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Solti: "El rebrote del fascismo me desespera"

El director de orquesta ha vuelto a Salzburgo para dirigir dos conciertos

Andrés Fernández Rubio

Autor de más de 250 discos, entre ellos 40 óperas, ganador de 31 Premios Grammy y uno de los últimos en la estirpe de los grandes directores de orquesta del pasado, Georg Solti, "ochenta y dos años y medio", según dice, ha vuelto a Salzburgo para dirigir dos conciertos. Y también para comentar su Traviata recién grabada, desesperarse y dar la voz de alarma por el rebrote fascista que recorre Europa y afirmar que, cumplida con éxito la mayor parte de su carrera, aún le queda un deseo íntimo: tener nietos.

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Georg Solti no para un segundo. Estudia, ensaya, se asoma al gran escenario de Salzburgo para ver como prepara Riccardo Muti La Traviata, o atiende a una oronda soprano que viene a saludarle y a la que le dice tan fresco que le convendría perder 10 kilos. Bronceado, de aspecto más joven que su edad, habla un inglés con un fuerte acento húngaro apoyado en muchos gestos con las manos. No defrauda nunca a su leyenda de gran energía. Las otras leyendas van del donjuanismo, sobre el que no habla, a una firmeza con la orquesta que acepta como verdadera, pero sin llegar a los extremos del apodo Cráneo Chillón que se le adjudicó. Su versión es que nunca ha gritado a los músicos porque si eran muy malos gritaba de otro modo: haciendo la maleta."Amo la música", dice, "y lo único que pienso para el futuro próximo es reducir un poco el ritmo, una ópera al año o cada dos años, porque esto es demasiado. Y la segunda cosa que voy a hacer es dedicarme sólo a las orquestas de primera clase, a ninguna otra".

Solti, que actuó este fin de semana en Salzburgo con la Filarmónica de Viena y un programa de Shostakóvich y Brahms, grabará de nuevo en septiembre Los maestros cantores, de Wagner, con la Sinfónica de Chicago, de la que fue director musical durante 22 años; el verano próximo actuará en Salzburgo con Fidelio, de Beethoven; y también prepara la grabación del Don Giovanni de Mozart. "Nací con esta energía", explica, "Tengo dos hijas relativamente jóvenes, de 25 y 22 años, y debo cumplir como padre. Me gusta hacer deporte, nadar, montar en bicicleta en nuestra casa de Italia o jugar al tenis. Mis difíciles comienzos son un factor para explicar mi carácter activo, aunque creo que a cualquier persona con talento es éste el que la mueve. El talento te lleva, no puedes darle la espalda, sino aplicarlo a cualquier situación, seas artista, político o relaciones públicas. Y mientras me encuentre bien físicamente seguiré haciendo música".

Llamadas telefónicas

Tras enviudar de su primera mujer, Solti se casó hace 28 años con una periodista de la BBC, Valerie Pitts, casi 30 años más joven, que había de entrevistarle. Las llamadas telefónicas y las flores se sucedieron hasta que ella aceptó. La hija menor de la pareja aparecía en la película sobre Beethoven Amado inmortal haciendo un pequeño papel.

"Me gustaría ser abuelo lo más pronto posible", comenta Solti. "Y ver a mis hijas asentadas en una familia. Y que vayan para arriba, no para abajo. La pequeña tiene mucho talento, pero un actor o actriz de cine necesita mucha suerte porque hay tantos... Mi hija mayor es profesora en Londres. Quizá lo haya heredado de mí porque yo también me paso el día enseñando".

De joven, Solti también tuvo esa tranquilidad doméstica que tanto valora, pero la perdió. En 1939 fue expulsado de su trabajo como repetiteur en la ópera estatal de Budapest por ser judío. Su familia se doesintegró en 1944, año de la muerte de su padre y de las deportaciones masivas de judíos húngaros a Auschwitz; su madre estuvo oculta en un sótano durante dos años; su hermana huyó a Yugoslavia y él a Suiza. Por eso, a Solti no hay más que mencionarle a Le Pen, a Fini o a cualquier hecho relacionado con el auge neofascista para que exprese su rotunda protesta. "Es desesperante", explica. "Está volviendo a empezar en Europa esa horrible maldad de los fascismos. En Rusia, en Alemania, en Austria... en Francia con Le Pen. Estoy muy triste con todo este absurdo. De todas formas, creo que aún no es peligroso para el futuro. O eso espero. Parece que se mantienen en el 15% en Francia e Italia. El fascismo italiano es, afortunadamente, corrupto. Y cualquiera que sea corrupto no es tan peligroso, porque no es tan fanático. He oído que el señor Fini, su nuevo líder, es un hombre con mucho talento, aunque muy corrupto. O sea que muy bien, eso me gusta".

Pero el mayor de los desmanes le parece a Georg Solti la guerra en la antigua Yugoslavia. "Considero terribles esos asesinatos de primer orden que están sucediéndose allí", señala. "Tengo un conocido yugoslavo que me dijo que todos esos señores, Milosevic, Karadzic, Tudjman, son ex comunistas, fueron amigos de Tito. Y ahora andan compitiendo para ver quien va a ser el más grande. Se trata de una rivalidad personal, de un odio organizado en busca de un superdictador a costa de miles de muertos".

Solti, que cree en la Europa unida y piensa que este ideal es el que puede prevenir la emergencia de un nuevo Hitler, defiende la educación liberal como antídoto contra el fascismo. En este sentido, sus proyectos son variados. El año pasado, en el Carnegie Hall de Nueva York, juntó a 80 jóvenes instrumentistas con 15 de los mejores músicos de varias prestigiosas orquestas americanas. Presenció él mismo todas las audiciones, y tras dos semanas de trabajo en común, el resultado fueron unos conciertos y un disco. En Londres, Solti paga los costes de un recital de primavera en el que apadrina a nuevos valores.

"Pienso que esta joven generación no tiene igual en las pasadas", dice, "y no sólo en América, aunque en América particularmente. Sus escuelas son tan buenas... Es una herencia del señor Hitler, qué expulsó a tantos fantásticos músicos judíos o socialistas. Y ellos crearon cinco o seis grandes escuelas de música en América. Pero también en Europa la joven generación tiene mucho talento, en el este y en el oeste".

En noviembre pasado, Solti presentó su versión de La Traviata, de Verdi, en el Covent Garden de Londres, una obra que nunca había dirigido para la escena. Las representaciones lanzaron a la soprano rumana de 29 años Ángela Gheorghiu, con la que ha grabado el disco. Sobre La Traviata, "una obra maestra de la ópera", el director explica que la sencillez ha sido su forma de abordarla. "He tratado de no dejarme fuera ni una sola nota, de no tratar de embellecerla, de no añadirle ninguna pequeña cadencia, nada. Di exactamente cada nota y así resulta maravilloso".

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