Tinto de verano
La Riviera ha pasado en pocos días del contoneo sin ambages que pedía la descarga cubana de Cachao al discreto mecimiento de caderas que propició la música sin filiación de George Benson. Puestos a buscarle un nombre, no le cuadraría mal el de soul festivo-playero, con penetrante aroma a bronceador y blanca arena californiana adherida a sus compases: un combinado moderadamente refrescante basado en una receta tan simple como la del tinto de verano y tan empalagosa como la del sanfrancisco.Salvando las enormes distancias que les separan en todos los aspectos, a Benson le ocurrió lo que a Nat King Cole. Este último era uno de los pianistas de jazz más influyentes de su época hasta que descubrió el poder de su voz. En plan más modesto, Benson iba para sucesor oficial del inolvidable guitarrista Wes Montgomery, pero esta responsabilidad le pesaba como una losa y respiró aliviado cuando descubrió que sabía hacer algo mejor que el maestro: cantar.Debió sentirse tan liberado que juré fidelidad eterna a esta nueva virtud oculta.
George Benson
La Riviera. Madrid, 20 de julio.
Antes de calentar las cuerdas vocales, Benson se entretuvo pulsando las de la guitarra con escaso provecho artístico y hasta la tercera pieza no liberó su acogedora voz. Desmangado, de negro riguroso, encadenó melodías ligeras hasta completar un vistoso repertorio que hubiera podido empaquetarse de inmediato para ser publica do en un volumen cualquiera de esos de la serie lo mejor de ...
Las baladas sonaban a fondo decena para enamorados y los tempos medios parecían pensados para colmar los gustos de disjockeys de otra época. Mediado el concierto,(el trompetista cubano Arturo Sandoval contribuyó, como invitado especial, al delirio generalizado con algunos sobreagudos convincentes. Lástima que el vehículo elegido fuera una españolada ambigua.
Babelia
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