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Crítica:56ª QUINCENA MUSICAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

María Bayo y la Sinfónica de Madrid pusieron la nota final

Tras muchas jornadas de éxito y asistencia multitudinaria, la quincena musical terminó brillantemente con el arte de la soprano María Bayo y la Sinfónica de Madrid, que fundara aquel donostiarra de adopción qué fue Enrique Fernández Arbós. Lástima que el conductor de ahora, el americano David Robertson -seguro, nervioso y mecanicista-, no resultara demasiado idóneo ni para Mozart ni para Strauss, los dos autores abordados y bordados por la Bayo en una de las más sugestivas actuaciones que le recordamos.La voz de María posee una rara luminosidad, en cuyo fondo palpita un deje melancólico que la hace especialmente apta para penetrar en las secretas galerías de la música mozartiana. Su exigencia y voluntad de vuelo hacia las regiones más altas de la interpretación, hicieron conectar a la Bayo con la legendaria Teresa Berganza. Allí estaba la maestra para seguir, con trémulo interés, cuanto hacía la cantante joven que más se le parece musicalmente. El Mozart de la Bayo -Dah vieni non tardare o la espléndida escena Ah, lo prevedi, de 1777- siguieron la línea bergancesca sin, por ello, ocultar ni siquiera mínimamente la propia personalidad del último ruiseñor español. María hace arte refinado, inteligentemente pensado, pero logra que parezca natural.

Por primera vez, en su todavía breve y rutilante carrera, cantó María Bayo los últimos lieder, de Ricardo Strauss, conmovedor adiós a la vida de un compositor que la tuvo activa y apasionada como lo atestigua El caballero de la rosa, tan bien tocado por los sinfónicos matritenses, como sumariamente entendido por Robertson quien parece no entender lo que significa el vals como fenómeno cultural y de expresión popular.

Hizo María Bayo verdaderas delicias en Strauss, más hondas y sutiles en aquellos lieder que mejor le convienen, por sentimiento y vocalidad. El tercero, Voluntad de sueño, de elevación inmaterial, lo olvidaremos difícilmente y en el último nos llevó, con concentración y expresión serena y pausada, hasta la "paz inmensa y dulce" que anunciaba a Strauss la cercanía de la muerte. El arte de María Bayo es noble, humanísimo y de especial afectividad. Su triunfo fue pleno y las ovaciones no tenían fin, por lo que tuvo que añadir dos nuevos fragmentos mozartianos. Se coronó así la décimo séptima quincena que dirige José Antonio Echenique, promotor tan admirable que, en estos tiempos de desmedido mortierismo, ni siquiera inscribe su nombre en el programa gene ral. Subrayemos que todo San Sebastián, sus diversos estratos sociales y sus medios de comunicación cuida con amor a la que consideran y es su quincena.

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