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Chechenia aun no es rusa

La multitud exige la retirada rusa todos los días en la plaza de Shali al grito de "¡Alá es grande!"

La ciudad de Shalí, a unos 30 kilómetros al sur de Grozni, la capital chechena, cayó en manos de las tropas federales rusas hace ya más de tres meses. Pero hoy los soldados no la controlan: los guerrilleros chechenos van y vienen por Shalí, y prácticamente todos los días se organizan en la plaza mítines en apoyo del presidente independentista Dzhojar Dudáiev y por la retirada de los soldados del Kremlin. El mitin es siempre político-religioso: los ancianos rezan y cantan a Alá, y, con los guerrilleros, también bailan el sikir, una danza islámica autóctona, al son de tambores y gritos.Un corro de personas se mueve rítmicamente al tiempo que da gritos guturales, En el corro, un joven moreno que lleva un Kaláshnikov a su espalda da el ritmo con un tamborín. Hay varios ancianos de espesas barbas y coloridas gorras. Por fuera del corro, tres niños a los que de cuando en cuando se les unen algunos adultos corren en círculo llevando una bandera verde chechena. El corro trota, los de afuera galopan.

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"No hay más Dios que Alá Mahoma es su profeta", gritan los del corro, que de pronto detienen su trote para concentrarse un segundo y, a las exclamaciones de "ululá, ululá", se lanzan de nuevo a su frenética danza. El mitin comienza.

La tribuna se halla al pie de un monumento, sobre el que ondea la bandera chechena y sobre el que han colocado una foto de Dudálev. En el sitio de honor se encuentran las autoridades religiosas -entre las que hoy se halla el heredero del jeque Mansur, el primer checheno que se alzó contra los rusos en el siglo XVIII-, antiguos dirigentes de la ciudad, la jefa del Comité de Madres de Soldados y numerosas personas qué suben a decir lo que piensan. Entre la multitud, aquí y allá, se ven grupos de guerrilleros con Kaláshnikov y lanzagranadas. Se sienten como en casa. "Exigimos la retirada de las tropas rusas. Que se vayan y nos dejen vivir tranquilos, como nosotros queremos", dice desde la tribuna Zoya, madre de nueve hijos, mujer que abandonó el hogar, se puso los pantalones y tomó el fusil para luchar contra el ocupante. Desde diciembre, Zoya combate en compañía de sus tres hijos mayores.

Un tanque ruso

De pronto, se oye el típico ruido de un carro de combate. Me vuelvo y veo que por la calle avanza un carro sobre el que hay unos siete soldados rusos. Cuando pasan frente a la plaza, la multitud les grita con el puño en alto: "¡Alá akbar!, ¡Alá akbar!" -"¡Dios es grande!"-, el grito de combate de los chechenos. El carro ni siquiera intenta detenerse y sigue calle arriba. Así controlan los rusos Chechenia."¡Aslambék, Aslambek!", grita la gente alborozada. Pañuelo blanco en la frente, vestido con uniforme de camuflaje, sin armas de fuego -sólo un hermoso puñal a la cintura-, avanza lentamente dando abrazos a cada paso Aslambek Abduljadzhiev, ex comandante de Shalí, uno de los hombres teóricamente más buscados por los rusos por haber hecho de segundo del jefe guerrillero Shamil Basáiev durante la toma de rehenes en la ciudad de Budiónnovsk. Ahora hay muchos más guerrilleros. Han llegado en una docena de autos.

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Por fin Aslambek llega a la tribuna. El descendiente de Mansur, que ya se disponía a subirse a su auto para irse, ha vuelto y se ha puesto a su lado. Aslambek habla largo: informa a la gente del proceso negociador y les dice que hay que prepararse para la paz, pero sin soldados rusos, por supuesto. El fin del discurso es de rigor: alza el puño y con él lo alza toda la multitud para gritar: "¡Alá Akbar, Alá Akbar, Ala Akbar!" (Alá es grande!")

"Todos estamos de acuerdo en continuar las negociaciones para conseguir la retirada de las tropas rusas de Chechenia. La gente desea la paz, está cansada de esta guerra, de las muertes. Desea vivir normalmente, espera las elecciones y se prepara para ellas; para esas mismas elecciones que propuso antes de la guerra el presidente Dudáiev [que aceptó la idea de realizarlas un año antes de que expiraran los mandatos de los diputados, es decir, en 1995]", me dice Aslambek detrás del monumento adonde nos hemos apartado a conversar. Constantemente nuestra conversación es interrumpida por mujeres y hombres que vienen a plantearle un problema a su comandante o, las más de las veces, simplemente a abrazarle y desearle suerte.

Recuperaciones

"Lo más importante ahora es que la gente se recupere de la conmoción que ha causado la guerra. La gran mayoría de los que combatimos en ella no tenía nada que ver con la profesión militar. Sin ir más lejos, yo tengo una de las profesiones más pacíficas: trabajaba de constructor, pero esta guerra me hizo soldado", señala Aslambek. "El objetivo de esta sucia guerra, era aniquilar al pueblo checheno, y todos los que están en esta plaza así lo entienden. Lo que ahora usted está viendo aquí, y lo que se ve diariamente en otros pueblos y aldeas, es la expulsión del miedo. La gente ahora ya no tiene miedo. Se muere una sola vez, y lo importante es hacerlo con dignidad", exclama.Para Aslambek, los acontecimientos de Budiónnovsk de mostraron a los rusos que los chechenos están dispuestos a morir castigándolos, si no se pone fin a la guerra. "Esa acción la realizamos sólo porque no queríamos que continuara esta injusta guerra contra nosotros. Después de Budiónnovsk comenzaron las conversaciones de paz. No considero que lo que hicimos en esta ciudad rusa sea una hazaña", explica. Fue un acto obligado. Aslambek confía en la paz: "La guerra puede continuar 10 años, como en Afganistán, pero toda guerra termina en paz, en la meta de las negociaciones. Los rusos saben que no pueden aniquilar a nuestro pueblo".

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