"El favorito del pueblo serbio"
El general Ratko Mladic, comandante de las tropas serbias, cree en las matanzas indiscriminadas como método de trabajo
"¡Que le jodan a Karadzic, pregunte a MIadic, él es el jefe!". La vecina de cuyo instinto más me fío en Pale es así de contundente cuando le cuento mi intención de entrevistar al líder de los serbios de Bosnia. Para ella, como para otros muchos aquí, el hombre al timón del barco, y sin duda "el favorito del pueblo", es el general Ratko MIadic, comandante de las tropas serbias, admirado por sus hombres, con los que confraterniza en el frente de batalla, y despiadado artillero que cree por encima de todo en los cañones, pero que no lleva armas y al que hace muchos años que no se le ha visto, disparar personalmente.La opinión generalizada acepta que nada se moverá definitivamente en el territorio que los serbios de Bosnia han conquistado sin que el general Radko MIadic tenga al menos la penúltima palabra. La última la tendrá Belgrado.
En más de una ocasión, Mladic ha advertido a Radovan Karadzic -que no es santo de su devoción- y al resto de los jefes políticos de que no movieran un dedo sin su consentimiento previo.
El asalto por los serbios del enclave de Srebrenica ha sido la última señalada ocasión en que MIadic se ha dejado adorar. Él se dio el primer paseo triunfal ante las cámaras de la televisión serbobosnia por la conquistada y desierta ciudad, habitada hasta la semana pasada por los musulmanes de Bosnia.
Un Mladic, con expresión paternal recorría a ritmo lento los lugares de los que acababan de ser expulsadas más de, 40.000 personas y se preocupaba finalmente, y por encima de todo de comprobar el lamentable estado en que los musulmanes han dejado nuestra iglesia ortodoxa". La cámara recorría minuciosamente con el general victorioso los rincones del profanado templo, y MIadic, en un momento dado, prometía consolador a una llorosa mujer serbia que se le acercaba que todas las cosas iban ahora a volver a su ser en Srebrenica.
Ambicioso, brillante, estudioso de la guerra antes y después de la Academia Militar de Belgrado, comunista devoto y gran jugador de ajedrez. La historia de Ratko Mladic es la del chico humilde que llega a la cima por su propio esfuerzo y aseguran que una vez. en ella no se deja corromper.
Quienes tratan ahora a este general de 53 años, de estilo ruso y conductor de un ejército temido, aseguran que se ve a sí mismo en los libros de historia. Nada que ver con el muchacho nacido cerca del monte Igman, junto a Sarajevo, de padre partisano en el Ejército de Tito y que ahorró durante años para poder estudiar.
MIadic ha pasado raudo por el escalafón, aunque su estrella no comenzó a anunciarse hasta ser enviado a Knin, en 1991, como coronel del Ejército yugoslavo. En la capital de los rebeIdes serbios de Croacia participó en la designación de los líderes locales y en devastadoras acciones bélicas contra los croatas. Con el estallido de la guerra en Bosnia comenzó su fulgurante ascensión, tras ser propuesto para sustituir al frente de las tropas de Belgrado a un general demasiado blando.
Cuando el Ejército yugoslavo se retiró oficialmente, MIadic asumió la jefatura de las tropas de los serbios de Bosnia y aquí se quedó. Inmediatamente comenzó el sitio de Sarajevo, ciudad donde su artillería ha hecho miles de víctimas civiles a lo largo de más de tres años y uno de los motivos, pero no el único, por los cuales le investiga el Tribunal de La Haya como candidato a criminal de guerra.
Todavía hoy, Mladic, que se precia de tener amigos entre los generales enemigos, croatas especialmente, asegura que es un izquierdista entre derechistas. Alguien ha visto ir al despacho de Radovan Karadzic y asegurar al jefe político serbio que si la hija de éste, Sonia, responsable del aparato de propaganda, no se quitaba de uno de sus sombreros la insignia chetnik, expresión del fascismo serbio más radical, se encargaría de quitársela él personalmente.
MIadic, fuerte, chaparro, ojos azules e intenso apretón de manos, cree en las matanzas indiscriminadas como método de trabajo. En una reunión celebrada con su estado mayor al comienzo de la guerra en Bosnia ordenó que se cañoneará sin piedad de terminada zona de Sarajevo por que "sólo hay un 20% de serbios en ella".
Para algunos de los mandos de la ONU que le han tratado, su personalidad se desenvuelve en una confusa zona entre el profesional brillante y el carnicero. Su incontinencia verbal le ha llevado a declarar, en tiempos lejanos, que atacaría Viena o Londres si la comunidad internacional se metía donde no debía en Bosnia.
"Para mí, la guerra acabará cuando los musulmanes me entreguen las armas en el centro de Sarajevo", ha dicho a una revista militar serbia este secreto admirador de Las lanzas, una de cuyas hijas, Ana, estudiante de Medicina, se suicidó en Belgrado en 1994, a los 23 años. MIadic jamás ha mostrado en público emociones sobre su familia, mujer y dos hijos, que permanece viviendo en la capital serbia. Al sepelio de su hija sólo asistió por parte del liderazgo serbobosbio Biljana. Plavsic, íntima amiga suya, antigua profesora de biología molecular en Sarajevo y ahora destacada radical incluso entre los paleonacionalistas de Pale. En Belgrado, MIadic no sólo tiene a su familia, sino también a sus numerosos amigos en el Ejército serbio, del que procede y al que probable mente acabará regresando, según alguno de sus próximos. Con esta escisión personal y profesional entre la capital serbia y la capital de los serbios de Bosnia -que hace unos años eran exactamente lo mismo, pero que ya no lo son-, con esta suerte de esquizofrenia de afectos entre la fachada aparentemente tranquilizadora y casi respetable de Belgrado y la casa de los horrores de Pale; horrores a los que el general MIadic ha aportado con entusiasmo su cualificación profesional. Con todo ello, digo, cuentan os para vaticinar que el hombre más admirado por los serbios de Bosnia desempeñará un papel decisivo, y no sólo militar, en el desenlace final de esta guerra.
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