Variable independiente
Cuando vivíamos "en vías de desarrollo", cuando la voluntad omnímoda de Franco podía alterar el futuro, del país, cuando aquel Gil que masajeaba en El Pardo al anciano general le recomendaba cada mañana que recibiera a Girón, cuando los tecnócratas desplegaban toda su capacidad disuasoria en la "larga marcha hacia la monarquía", cuando el marqués de Villaverde prometía en la clínica Incosol vida eterna a su suegro, cuando sucedía lo que ahora nos resume Victoria Prego, la economía nacional era función de la política, igual que sigue sucediendo en Marruecos, en Libia, en Indonesia o en China. Pero los españoles depusieron sus antagonismos históricos y abrieron un paréntesis de diálogo y entendimiento para dotarse de una Constitución que a todos ampara y sólo desespera a los hispanistas y otros profesores afines, Como Ignacio Sotelo, a quienes las guerras civiles sobre el ruedo ibérico venían proporcionando excelentes oportunidades para el éxito académico y editorial.Por eso, acaba de reconocer Jordi Pujol, en la claridad de la distancia norteamericana, que la economía camina en la buena dirección, que la crisis no es institucional, sino de Gobierno, y que por consiguiente nada han de temer los inversores a la hora de apostar con firmeza por España. Aquellos asesores que recomendaron al líder del PP José María Aznar que abandonara aquel estribillo de "cada día que pasa mil parados más, señor González" pensaban que llegaría un día en el que cada día podría haber mil parados menos, aunque en semejante cambio el Gobierno tuviera la misma participación que en el régimen de lluvias o sequías. Venimos proponiendo sin éxito un nuevo director para el Instituto Nacional de Meteorología, que se empeñe en mejorar los índices de pluviometría, pero es de justicia reconocer que el anticiclón de las Azores rebasa sus capacidades. Así sucede también con los índices de la coyuntura económica.
Comprobando que en un sistema como el vigente en España la economía es una variable casi independiente de la política, conviene anticipar también que de la misma forma que los electores se abstuvieron de penalizar en las urnas a los Gobiernos socialistas, en lo más desfavorable de la pasada crisis, los pronósticos coinciden en adelantar que tampoco van a premiar al equipo en el poder ahora que se impone la bonanza en magnitudes tan importantes como el índice de precios al consumo, el desempleo, el déficit público o la inversión. Consciente de sus vísperas, el PP debería ensayar la magnanimidad de la victoria para inducir en los socialistas lo mejor de sí mismos. La satanización del adversario convoca los peores espíritus que también se empeñan en azuzar estos días la Conferencia Episcopal. El arzobispo Rouco ha lanzado una cruzada propósito de las alternativas a la asignatura de Religión, confirmando que la Iglesia parece confiar tan sólo en el poder coercitivo de las leyes civiles. En la misma línea, su colega monseñor Sánchez, secretario del episcopado, afirma que la Iglesia ha hecho más esfuerzos por la paz que el PSOE. Con la misma contundencia podría haber añadido monseñor que antes esa misma Iglesia hizo también contribuciones a la guerra civil casi tan importantes como el PSOE y que una vez iniciada, el 18 de julio de 1936, buscó el momento -cuando los ejércitos de Franco dominaban más de la mitad del territorio- para bendecir esa masacre como una cruzada.
Luego la citada Conferencia podría dedicar una jornada de reflexión para repasar los 40 años de nacionalcatolicismo. La ocasión permitiría identificar el intercambio de complicidades con aquel régimen a quien la Iglesia entregó por ejemplo el derecho de presentación de obispos, que ahora reclama Xabier Arzalluz, a cambio de trasvasar a la legislación civil obligatoria para el conjunto de la ciudadanía cargas y deberes que sólo son de observancia para los fieles católicos. Pero la semana ha empezado bajo el signo del decaimiento. Ha sido un lunes perdido. Alguien ha decidido reducir la dosis de encabronamiento colectivo que se venía suministrando, al inicio de la semana en los medios que combaten en primera línea. Por eso el lunes otra vez Madrid fue una ciudad sitiada por la pena, como escribió Pedro Rodríguez en una memorable ocasión. En la cadena SER, Iñaki Gabilondo intentaba reanimar a los oyentes, pero Pepe Oneto, que hubiera podido explicar el pacto de Mario Conde con el Gobierno, prefirió el silencio y la prolongación indefinida de la ducha matutina.
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