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Tribuna
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Akashi se sorprende

Hay que sospechar que el mediador de las Naciones Unidas en los Balcanes, Yasushi Akashi, habla en japonés con los jefes militares serbios. Si no es así, es del todo incomprensible, por qué este hombre se dedica con tanto celo a intentar convencer al mundo de que las fuerzas serbias en Bosnia están cumpliendo supuestas promesas de dejar pasar convoyes de ayuda humanitaria, han puesto fin a sus ataques contra Bihac y reina la paz en los frentes en torno a ese enclave bosnio. En realidad sucede todo lo contrario.Para el señor Akashi el mayor problema no está en las matanzas que se han producido estas semanas en Bosnia oriental, favorecidas desde un principio por el sistemático veto del funcionario japonés a intervenciones aéreas de la OTAN contra las fuerzas asaltantes serbias. Ni en Bihac, porque allí, dice, no pasa nada. La gran amenaza del momento está, asegura, en que el Ejército croata, en virtud de un acuerdo de ayuda firmado por los presidentes de Croacia y Bosnia-Herzegovina, Franjo Tudjman y Alia Izetbegovic, en Split hace dos semanas, ha entrado en combate y arrebatado a las fuerzas serbias un territorio considerable en Bosnia occidental.

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También le preocupa mucho que Croacia, que hace ya tiempo perdió su ingenua fe en los organismos internacionales, concentre sus tropas para una posible ofensiva enla Krajina, que le fue arrebatada por la fuerza por el Ejército yugoslavo en el verano de 1991. Es curioso cómo se alarma Akashi cuando las fuerzas serbias se hallan en aprietos y como pide calma y acepta el curso de los acontecimientos cuando éstas arrasan las defensas del Ejército bosnio.

No debiera sorprender a nadie que los Gobiernos de Croacia y Bosnia traten ya a los representantes de la Comunidad Internacional con el mismo desprecio con que los ha obsequiado a éstos siempre la parte serbia. A estas alturas, todos los implicados en la guerra saben que dependen únicamente de sí mismos y de la cooperación con quienes compartan sus intereses, aunque sea de forma transitoria. En este escenario la única ley ya vigente es la de la fuerza porque hace tiempo que la comunidad internacional dio por obsoletas las leyes internacionales al demostrar no tener voluntad de defenderlas. Así las cosas, ha sido la ofensiva croata la que ha frenado, al menos momentáneamente, el avance serbio sobre Bihac. Si la defensa de los 150.000 habitantes de este enclave hubiera dependido de las decisiones emanadas de ese rosario de reuniones de la OTAN, posiblemente hoy compartirían ya la suerte de los protegidos de la ONU de Srebrenica o de Zepa. Akashi hubiera pedido un rápido reconocimiento del hecho consumado -las realidades sobre el terreno del que hablaba otro supuesto mediador, lord Owen- y negociado con los serbios la rápida evacuación de los civiles, llamémoslo limpieza, de esa nueva "tierra serbia". Otros miles hubieran sido ejecutados allí mismo. Y Akashi se hubiera ido a Belgrado a sonreírle a Milosevic y a Sarajevo a pedirle paciencia a Izetbegovic.

Las cosas están, una vez más, peor que nunca. Y siempre susceptibles de empeorar. Aquí tienen su magnífico resultado de contención los apaciguadores. Los que apuntalaron la ocupación serbia de la cuarta parte de Croacia y que apostaron por una rápida victoria militar serbia en Bosnia, por maniatar a los inermes y por la formación de guetos étnicos para los más débiles. La ONU es el hazmerreír de los Balcanes, la OTAN está semirrota, la Unión Europea desprestigiada por dentro y por fuera, y la guerra a punto de generalizarse en la región.

Es la cosecha de la exquisita neutralidad promulgada. La fórmula realista de pacificación, decían sus apologetas, era dejar que las fuerzas serbias lograran sus objetivos. Las cosas se les complican. Porque las víctimas iniciales de la guerra -los croatas- son ya capaces de defenderse sin mendigarle inútilmente protección a la ONU. Y las mayores víctimas -los bosnios- se resisten a sucumbir y, sin otra opción que su aniquilación, se aferran a la esperanza de hacer pronto lo mismo. Más guerra por tanto. Mucha.

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