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Tribuna:LAS CLAVES DE LA TRANSICIÓN / 1.
Tribuna
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"Pienso en José María López de Letona. Lo he pensado mucho y creo que Letona lo hará muy bien"

(El Príncipe, a Torcuato Fernández-Miranda el 7 de noviembre de 1975)

El tiempo juega a favor de los albaceas del franquismo que se movilizan y quieren atar cabos, que despliegan, cada vez con mayor tesón y mayor energía, todas sus armas para preservar el poder. El mantenimiento artificial de un Franco, doliente y consumido, les es útil, pero no así al Príncipe o al pueblo español, que vive la agonía, como tantas veces, dividido y extremoso, con melancólica angustia o con tenebroso gozo.De otro lado, algunas previsiones de futuro le han aclarado ya. La Operación Armada ha fracasado y el Príncipe mantiene su decisión de que Torcuato sea presidente de las Cortes cueste lo que cueste (y le costará mucho). El presidente del Gobierno quizá, en una primera etapa, tenga que seguir siendo Ariás... Pero el tema aún no está cerrado. ¡Si el Príncipe pudiera removerlo ...! Pero hay que ser prudente.

Don Juan Carlos, que desea de todo corazón sustituir al presidente del Gobierno, no sólo por razones de desencuentro personal, sino sobre todo porque no cree en su voluntad democratizadora, siente el peso del poder de Arias como albacea del franquismo y duda de la posibilidad de sustituirle en un primer momento. Es entonces cuando don Juan Carlos propone a Torcuato Fernández-Miranda la confirmación inicial de Arias, así como su nombramiento como presidente de las Cortes, a la espera de que meses más tarde pueda ser nombrado presidente del Gobierno.

Y es entonces cuando Torcuato expone al Príncipe que su planteamiento no es viable. Que a su juicio lo más adecuado es que él detente la presidencia de las Cortes, pero que si el Príncipe llegase a considerar la conveniencia de que accediera a la presidencia del Gobierno, eso tendría que hacerse desde el primer momento. Lo que no debía considerarse es ser primero presidente de las Cortes para meses después ser nombrado presidente del Gobierno. Al Príncipe no le convence del todo este argumento. No obstante se toma la decisión definitiva de que Torcuato acceda a la presidencia de las Cortes.

Mas si esta decisión está ya tomada; y si crece el convencimiento de que no habrá más remedio que confirmar a Arias, este último tema aún no está totalmente cerrado. Este contexto abre la puerta a las presiones de diversos sectores del régimen para imponer su candidato. No decimos que las presiones no hubieran existido desde siempre, que sí existieron, sino que la realidad política empezaba a hacerlas verosímiles y mientras el tema estuviese abierto no dejarían de producirse. Éste es, en suma, el contexto en el que se desarrolla la Operación Lolita. La Operación Lolita consistía en lograr la sustitución de Arias tras la muerte de Franco. Según Joaquín Bardavío (Los silencios del Rey, Ship, Madrid, 1979 página 153):

"El nombré femenino y diminutivo era usado como clave entre cinco o seis personas que estaban en el asunto y viene de que una vez se barajó el nombre de López Bravo a quien sus íntimos llamaban Lolo. Descartado su nombre, un retrato robot dio la figura de López de Letona y a alguien se le ocurrió bautizar la operación humorísticamente como Lolita"José María López de Letona era hombre que disfrutaba de una buena imagen ante el Príncipe y que estaba siendo promocionado desde hacía algún tiempo por diversos ministros y ex ministros con acceso a La Zarzuela, entre ellos, de manera destacada, por Alejandro Fernández, Sordo. Desde luego, el Príncipe hubiera. querido poder sustituir a Arias por López de Letona. Por otra parte, este último, habría sido ministro bajo la vicepresidencia del Gobierno de Torcuato Fernández-Miranda, que le tenía por hombre valioso y eficaz que no dudaba de que: López de Letona sería un avance muy significativo con respecto a Carlos Arias. Cuestión distinta es que no recelase de la operación (que sí recelaba) y que no dudase de su viabilidad (que sí dudaba, hasta el punto de no tomársela demasiado en serio, aunque sí se tomase en serio determinadas maniobras colaterales).

El miércoles 5 de noviembre, López de Letona visita a Fernández-Miranda antes de acudir a La Zarzuela a entrevistarse con el Príncipe. Hablan de la situación política. "Me hace", escribe Torcuato, "una exposición de apertura y cambio, y, me parece, quiere demostrar que tiene grandes contactos con socialistas, Solana, F. González, etcétera". Torcuato se limita a escuchar.

El viernes; 7 de noviembre de 1975, cuando está a punto de salir para Navacerrada, a las; cuatro y media, el Príncipe telefonea a Torcuato, "Se lo han llevado a la Paz, está muy mal, van a intervenirle otra vez. Ven a verme". "¿Cuándo?". "Ahora mismo, ¿puedes?".

En la entrevista se aborda de nuevo la situación política, los pasos que se deben dar ante la nueva coyuntura, etcétera, y el Príncipe, que sigue aferrado a la idea de destituir a Arias, pese a percibir la enorme dificultad que ello representa, parece inclinarse de modo decidido por la. candidatura de López de Letona. "Pienso", me dice, "en José María López de Letona, como ya te anuncié. Lo he pensado mucho y creo que Letona lo hará muy bien". Torcuato no dice nada, pero desconfía de la operación, no por el nombramiento de López de Letona, que le parece bien, sino porque intuye que detrás hay una verdadera operación más compleja y menos clara de lo que parece. En cualquier caso, guarda silencio.

El miércoles 12 de noviembre, nueva entrevista en La Zarzuela desde las siete y media a las nueve y cuarto. Tras el análisis de la situación (lo que podríamos llamar el despacho ordinario) vuelve el tema de López de Letona y la necesidad (desgraciadamente poco posible) de sustituir a Arias. El Príncipe y Torcuato coinciden en el análisis, que Torcuato resume más tarde por escrito: "Los ministros, salvo Valdés, O. Públicas, no sienten verdadera adhesión a Carlos; Carro y García Hernández están con él, pero no como Valdés. Allende, Martínez Esteruelas, Sordo, los militares, etcétera, están en creciente despegue, asustados del modo de ser de Carlos. Creen que no es, persona para situaciones como las actuales". "Recuerdo ahora", escribe Torcuato, fuera ya de la reflexión compartida con el Príncipe, "a Allende en la ventana de allá del despacho de ayudantes, en una de mis visitas para interesarme por la salud de C. [sic. Caudillo]; por cierto, aquella que llegaron los P. P. [Príncipes]; en un momento a solas con Allende, le pregunté: 'Bueno, y Carlos Arias, ¿qué?'. Y, ni corto ni perezoso, me dice: '¿Te acuerdas cuando decíamos si Carrero sa

bía o no dirigir un Gobierno? Pues al lado de Arias, Carrero era Von Karajan. Éste es incapaz".

El jueves 13, a las 5.45, el Príncipe, "muy preocupado" telefonea a Torcuato y le cuenta la reunión con los ministros militares, la dimisión de Carlos Arias y la posterior visita que, por su encargo, hace el marqués de Mondéjar al presidente del Gobierno.

"Aquí", escribe Torcuato, "hubo un grave error explotado por Carlos. Los Ms [ministros] militares muy preocupados sesgo Marruecos van a verle [al Príncipe]. Carlos entiende que el hacerlo sin su conocimiento y autorización es intolerable, supone falta de confianza, etcétera, y amenaza con presentar su dimisión. El Príncipe se asusta, se disculpa, me falta experiencia, etcétera. Carlos percibe lo que hay de inseguridad y aprieta. Carlos A. juega a ganar la baza al Príncipe? Parece que sí. Éste [el Príncipe] comprensiblemente agobiado aún insiste en la debilidad de enviar a Mondéjar. C. A. se crece" y tiene la desfachatez de decirle a Mondéjar, con intenciones evidentes, que "al Caudillo lo tienen hibernado a 33º". C. A. pretende alargar lo más una existencia inexistente. Juego de Arias para tomar toda la dirección del poder".Ese día Arias, al presentar su dimisión, gana muchos tantos en su posibilidad de conservar momentáneamente el poder, pero pierde los pocos que tenía en la estima del Príncipe y de Torcuato Fernández-MirandnEl Príncipe, a juicio de Fernández-Miranda, comete un error táctico al despachar con los ministros militares de espaldas a Arias, ya que, aunque el gesto denotaba un enorme sentido de la responsabilidad ante un problema abrumador, suponía dejar al descubierto su debilidad política como jefe del Estado en funciones, jefe de Estado a quien el Gobierno quería utilizar cuando necesitaba su ayuda, pero que al mismo tiempo procuraba ignorar.

Don Juan Carlos, para quien la jefatura del Estado en funciones era un peligroso e incómodo corsé que le ataba al pasado, sin que el poder meramente formal que le atribuía el cargo le permitiera "hacerse cargo" de la situación, estaba entre la espada y la pared.

Es obvio que recibir a los ministros militares sin informar al presidente del Gobierno era un error tratándose de un jefe de Estado en funciones a quien el Gobierno negaba el poder y autoridad. Pero no es menos cierto que el sentido de la responsabilidad del Príncipe ante la grave situación política en que se hallaba el país y que podía desembocar en una guerra, le impedía, una inhibición absoluta, como si los acontecimientos no fueran con él.

Carlos Arias percibió esta debilidad objetiva que se había hecho explícita y la explotó de forma inmisericorde: amenazando con la dimisión.

Es cierto que el Príncipe exteriorizó su debilidad política objetiva al rogar a Arias su continuidad. Pero no es menos cierto que la situación. era aterradora: con el espectro aún vivo de Franco conservando todo su poder, administrado por su familia, su entorno más íntimo y Arias; con su situación títere, pero necesariamente asumida, de jefe de Estado en funciones; con la amenaza de una guerra en África... y con la incertidumbre en la política interior, la dimisión de Arias Planteaba un escenario estremecedor al forzar un vacío de poder que no se sabía quién administraría ni al servicio de qué interés. Quizá por eso el Príncipe rogó. Y Arias, seguro de su fuerza, rechazó impertinente el ruego.

Fue, objetivamente, una debilidad política enviar al marqués de Mondéjar a seguir rogando. Es posible que además de una debilidad subjetiva fuera un error objetivo, porque acaso el órdago de Arias (avezado jugador de mus) era bastante menos consistente de lo que parecía. Seguramente. Pero ¿con qué se estaba jugando al mus? Nada menos que con la estabilidad política y con la posibilidad, por pequeña que fuera, de que el poder (que el Príncipe no tenía) fuera arrojado al arroyo.

Pero más allá de las intenciones, los efectos de la crisis son demoledores. Carlos Arias se crece y margina al Príncipe de modo radical pese a su condición de Jefe del Estado en funciones. El Príncipe por su parte vuelve a sentir el deseo imperioso de prescindir de Arias. Una vez más planteó a Torcuato la posibilidad de ser presidente del Gobierno. Torcuato le recordó los argumentos en contra de dicha posibilidad y le insinuó la razón que para él tenía más peso: "¿Cree Vuestra Alteza que las relaciones que hasta hoy ha mantenido conmigo serán viables con un presidente del Gobierno?

A las nueve y media, "ya algo más tranquilo", el Príncipe telefoneó de nuevo a Fernández-Miranda. Replanteó la situación y desarrolló el argumento: "... sí, en el fondo a ti te prefiero en la presidencia de las Cortes y en el Consejo del Reino, ahora es pieza más clave, de más confianza... sí... seguramente en presidencia del Gobierno acabaríamos teniendo roces y tensiones inevitables por naturaleza, P. G. [sic presidencia del Gobierno)... y yo te necesito unido... sería terrible después de 15 años otra cosa... No si si sabes lo que eres y has sido para, mí... "

La continuidad de Arias parecía cada vez más inevitable, pero el Príncipe aún no renunciaba a. la Operación Lolita pues Arias había quedado fatalmente marcado por su deslealtad.

Cpyright Lo que el Rey me ha pedido (Plaza y Janes).

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