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GUERRA EN LOS BALCANES

Los croatas repueblan Krajina

700 serbios y algunos croatas se refugian en el cuartel de la ONU de Knin

Juan Carlos Sanz

El odio étnico que ha vuelto a traer la desgracia a Croacia se derretía al caer la tarde del miércoles en una verja custodiada por los cascos azules en Knin. Adultos curtidos en el espanto de la desintegración de la antigua Yugoslavia lloraban a ambos lados de los sacos terreros y las espirales de púas cuando, sin recapacitar, un hombretón en camiseta de tirantes se abalanzó hacia los barrotes para abrazar a su amigo. ¿Quién era serbio? ¿Quién croata? Quién lo sabe. Entre los 700 refugiados serbios que se hacinan en el jardín del cuartel general de la ONU en la capital de Krajina también hay algunos croatas de los que permanecieron en la ciudad tras la guerra de 1991. Se trata de supuestos colaboracionistas con las autoridades serbias temerosos de posibles represalias del Ejército croata, cuyos oficiales de enlace se sientan en la mesa donde funcionarios de las Naciones Unidas registran la llegada de civiles.Los tractores y remolques abandonados en las inmediaciones -ropas desperdigadas, hatillos de mantas, sacos de harina reventados- testimonian una huida precipitada hacia el cobijo de la bandera azul. La ofensiva de Krajina ha sido tan brutal como todas las batallas balcánicas, aunque la presencia de 10.000 cascos azules, bloqueados en sus puestos de observación, y unos 500 periodistas, sometidos a estrictas. restricciones de movimientos, ha obligado al régimen de Zagreb a moderar la barbarie. O al menos a camuflarla.

Con la incombustible fe de los primeros cristianos, los oficiales del servicio de información militar que han organizado las visitas a los territorios recién conquistados en Krajina se empeñan en mostrar iglesias católicas quemadas por los serbios hace cuatro años y templos ortodoxos custodiados por policías civiles.

Pero no hay suficientes telones en toda Croacia para ocultar las casas calcinadas de la capital de Krajina, ni las tiendas saqueadas, de donde emergen soldados cargados de bolsas y, de vez en cuando, una mujer temerosa con paquetes de espaguetis. Ni siquiera la herida de Pera Bilmija, una anciana campesina serbia con la pierna izquierdo atravesada por la metralla. "Nos marchábamos en un tractor cuando nos cayó de lleno una granada de mortero. No sé qué ha sido de los demás", sollozaba en una habitación del hospital de Knin.

Las autoridades croatas sólo autorizaron la visita de una planta, en la que se hallaban 20 civiles serbios enfermos o heridos y un miliciano prisionero.- El te rror que provocó el éxodo de una ciudad de más de 40.000 ha bitantes sigue siendo una incógnita, ya que los daños observa dos en el centro de Knin son más fruto del saqueo sistemático que de los impactos de la artillería. La supuesta existencia de francotiradores y de campos de minas sigue siendo el pretexto para impedir el acceso de la prensa a las aldeas que rodean la capital.

La viuda Ana Mocic, de 57 años, estaba radiante. Acababa de regresar a la ciudad de Dmis, a 24 kilómetros de Knin y otros tantos de la costa ádriática. Fregaba con agitación el garaje de su antigua casa, de la que salió hace cuatro veranos y en donde estuvo viviendo una familia serbia hasta el pasado fin de semana, mientras ella oía la radio en el hotel Marian de Split: su hogar -seis personas en dos habitaciones- desde que el avance serbio de 1991 expulsó a casi todos los croatas de Krajina. "Soy tan feliz, creo que para Navídad estaremos todos instalados de nuevo aquí... ahora es peligroso los soldados han precintado la casa porque dicen que puede haber minas", explicaba con visible satisfacción.

Drnis contaba con unos 10.000 habitantes, repartidos por mitad entre el casco urbano y las parroquias rurales, cuando sufrió la limpieza étnica serbia: el 88% de sus vecinos eran entonces croatas. "¿Volverán los serbios que se han marchado? Nadie lo sabe, pero con el corazón me dice que va ser muy difícil olvidar. No se puede perdonar lo que hicieron con nosotros", sentenciaba Ana Mocic.

En Dmis, en Knin,en Obrovac o en Benkovac, las principales localidades del sur de Krajina, han vuelto a circular vehículos con matrícula de Split, Zadar o Sibenik, y ya está a la venta Sloboda Dalmacia, el diario de mayor tirada en la costa croata. Los operarios de Correos y Telecomunicaciones de Croacia (HPT) conectan las líneas a la red nacional. A la retirada de las tropas de Zagreb sucede un despliegue general de basureros, electricistas, bomberos... para preparar el retorno de los habitantes croatas a Krajina, que convivieron con los serbios durante más de 500 años. Es improbable que se puedan borrar las huellas del horror con una mano de pintura.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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