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Tribuna:DEBATES
Tribuna
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Un fenómeno burocrático

En su día, las pruebas de nuevos tipos de armas nucleares constituían una urgente prioridad estratégica. Truman y Stalin, Churchill y De Gaulle, y posteriormente Kennedy, Jruschov, Mao, Nixon y Breznev, junto con sus jefes militares, presionaron a sus científicos para acelerar el desarrollo y las pruebas de modo que los nuevos tipos de armas se pudieran fabricar lo antes posible.Sólo la primera de las pruebas (bautizada como Trinity), el 16 de julio de 1945, se dejó exclusivamente en manos de los científicos de Los Álamos, porque aún no se comprendía su tremendo significado. Pero a partir de entonces, las pruebas se esperaban con gran impaciencia, empezando con el primer artefacto de fisión de cada país, y siguiendo sucesivamente con las primeras bombas aptas para el uso, los artefactos termonucleares, las cabezas nucleares de varios megatones para misiles, las cabezas nucleares múltiples, las cabezas nucleares múltiples con objetivos independientes, y por último, los proyectiles de artillería de radiación intensificada (o bombas de neutrones). Mientras las armas nucleares dominaban el equilibrio de poder general, cualquier retraso en su mejora suponía una pérdida de poder.

Los científicos nucleares, en cambio, deseaban frecuentemente retrasar las pruebas, ya fuera para dar una oportunidad al control de armamentos o simplemente para perfeccionar los preparativos con el fin de obtener más información de cada prueba (el pulso electromagnético o EMP, un efecto de las explosiones nucleares de gran importancia, que inutiliza los circuitos electrónicos, sólo se descubrió por casualidad). En algunos casos, el haberse tomado más tiempo habría podido salvar vidas. Ahora se sabe que la impaciencia del Kremlin expuso a muchos civiles a niveles peligrosos de radiación.

Todo esto cambió cuando la importancia estratégica de las armas nucleares empezó a disminuir. A finales de los anos cincuenta se las consideraba tan decisivas que tanto norteamericanos como soviéticos empezaron a desmantelar sus fuerzas no nucleares. Pero, en 1962, la crisis de los misiles de Cuba demostró que las armas nucleares eran insuficientes por sí mismas. A partir de entonces, se reconoció gradualmente que cada vez eran menos utilizables. A principios de los ochenta, este autor pronosticaba una era posnuclear.

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A medida que las armas nucleares perdían su credibilidad, los jefes militares concedieron una importancia cada vez mayor a las fuerzas convencionales, mientras que los líderes políticos consideraban más beneficioso tratar de alcanzar un control de armamentos -lo que incluía la prohibición de pruebas- que adquirir nuevos tipos de armas nucleares.

Ante esta pérdida de interés, muchos científicos e ingenieros del sector de armas nucleares reaccionaron dejando ese campo y, a menudo, pasándose a la investigación medioambiental. Los profesionales del núcleo duro que se mantuvieron en la brecha se enfrentaron a líderes políticos cada vez más reticentes a autorizar experimentos nucleares de cualquier tipo. Algunos científicos empezaron a desarrollar simulaciones no explosivas, pero los ingenieros y burócratas de las organizaciones de experimentación se vieron obligados a empezar a presionar para salvar su sustento. Su principal argumento era que las pruebas son esenciales para verificar nuevos dispositivos de seguridad destinados a reducir el peligro de explosiones nucleares accidentales. Pero también decían que si las armas nucleares no se probaban nunca, se convertirían en un vago recuerdo, incapaz de disuadir a, los agresores.

Los líderes políticos norteamericanos, británicos y rusos rechazaron ambos argumentos cuando accedieron a poner fin a todas las pruebas nucleares. Se negaron a provocar protestas embarazosas por unos experimentos que ya no aumentaban el poder nacional. En cuanto a mantener la actualidad técnica y psicológica de sus armas, confiaron para ello en las nuevas técnicas de simulación. China, técnicamente muy retrasada e insensible a las protestas, se encuentra en una posición diferente. Durante el mandato de Mitterrand, Francia también renunció a las pruebas nucleares, con lo que pretendía entrar en el grupo de potencias nucleares que ya no hacen pruebas. Ahora, parece que el nuevo equipo de Chirac ha cedido al grupo de presión de la burocracia francesa partidaria de las pruebas. Puede que la gente ajena a la materia considere el obstinado empeño en hacer explotar nuevas armas en el Pacífico como una señal de fuerza. Los conocedores lo identificarán como una señal de liderazgo débil.

Edward N. Luttwak es miembro directivo del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.

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