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GUERRA EN LOS BALCANES

Bihac empieza a olvidar 1.201 días de asedio

Los 185.000 habitantes del enclave bosnio esperan todavía la ayuda humanitaria internacional

Juan Carlos Sanz

Tienen hambre atrasada de meses. Los 185.000 habitantes del enclave noroccidental bosnio de Bihac están celebrando con tres kilos de harina, 500 gramos de azúcar, 300 de manteca y una pizca de levadura y sal el fin del asedio. Pero son sonrisas apagadas para no mostrar los dientes carcomidos.El infernal cerco de 1.201 días de las fuerzas serbias de Bosnia y de la Krajina croata junio con los milicianos del disidente musulmán Fikret Abdic sobre esta zona protegida por las Naciones Unidas ha dejado sin alma a esta ciudad mayorItariamente musulmana, aun que por las calles de Bihac comenzaban a pasear ayer algunas parejas y grupos de niños que saboreaban lentamente sus primeros helados en tres años.

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"Ya habíamos comenzado a perder la esperanza en la justicia, y ahora estábamos a punto de perder la fe en Dios", confesaba una mujer de mediana edad mientras sostenía entre sus manos a dos cachorros de doberman enano recién nacidos en una barriada de bloques batidos por la metralla.

La barbarie del asedio ha roto el espinazo de la civilización europea en este enclave. Aquí se ha dejado de vivir en el fin del siglo XX, en un paso atrás hacia el medioevo: caballos tirando de los carros por todas partes, viandantes famélicos de mirada como alelada, arrugados bonos de la comuna de Bihac que sustituyen al papel moneda. Durante el bloqueo los bebés nacían casi siempre prematuros, con muy poco peso. El hospital recibía hasta 300 heridos en un mismo día y los convoyes de ayuda humanitaria llegaban cada vez más tarde. A partir de mayo del año pasado apenas entraban a través de las líneas serbias más de 90 toneladas de alimentos al mes.

Pan para días

"Para dos o tres días", explica ba ayer un responsable de la información del Gobierno de Bosnia Herzegovina bajo un retrato del presidente Alia Izetbegovic enmarcado en caracteres árabes refiriéndose a las existencias de pan. Entre los vehículos blancos de las Naciones Unidas, la Unión Europea y de organizaciones no gubernamentales que circulan estos días por las calles de Bihac ha bía también uno verde de una sociedad de beneficencia de Arabia Saudí.A unos diez kilómetros al sur de Bihac se mantiene el fuego en una línea de frente de 66 kilómetros entre los defensores del enclave, el Vº Cuerpo de la Armija (Ejército bosnio gubernamental) y las fuerzas serbo-bosnias. Sólo hace una semana cayeron los últimos proyectiles en los alrededores de la capital del enclave, pero desde finales del pasado mes de junio hasta el pasado día 5, cuando bosnios y croatas rompieron conjuntamente las líneas de los serbios de la Krajina, los 200 kilómetros del perímetro de la región de Biliac eran un campo de batalla.

El largo asedio, que hace poco más de un mes se cobró sus primeras víctimas por inanición, no ha sido sólo un salto hacia el pasado, una negación del progreso y la civilidad. Las comadres que toman la fresca ante sus casas, los soldados que acarrean gasóleo de contrabando, los campesinos en el asfalto se han vuelto amargamente escepticos. "Sí, hemos sobrevivido,pero ¿cuándo llegarán más camiones con comida?", era el estribillo que coreaban. Mientras, los funcionarios locales dan cuenta con frialdad de los dos centenares de niños registrados como víctimas de guerra, con alguno de sus miembros amputados.

Muchos se quieren ir ahora de Biliac y olvidar la pesadilla de la hambruna y los bombardeos. Pero mientras la vida en el enclave empieza a normalizarse poco a poco y algunas tiendas y cafés abren tímidamente sus puertas, todos siguen esperando la llegada masiva de la ayuda humanitaria internacional. Los ciudadanos de Bihac vagan como extraviados en sus propias calles y miran a los recién llegados con una mueca de espanto.

Prisioneros serbios

Da lástima escribir en Bihac, porque en el semiderruido hotel Park los prisioneros serbios de la Krajina encerrados en los sótanos, también sede de la 3ª brigada del Vº Cuerpo de la Armija, hacen las camas y limpian las habitaciones vigilados por un policía militar con una sucia porra. blanca. La tromba de agua que descargaba anoche relámpagos sobre los alminares de Bihac no podía superar a las lágrimas de cuatro años de muerte, metralla y asedios en la antigua Yugoslavia.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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