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El 'MV Greenpeace' sale de Barcelona rumbo a Mururoa en "misión de paz"

Los motores del MV Greenpeace terminaron de calentarse en Barcelona. Desde allí partió ayer este viejo barco remolcador de la organización ecologista, con bandera holandesa y 15 tripulantes a bordo. El destino: el atolón de Mururoa. La distancia: 20.000 kilómetros. La duración del viajé: 45 días. Y su misión: unirse a la "flotilla para la paz", que dentro de un mes intentará detener las pruebas nucleares que París pretende reemprender en la Polinesia francesa a finales de agosto.

"De momento nos dirigimos al canal de Panamá", explica Xavier Pastor, oceanógrafo, presidente de Greenpeace España y director del equipo. "Una vez en el Pacífico Sur, nuestra misión también será ejercer de barco nodriza para los integrantes de la flota", añade.Greempeace calcula que aproximadamente un centenar de embarcaciones se concentrarán en la Polinesia mientras dure la campaña: los tres barcos de Greempeace, un barco fletado por el Parlamento neozelandés -que transportará a 130 diputados- y varios barcos oficiales de los Gobiernos de Nueva Zelanda, Australia y las islas Fidji, que protegerán a la multitud de pequeñas embarcaciones privadas.

Esperamos que durante los días que dure la campana [en la Polinesia] se unan a la flota entre 1.000 y 1.500 personas, en más de cien barcos", dice Pastor.

El presidente de Greenpeace España asegura que las, muestras de apoyo recibidas, son incontables: desde el. Ayuntamiento de Barcelona, hasta el equipo de rugby de Nueva Zelanda, pasando por representantes de colectivos tan diferentes como la Iglesia, artistas y fútbolistas. La nota, amarga, a juicio de Pastor, es "la poca energía" mostrada por el Gobierno español a la hora de condenar las pruebas: "Tal vez no quieran comprometer las buenas relaciones con Francia, por cuestiones de colaboración en materia antiterrorista, pero creernos que la situación es lo bastante grave: como para tomar una actitud más comprometida".

En el MV Greenpeace, la actividad es constante. Los tripulantes se afanan en ultimar los detalles, antes de la partida. "Cada uno tiene su cometido. Son todos profesionales del mar, que además están comprometidos con la causa. Su. sueldo aquí es sensiblemente: inferior al que cobran en la Marina mercante". Y cada día de viaje cuesta a la organización unas 200.000 pesetas.

El barco está equipado con la mejor tecnología: por satélite dispone de fax, teléfono y correo electrónico, además de un escáner para fotos y vídeo, que permite transmitir en el momento las acciones que llevan a cabo. La nota curiosa es que en este barco, un 60% de la tripulación son mujeres.

Momentos antes de la partida, casi 1.500 personas se concentraron en el muelle de Barcelona para despedir a la expedición. El ambiente fue de euforia, pero quedan las palabras de Pastor, en el momento de la despedida: "Ojalá no tengamos que negar al final de la campaña, sería lo mejor que nos podría pasar a todos". Greenpeace espera que la presión internacional haga desistir al presidente francés. "Así podremos volver a nuestra antigua misión: patrullar por el Mediterráneo".

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