K. D. Lang rompe su relación con el 'country' y entra en la música pop
"El arte y el amor deberían trascender el género sexual", afirma
K. D. Lang es (o era) una excepción en la música country, un género bastante tradicional y conservador. No sólo es una joven mujer canadiense que provenía de géneros radicales como el punk industrial, sino que no ha ocultado su lesbianismo. Ella es la que apareció en la portada de la revista Vanity Fair mientras la afeitaba la modelo Cindy Crawford. Después de lograr el reconocimiento internacional por su disco Ingenue, en 1992, ha decidido dejar la música vaquera para entrar en el más amplio esquema del pop. Su nuevo trabajo, All you can eat (Todo lo que puedas comer), la traerá de gira por España a mediados de 1996.
En España se la conoce más por aquella famosa portada de revista y por sus afirmaciones, sin ocultamiento, de su lesbianismo, pero en Estados Unidos y Canadá es una de las cantantes y compositoras mejor consideradas. Con una voz de tintes ligeramente graves y un fondo de cierta dulzura, K. D, Lang, de 33 años, ha ganado ya tres premios Grammy. El público español, sin embargo, la empezará a conocer mejor en la nueva etapa que inicia con este nuevo álbum.El título del disco, All you can eat (Todo lo que puedas comer), es, según K. D. Lang, una especie de test de Rorschah, que cada uno interpreta de forma distinta. Pero una de las cosas a las que ella se refiere con este reclamo usado por restaurantes populares que ofrecen "todo lo que usted pueda comer" por un precio único, es que está harta de Estados Unidos. Hace cerca de un año ha dejado Beverly Hills y ha regresado a Canadá. "El título tiene mucho que ver con eso", explica. "Los Ángeles tiende a agobiar a la gente con todo lo que se mueve alrededor del mundo del espectáculo. Y yo llegué a sentir que ya había tenido suficiente de eso", dice. "Es un disco, en suma, sobre decisiones vitales, elecciones que uno hace, opciones. Decidir lo que vas a comerte y lo que te puede indigestar".
Su anterior disco, la banda sonora de Even cowgirls get the blues, de Gus van Sant, fue un verdadero fracaso. Este nuevo trabajo es para ella el inicio de una nueva etapa en su carrera.
"Este álbum me ha dejado verdaderamente satisfecha", afirma. All you can eat rompe con su vinculación a la música country y la embarca en los caminos del pop. "El country siempre ha tenido muchas limitaciones como estilo, pero ésa era una de las cosas que me atrajeron al principio. El potencial de trabajar con estructuras muy tradicionales y removerlas un poco desde dentro. Pero yo nunca me consideré una cosa u otra. Yo siempre he sido una cantante, con todas las opciones musicales por delante. Todo me interesa".
Letras sexuales
También ha dado un giro en su forma de abordar las letras de sus canciones. Si antes eran más románticas y elípticas, las de ahora son más abiertamente sexuales. "Son letras más explícitas, pero muy genéricas, no son exclusivamente masculinas o femeninas. El arte, el amor y todo debería trascender esa especificidad sexual. Yo sigo escribiendo de esa manera. Pero como mujer, como artista, como ser humano, procuro ser cada vez más honesta, abierta y directa en mi forma de comunicar las cosas".
Trabaja desde hace diez años con Ben Mink, que se ha convertido en su alter ego, "es como si fuera yo misma en otro cuerpo", precisa. "Escuchamos la música de la misma manera, la entendemos igual, él es un gran músico y yo soy más una artista conceptual, y con esa combinación alcanzámos el perfecto equilibrio".
Aunque ha manifestado siempre querer mantenerse como una artista marginal, no ha rechazado las mieles de la fama. "Generalmente mantengo un equilibrio interior y sigo mis instintos controlando hasta qué punto me meto en la frivolidad del star system y en qué momento me dedico a la creación artística. Y encuentro que si me dejo llevar por demasiados actos periféricos -estrenos de películas, desfiles de moda-, cosas que no tienen que ver directamente con mi música, me desgastan. Oscurece mi punto de vista sobre mi trabajo. Y por eso me he retirado un poco de ese ritmo de vida".
No se considera una feminista, y piensa que la mejor manera de acabar con cualquier tipo de discriminación es no darle la más mínima importancia al tema. "Ni siquiera me planteo pensar que es más difícil para una mujer moverse en este mundo, porque ése ya sería un indicio de sumisión", asegura.
"Simplemente, no permito que existan esas diferencias. Soy feminista sólo en la medida en que he nacido y crecido mujer, y eso me da un punto de vista femenino sobre la vida y, aunque puedo admitir que el mundo de la música está dominado por los hombres, no es algo que esté dispuesta a tolerar".
A lo que sí dice ser permeable es a las influencias de otros músicos. Admite sus preferencias por gente como Blur, Oasis, Björk o P. J. Harvey. "Todo lo que escucho me influye", comenta. "No sé cómo se podría prever en qué forma afectará a la música que yo haga en el futuro, pero siempre hay algo que queda".
De todas formas, ninguno de estos músicos ejercerá una influencia tan grande como la que tuvo la cantante country Patsy Cline en su carrera. "Patsy Cline fue alguien que me encendió, que me puso en marcha. No es que me iniciara en la música, porque yo ya hacía performances artísticos y punk industrial, pero sí que fue ella la que me lanzó a la música profesional".
Vegetariana y defensora a ultranza de los animales, tiene una vida espiritual que ella califica de "panteísta", y añade que si en su próxima gira tuviera que actuar en España en alguna plaza de toros le gustaría asumir el papel del toro.
A pesar de alguna ocasional aparición como actriz, que no piensa repetir "porque no creo poder alcanzar como actriz lo mismo que con la música, a menos que Fellini regrese de la tumba y quiera trabajar conmigo", K. D. Lang tampoco tiene ninguna debilidad por la literatura. Dice no leer nada, ni libros ni revistas. "Ni siquiera leí el libro de Tom Robbins en el que se basó la película de Van Sant para la que compuse la banda sonora. No leo nada. Sólo consulto, a veces, el diccionario". Y se siente "fenomenal".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.