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Reflexiones sobre Europa y Turquía

La coincidencia temporal ha querido que sea durante el semestre de presidencia española de la Unión Europea (UE) cuando el Parlamento Europeo (PE) tenga que pronunciarse, a través del mecanismo de "dictamen conforme", sobre la puesta en marcha el 1 de enero de 1996 de la unión aduanera con Turquía. Por ese motivo acabo de realizar un viaje a Ankara y Estambul como ponente del PE sobre dicha unión aduanera, durante el que he mantenido un denso programa de entrevistas, abarcando desde el presidente de la República, Suleirnán Demirel, y la primera ministra, Tansu (;iller, hasta los diputados turcos de origen kurdo del Partido Demócrata (DEP) que fueron encarcelados en 1994, pasando por la CEOE turca, los principales comentaristas políticos y las asociaciones de defensa de los derechos humanos.A nadie se le escapa la extraordinaria importancia de Turquía para Europa, tanto por su peso político y demográfico como por su privilegiada localización geoestratégica. Sin Turquía es y será imposible entender la situación de los Balcanes, el Cáucaso, Oriente Próximo y el conjunto del Mediterráneo y menos el establecimiento de sistemas de paz y seguridad en esas regiones, fin declarado de la política exterior común.Uno de los objetivos de la UE, por tanto, es poner en marcha un marco de cooperación con Turquía que permita el máximo desarrollo de las relaciones. La unión aduanera es el medio más adecuado.

Pero la UE no es sólo una entidad de índole económica que pueda basar sus lazos con terceros países en el intercambio de mercancías. Al contrario, el cada vez mayor perfil político de la UE implica que cuestiones -como el desarrollo democrático y el respeto a los derechos humanos sean factores determinantes a la hora de suscribir acuerdos. Es decir, la UE debe bus car un denominador político común con aquellos Estados con los que se pretende establer relaciones estructuradas.

Esta forma es plenamente aplicable a la unión aduanera con Turquía, un país que avan za lenta y dificultosamente ha cia una democracia plena y en el que subsisten importantes restricciones legales al eiercicio de las libertades y en el que las violaciones de los derechos humanos son numerosas. El PE, consciente de la importancia de su decisión final, ha expresado su profunda preocupación por esos hechos y ha establecido de facto un nexo entre su parecer favorable a la unión aduanera y la profundización de la democracia en Turquía.

Creo que el PE sólo dirá sí, si prosiguen las reformas constitucionales de un texto que proviene del golpe militar de 1980, si se anula o modifica sustancialmente el artículo 8 de la Ley Antiterrorista -que persigue la libertad de opinión-, si se pone en libertad a los diputados del DEP que están en prisión -tras un proceso sin las mínimas garantías judiciales- y si se reducen de manera drástica las violaciones de los derechos humanos. En ese sentido, hay un asunto en el que también debemos demandar que el Gobierno turco actúe de una manera distinta para que la unión aduanera se haga realidad: la cuestión kurda. El tratamiento militar de este tema es inaceptable por principio y porque la dinámica que genera frena los avances políticos por mor de una supuesta eficacia contra el terrorismo. El que suscribe condena el terrorismo, pero cree que es nefasto, como hace equivocadamente la mayor parte de la clase política turca, confundirlo con la cuestión kurda. También sería preciso que Ankara afrontase la situación de Chipre desde la aceptación de las resoluciones internacionales.Rechazar sin más la unión aduanera con Turquía sería tan negativo como aprobarla sin haber conseguido los cambios democráticos necesarios. Debemos encontrar un término medio que nos permita dejar sin argumentos tanto a los que desde el poder y el establishment torpedean las reformas como presionar en favor de su aceleración, sin olvidar la neutralización de los integristas del partido RafahCreo que tanto el PE como el Consejo deben moverse en la misma dirección. El hecho de que España ostente la presidencia de la UE puede ser muy positivo, porque no tiene contenciosos con Turquía y lidera una nueva estrategia mediterránea de Europa, impracticable sin la participación de una sociedad turca democrática.

Carlos Camero González es diputado en el Parlamento Europeo por Izquierda Unida.

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