Mercé y el estado de gracia
Pareciera que José Mercé ha alcanzado ese estado de gracia en que a un artista no se le puede pedir más y se ha instalado en él, no digo que confortablemente -porque la belleza y el arte nunca son confortables para sus emisarios-, pero sí con la conciencia cierta del propio destino cumplido.A partir de aquí uno ya no imagina lo que puede esperar de un José Mercé en gozosa madurez y permanentemente inspirado. En plena juventud canta como para acabarse, a tumba abierta, dándose entero, vaciándose. Rompe la voz, tiene un estremecedor don del quejío, con sentido, sin desordenar el cante. Se atiene al rigor del compás con ejemplar justeza, consciente de que ahí no puede tolerar la mínima transgresión.
XXXV Festival Nacional del Cante de las Minas
Cante: El Bongui, Curro Malena, Calixto Sánchez, Encarnación Fernández, Duquende, José Mercé. Toque: Rosendo Fernández, Manolo Franco, Antonio Fernández, Niño Josele, Juan Habichuela. Baile: Eva La Yerbabuena. La Unión, antiguo mercado público, 15 de agosto.
Sus soleares fueron canónicas, un modelo a seguir. En las alegrías se permite libertades, una búsqueda de tonos, el juego con los silencios, soluciones estilísticas con indudable aporte personal del cantaor. Y por siguiriyas. El grito siguiriyero, el llanto siguiriyero de José Mercé, grande, hermoso, terrible.
Si Mercé puso en pie al personal, también lo había puesto -por lo menos en una parte considerable- Calixto Sánchez. Yo me pregunto qué tienen que ver el cante de uno y otro. Nada, en absoluto; son cosas distintas, diría incluso que son artes distintos. Aun reconociendo la perfección formal de sus cantes -salvo excesos en la prolongación desmedida de algunos tercios, singularmente en las granaínas-, Calixto se adorna con una gestualidad de manos y brazos tan artificiosa y alambicada y tan fuera de lugar en el flamenco, que inevitablemente le resta credibilidad.
Mimetismo
Duquende, a quien un sector de la audiencia jaleó constantemente con generosidad, tuvo una actuación correcta, que adoleció de excesivo mimetismo respecto a su modelo declarado. Quieren entronizarlo como el sucesor de Camarón, pero lo tienen difícil porque la materia prima no es de aquella clase tan especial.La Yerbabuena hizo un taranto estimable, Curro Malena cantó bien, igual que Encarnación Fernández los aires minerolevantinos; Bongui recurrió a su simpatía personal para ganarse al público.
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