Ventajas terminales

Jordi Pujol ha diagnosticado el sábado en su comparecencia por separado ante los periodistas que el Gobierno de su socio, Felipe González, se encuentra en situación terminal; luego ha ensayado un generoso elogio fúnebre a propósito de los dos años transcurridos de colaboración entre CiU y PSOE. Pujol, antes de regresar a Barcelona, se declaró partidario de aplicar al Gobierno la eutanasia activa para evitar sufrimientos innecesarios al paciente, y contener la erosión electoral de quienes hasta ahora han sido sus acompañantes parlamentarios. Las interpretaciones periodísticas, una vez más en este caso, adolecieron de precipitación. Un análisis de textos más cuidadoso, que hubiera. tenido en cuenta precedentes muy notorios, como aquel del "dos por el precio de uno" en los albores del caso Juan Guerra, habría ahorrado errores y extrapolaciones inadecuadas. Por eso, en menos de 72 horas, una vez que todos hubieron regresado a sus bases, el panorama había cambiado casi 180 grados. En resumen, escenificada la ruptura con la debida ritualidad, se comprobó que de la posición de Pujol deberían haberse retenido expresiones como "final del compromiso", "recuperación de la libertad de CiU", "inexistencia de apoyo global al Gobierno" o "nueva consideración de los Presupuestos Generales, sin descartar ni garantizar una enmienda de devolución".En cuanto a la versión del Gobierno, para definirla básicamente bastaría con fijarse en su declarada voluntad de seguir considerando a CiU su interlocutor preferente y en sus denodados esfuerzos por distinguir entre el fin anunciado de la sociedad parlamentaria en comandita iniciada en el 93 y el paso de CiU a la oposición. Ese escalón sólo sería registrado como tal por González si el veintitantos de octubre en e1 pleno que estudiará los Presupuestos se produjera un voto de la hueste parlamentaria de CiU contrario al Proyecto que fuera capaz de bloquear su aprobación inicial en la Cámara. Estamos, según todos, los indicios, ante una nueva variante del concepto "estabilidad parlamentaria" siempre que las circunstancias permitan tramitar los Presupuestos Generales del Estado y concluir al menos la aprobación del nuevo Código Penal en el que el biministro Luis Alberto Belloch tiene puestas todas sus 'Complacencias. Es decir, tenemos un Gobierno terminal si se quiere, pero que se estima dotado de la estabilidad parlamentaria suficiente para sacar adelante "aquellos proyectos de ley que considera fundamentales". Si no fuera así, se daría la impresión de que el único objetivo es perdurar en el Gobierno de cualquier forma y semejante actitud ha sido categóricamente descartada por el presidente González. Por lo demás, según avanza el calendario el margen de oscilación se reduce. Si entre la publicación en el Boletín Oficial del decreto de convocatoria de las elecciones y su celebración deben mediar 54 días, si ese decreto debe adoptarse oído el Consejo de Ministros, que tiene su próxima reunión el viernes y si la jornada electoral se mantiene en domingo, la primera fecha posible para los comicios sería el 12 de noviembre. Luego, ya se tiene comprobado que entre el escrutinio y la investidura del presidente transcurren al menos cinco semanas, es decir, que la promesa o juramente del relevo se demoraría hasta el 18 de diciembre, más de una semana después del Consejo Europeo que ce rrará el semestre de la presidencia española de la Unión Europea. En el otro extremo la ensoñación de González es fijar las elecciones el domingo 24 de marzo para lo cual debería disolver las Cámaras y convocar a finales de enero, antes del comienzo del periodo ordinario de sesiones del Congreso. Si al fuera el nuevo presidente estaría investido a finales de abril.

Las hipótesis más alejadas distan tan sólo un cuatrimestre aunque el encarnizamiento con el que se defienden pudiera inducir a engaño. Entonces ¿qué es lo que está en juego? Las expectativas. El PP considera que obtendría mayoría absoluta si la llamada a las urnas se hace antes de fin de año, pero que a partir del 1 de enero su ventaja empezaría a reducirse. En cuanto a Felipe González piensa que el cuatrimestre le puede permitir invertir la situación a su favor para lo que cuenta con algunos errores de sus adversarios. La ventaja de un Gobierno terminal es que ya resulta inaccesible al chantaje al que han querido someterlo desde todos los ángulos. Por eso algunos lo consideran tan peligroso como un obispo cuando a la edad de jubilación abandona su sede y descarga su conciencia.