Juan Diego, por la puerta grande
El salmantino Juan Diego se reveló definitivamente ayer, cuando abrió la puerta grande y cascabeleó con nocturnidad y torería, corregidas y aumentadas; las excelentes virtudes que ya había alumbrado en esta cátedra del toreo el mes pasado. Aventajadísimo alumno de la escuela taurina de Salamanca, recuerda a los grandes maestros de su tierra.Con el sortilegio del arte como bandera en sus encastados enemigos, Diego brilló con suave tersura en profundísimas verónicas y medias qué eran monumentos escultóricos. Todavía mejoró con la muleta, gracias a su mano baja y a su mágica muñeca que imantaba dócilmente a los bureles. Su inspiración, perfección, templanza, arte y largura impresionó tanto que tardará tiempo en olvidarse.
Gómez / Mora, García, Diego, Novillos de Hermanos Gómez Pérez, con gran trapío y poder, de juego desigual
David Mora: silencio; silencio. Fernando García: ovación tras aviso; oreja tras aviso. Juan-Diego: oreja; oreja. Salió a hombros. Plaza de Las Ventas. 5 de agosto. Festejo nocturno. Un tercio de entrada.
El jovencísimo Fernando García, de 16 años, con una estatura casi inferior a la de sus manejables morlacones, apostó por la espectacularidad y el riesgo, por el aplomo y el desparpajo. Jugando con unos engaños también mínimos, se produjo en ortodoxia y realizó dos faenas de entrega y clasicismo. La cruz de la moneda fue para un poco inspirado David Mora, que con el peor lote se vio desbordado por el genio, mansedumbre y violencia de sus galafates.