Un investigador de las brujas

En el largo peregrinaje intelectual de Caro Baroja ocupa un lugar no sólo extenso, sino prominente, el tema de la brujería: lo acaricia en repetidas ocasiones y desde diferentes pero complementarias perspectivas. Le atrajo, además, desde su niñez. Todavía adolescente, le gustaba escuchar a los ancianos de Vera de Bidasoa, que le contaban hechos reales y sucesos verídicos de brujas en los que ellos mismos habían sido testigos. En su casa -ltzea-donde pasaba los veranos, acumulaba además notas escritas a mano y con letra minúscula sobre las creencias mágicas locales e, infatigable, leía los clásicos volúmenes de brujería primorosamente encuadernados que su tío Pío Baroja, gran conocedor a su vez de la materia, había ido allegando en su biblioteca, poblada de libros curiosos, objetos raros y barcos en miniatura que colgaban del techo.Años más tarde, en una visita a Itzea, tuve en la mano esas antiguas obras históricas que sólo he podido conseguir en fotocopia. Una tierra fronteriza marcada a los dos lados por la brujería y una excelente biblioteca piobarojiana están en la base tanto de su obra más popular -Las brujas y su mundo, 1961 -como su extraordinaria erudición histórico-literaria.

En ella combina sus dotes de ágil e imaginativo escritor con la fascinación propia del tema en sus múltiples variaciones histórico-regionales, para presentamos toda una galería de personajes, figuraciones y hechos en un comprehensivo marco discursivo. Pero además, y principalmente, Las brujas y su mundo, debido a esa curiosa mezcla de biografía, historia, especulación, antropología y reflexión personal, es un libro original en su forma, denso y profundo. Y lo es porque en él se plantean los problemas básicos-, radicalmente humanos, que subyacen a la creencia en poderes malignos que torturan al hombre.

Efectivamente, a lo largo de las páginas se suceden preguntas nucleares que enmarcan la brujería tanto en su propia trama cognitiva como en su pertinente contexto social. ¿Qué aterroriza a un grupo humano en un momento detérminado? ¿A quién o quiénes se achacan la desgracia, la enfermedad y el mal? ¿Cómo se representan esos poderes satánicos en forma culturalmente inteligible y aceptable? Y no menos importante ¿cómo es posible que magistrados, autoridades civiles y obispos enviaran a la hoguera a tantos miles de brujas? ¿Creamos mentalmente al Otro para aniquilarlo? En otras palabras: ¿cuáles son las fronteras de la realidad? ¿Y los criterios de racionalidad? Al planear así la problemática brujeril la propone en un plano tan vigente hoy como ayer.

Caro Baroja no sólo nos da gemas de detalles y casos significativos en su particularidad sugerente y ligazón interna, sino que, convencido de que la antropología tiene diferentes mansiones interpretativas, hace gala de una epistemología pluralista. La etnografía, la historia y la antropología conforman un todo del que se sirve según conviene a la naturaleza del problema investigado. Hombre de muchas partes, sin fronteras disciplinares encorsetadoras y reticente siempre de paradigmas a la moda, supo navegar guiado por su sentido común anclado en su vasta erudición presidida siempre por una rigurosa reflexión crítica personal. Una sosegada lectura de Las brujas muestra todo esto en acción: puede arrojar luz sobre la irracionalidad actual en varios sectores y niveles de nuestra Europa.