¿Una paz de los grandes en Yugoslavia?
La República de Croacia ha aplastado militarmente a los serbios de Krajina justo cuando estos acababan de aceptar todas las condiciones exigidas por Zagreb para reconocer su autonomía en unos territorios en los que son mayoría o una importante minoría. Croacia ha recibido el apoyo de los soldados bosnios, que han aprovechado para abrir la ruta de Bihac. La empresa, apoyada públicamente por Washington, corresponde al segundo escalón del cohete construido hace ahora dos años en presencia del presidente Clinton: el primer escalón estaba constituido por la federación, establecida entonces, entre musulmanes y bosnio-croatas, que podía ampliarse más adelante a una confederación con el Estado croata.Tal perspectiva ha dotado a uno de los das hombres fuertes de la ex Yugoslavia de los medios militares para afirmarse frente al otro. El presidente Tudjman puede así apoyarse en cerca de seis millones y medio de croatas y musulmanes frente a los ocho millones y medio de serbios con los que cuenta el presidente Milosevic. Los estadounidenses consideran que la abundancia de armas modernas que han suministrado al primero compensa la insuficiencia de sus efectivos humanos, sobre todo si el segundo continúa sufriendo el embargo actual. La capacidad, militar manifestada históricamente por los serbios podría perturbar este equilibrio.
Sería inconcebible que Europa permitiera que tal lógica de guerra destruya pueblos que forman parte de ella. Es evidente que su división sobre el tema yugoslavo la debilita. Alemania ha apoyado discretamente la ofensiva de Tudjman sin ver que su confederación con Izetbegovic resucitaba bajo un ropaje democrático el Estado ustachi de Ante Palevic y su voluntad de paralizar o de destruir a los serbios. La oposición de Francia y el Reino Unido ha adolecido de falta de energía, y además París sabe que Londres tardará todavía en dejar de seguir los pasos de Washington. Sin embargo, no es fácil pensar que Estados Unidos pueda imponer a sus aliados la supresión de un embargo de armas decidido por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas cuando uno de ellos podría imponer un veto que es evidentemente conforme al interés de Europa. En circunstancias similares a esas, el general De Gaulle no lo habría dudado. Se puede pensar, pues, que su heredero no le será infiel.
Pero sigue siendo dudoso que una ex Yugoslavia amenazada por una guerra generalizada, sea la perspectiva más probable. La entrada en el proscenio del presidente Tudjman hace difícil que el presidente Milosevic permanezca entre bastidores, donde lleva tres años tan contento. El primero acaba de lograr su objetivo fundamental al recobrar el control sobre Krajina. De este modo, abre al segundo la posibilidad de lograr el suyo siempre y cuando ni uno ni otro vayan más allá de lo que Europa, Estados Unidos y Rusia puedan tolerar. No es el momento de oficializar la gran Croacia y la gran Serbia, sus respectivos objetivos, fundamentales. Pero la curiosa. confederación inventada en Washington abre perspectivas concebibles.
Poco importa que la construcción sea jurídicamente surrealista. Lo esencial es que no se puede negar a los serbios de Bosnia los derechos reconocidos a los croatas del mismo país, siempre que, como ha hecho el Estado croata, el Estado serbio reconozca el Estado bosnio. ¿Y por qué iba a ñegarse a ello el presidente, Milosevic si de este modo lograría el fin de las sanciones que asfixian su país, algo que nadie podrá negar para restablecer la paz que todos los pueblos de los Balcanes piden con todo su corazón? Correspondería entonces a la Unión Europea intervenir para impedir que los musulmanes de Bosnia sean las víctimas de las ambiciones de los dos grandes de la ex Yugoslavia.
Aunque Karadzic -al que nada debería impedir ser juzgado como criminal de guerra- hubiera hablado de desplazamiento de poblaciones en lugar de limpieza étnica, y usado medios democráticos en lugar de procedimientos hitlerianos, no hubiera tenido éxito. Serbia, Croacia y Bosnia son heterogéneas. La diversidad de sus poblaciones no puede coincidir con fronteras territoriales porque están entremezcladas. Los musulmanes de Itzebegovic corresponden fundamentalmente a los habitantes de las ciudades en el imperio islámico, donde los serbios eran fundamentalmente campesinos rebeldes a la conversión religiosa. Esto explica que los serbios hayan ocupado espacios rurales más amplios en comparación con la población, y el desperdigamiento de los musulmanes en ciudades a menudo alejadas entre sí. Antes de la guerra civil eran un modelo de plurietnismo que habrá que reconstruir poco a poco. Sarajevo y Bihac, en los dos extremos de la Bosnia musulmana, así como los enclaves urbanos, podrían convertirse en matrices de una mentalidad yugosIava renovada. Esto exigirá que la Unión Europea proteja, reconstruya y sostenga al más débil y maltratado de los tres países enfrentados en absurdos combates civiles. Y no podrá hacerlo más que si varios de sus grandes Estados, o incluso uno de ellos, la saca del carril en el que la están metiendo sus propias instituciones. ¿Por qué no proponer y apadrinar la formación de una Comunidad del Sureste que englobaría Austria, Grecia, Hungría, Rumania, Bulgaria en torno a los Estados de la ex Yugoslavia?
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