Nobel por aplicar la lógica económica a campos del comportamiento humano.Pregunta. ¿Por qué la actual fase de crecimiento no está permitiendo crear tanto empleo como en anteriores salidas de crisis? Y no sólo en Europa, donde de los cinco millones de empleos, destruidos en la última recesión sólo se han recuperado 1,5 millones, en Estados Unidos se suceden los ajustes de plantilla.

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Respuesta. El caso de EE UU es distinto al de Europa. El empleo ha crecido velozmente, respondiendo al crecimiento de la producción. Hay algunos sectores, como el del automóvil, que aún despiden trabajadores; pero hay otros, como las telecomunicaciones y la biotecnología que crean empleos. Incluso en el caso de los automóviles, los ajustes de Chrysler,Ford o General Motors, se ven compensados con la expansión en el país de fabricantes europeos y asiáticos. El balance final sobre el empleo es positivo. La clave está en la flexibilidad del mercado estadounidense, que ha sido un factor determinante en la recuperación, lo que no ocurre en Europa.

P. La financiación de este desempleo, aún muy elevado en Europa, dificulta la reducción de los déficit públicos. ¿Cómo se puede luchar contra ambos?

R. El problema del déficit no es sólo europeo. En EE UU tenemos también un déficit elevado aunque hayamos conseguido durante estos años crecer con este desequilibrio. El déficit per se no es un problema que impida crecer a una economía. Un 80% de los países del mundo han tenido déficit en los últimos años y han crecido sin mayores problemas. Es un fenómeno generalizado. La manera de bajar el paro para reducir el peso de los gastos sociales en el déficit es eliminando los impuestos sobre el trabajo y dando libertad a los patronos para despedir y contratar a trabajadores. El fracaso del modelo actual se refleja en la elevada tasa de paro entre la gente joven. Las compañías no contratan de forma permanente a los jóvenes, aunque estén mejor preparados, y son los primeros despedidos en caso de ajuste.

P. ¿Cómo impide el juego político adoptar las decisiones económicas adecuadas? ¿Es el fracaso generalizado en la lucha contra los déficit un ejemplo de ello?

R. El problema político es que para reducir el déficit o bien se suben los impuestos o se reducen los gastos. Ambas decisiones tienen un elevado precio político. La gente protesta: si le suben los impuestos y a nadie que se beneficie de algún tipo de subsidio social le gusta que se lo recorten. Ningún gasto de un Gobierno es accidental, responde a los intereses de varios colectivos. La única salida a esta situación es que los ciudadanos reaccionen, que se den cuenta que la situación no es sostenible y pidan un cambio como ha pasado en EE UU con la llegada al Congreso de los republicanos.

P. Pero, por ejemplo en Francia, salió elegido un Gobierno conservador, con promesas para recortar el déficit, y esa voluntad se ha esfumado en pocos meses.

R. Sí, lo ocurrido en Francia es una muestra de lo difícil que se presenta el camino. Tampoco está claro lo que pueda pasar en España si gana el Partido Popular. Por el momento, no parece que las propuestas de su programa vayan a suponer un gran cambio en la política económica del país. Algo parecido pasa en Italia o, incluso, en Alemania. Así seguirán hasta que, al igual que en EE UU, la gente diga basta. Ésa es la única esperanza. ¿Hay algún deseo en España de reducir el peso del Estado en la economía, de rebajar los subsidios sociales? A mí me parece que no. Y eso que España no lo está haciendo tan mal: la economía crece, la inflación se ha reducido, el déficit empieza a corregirse.... Hay mucha gente joven en paro sí, pero, bueno, la gente joven no vota mucho..., así que no importa.

P. ¿Es un ejemplo de ello el aplazamiento de la reforma del sistema de pensiones?

R. Sí. Dudo que aquí se haga la reforma que se necesita. Ocurrirá antes en Italia que en España porque allí la situación es más insostenible. El Reino Unido ha sido capaz de hacer más cambios. Yo creo que hasta que no quede claro a todos el obstáculo que supone para el crecimiento de la economía la financiación de este sistema no se verá una reforma radical. El público se dará cuenta cuando haya un sentimiento de crisis.

P. En Europa, la perspectiva de unión monetaria ha servido para imponer algunos de estos ajustes. Usted, sin embargo, no cree en la moneda común.

R. España no tiene que preocuparse del buen o mal funcionamiento de la moneda común porque probablemente no acceda a ella. El núcleo duro lo formarán, si llega a producirse esta unión monetaria, Alemania y Francia, y seguramente, Austria. Es muy posible que no incluya ni a España, ni a Italia ni al Reino Unido, ni a Suecia. Pero no pasa nada. España puede formar parte de la Unión Europea y su mercado común sin participar en la moneda única. Su economía puede funcionar igual de bien o mejor. Mire el caso de Suiza o del Reino Unido.

P. Pero imagínese una Europa dividida entre los países que forman la unión monetaria y los que se quedan en la periferia. ¿No cree que la inversión extranjera acudiría más a los primeros?

R. Las economías ajenas a esta moneda común pueden comportarse mejor incluso que las que pertenecen a ella. Los suizos no son ciudadanos europeos de segunda clase. Tampoco los noruegos. Es más, están muy satisfechos de no participar en la unión monetaria. Y en cuanto a la inversión extranjera, tampoco lo creo. Hoy por hoy hay más compañías extranjeras deseando establecerse antes en el Reino Unido que en Alemania. ¿Por qué? Porque el Reino Unido tiene mejor ambiente laboral y, sin embargo, todo el mundo sabe que el Reino Unido es -de todos los miembros de la UE- el que más se opone a formar parte de esa moneda común.

P. ¿La polémica iniciada hace una semana por el ministro de Finanzas alemán, Theo Waigel, sobre los países que deben estar o no en la unión monetaria refleja, en su opinión, la preocupación de los alemanes a abandonar el marco por una moneda más débil?

R. Sí, y con toda la razón. Por eso si hubiera un referéndum sobre la moneda única, los alemanes votarían en contra. El dato más evidente es la fuerte entrada de dinero alemán en Suiza ante el temor de que se adopte una moneda débil. Y por eso creo que es absolutamente legítimo que Waigel quiera calmar a la población, asegurándoles que no van a entrar a formar parte de una unión monetaria con economías débiles como Italia o España.

P. Para usted la moneda común impide a las economías responder a shocks externos con una devaluación, como ha sucedido en los últimos años en Europa. ¿En qué medida las barreras culturales y de idioma, que limitan el movimiento de los ciudadanos, restan también flexibilidad para adaptarse a esos shocks?

R. En Estados Unidos es posible tener una sola moneda porque la gente no tiene problemas para trasladarse a otro lugar del país si en su región hay una recesión. Pero en Europa es mucho más difícil. Europa es muy distinta. España es muy diferente a Alemania. No digo que sea imposible, pero es difícil imaginarse que los andaluces decidan ir a buscar trabajo al norte de Alemania, por ejemplo. Será un proceso muy lento.

P. Pero la moneda común es útil en términos económicos.

R. Sí, existen esas ventajas pero se exageran. No creo que sea difícil calcular el precio de un producto en distintas divisas. Lo importante es tener un mercado libre, con libertad de movimiento de capitales y de personas y con unos fundamentos económicos sanos. La moneda común es secundaria.

P. ¿Cree usted en el efecto disciplinador de los mercados financieros?

R. Creo que el libre mercado, de mercancías y de capitales, ha conseguido reducir el poder de los Gobiernos, de los sindicatos y de los monopolios y eso es muy bueno. Las crisis de México y del Sistema Monetario Europeo demuestran el efecto positivo de los mercados. No se puede culpar al mensajero del problema. Cuando los mercados van en nuestra contra es fácil olvidarse de que gracias a ellos los gobiernos y las compañías consiguen financiación cuando la necesitan.

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